domingo, 10 de julio de 2011

Nos robaron al trovador de la vida


Quizás deba decir el trovador de su vida, ya que Facundo Cabral era sus canciones, o sus canciones eran la vida de Facundo, como le había dicho Sara. Lo cierto es que nadie hubiera imaginado ese final para la vida que llevó, o quizás si, latinoamérica no paga bien a sus juglares populares, cárcel destierro y muerte es el común denominador de la mayoría de ellos. A pesar de ello, me sorprendió la noticia de muerte, o mas precisamente, las circunstancias de su muerte, pero comprendí que a Facundo no le robaron la vida, nos robaron su presencia,  a todos nosotros, los que compartíamos sus trovas, los que mirábamos sorprendidos, admirados y un poco envidiosos la vida que nos cantaba Facundo , su vida, una vida distinta a que llevamos la mayoría que lo escuchábamos.

No le robaron la vida, porque como Diógenes sabía que no le pertenecía, su asesinato sirvió para que la devolviera y finalizara su canción, que como ocurre siempre con los cantantes populares, no se calla, se multiplica y vive en el corazón del pueblo. Somo nosotros quienes extrañaremos ver su figura medio hippie, gurú, cantante de protesta, pacifista, poeta, juglar, testigo de intimidades con grandes personajes y cultor de una vida, su vida que exponía como canción en cada actuación.

Lo conocí por primera vez en la Cueva de Monte Hermoso, a esa hora donde se respiraba un olor ácido y dulzón en el ambiente, apareció, con unos vaqueros gastados, sandalias y una musculosa, era una mezcla de hippie, que nos hablaba de Jesús, Borges, Whitman, Cafrune, Ghandi y tocaba la guitarra con tonos de milonga. Lo seguí viendo en los viernes de Universitario, donde sus recitales terminaban cuando el se iba, mucho después que terminara su actuación. Lo seguí en casett, TV, CD y DVD, por casi toda la historia de la tecnología de los medios. Por eso, ahora que comparte el gran misterio con Sara, Teresa, su hija, Borges , La madre Teresa, Whitman. Cafrune y todos esos grandes personajes con los que que compartió pedazos de su vida y que compartió con nosotros; solo nos queda su recuerdo y sus trovas.

Este brutal asesinato no le quitó la vida, su vida no era de él, nos quitó a todos nosotros su presencia para contarnos y cantarnos su vida, que era una manera de vernos en un espejo en el que todos desearíamos vernos reflejados.