domingo, 30 de junio de 2013

Humor político en los años de la gripe A



Siempre hubo humor, creo que si se busca en estudios históricos, el humor estuvo desde el origen mismo del hombre. Quizás nació para hacer soportable el fracaso, para que un hecho desafortunado aportara algo gracioso. Pero el humor político no nace de hechos graciosos, sino de contradicciones grotescas.
El grotesco mostró siempre como se deformaba una creencia establecida en la sociedad, o en un sector de ella, hasta llegar a una contradicción tan flagrante que su sola enunciación causaba gracia. Hoy el grotesco se explota en la comercialización del humor como “stand up”, género underground resurgido con famoso Lenny Bruce (mas por la película que interpretara Dustin Hoffman y dirigiera Bob Fosse), o quizás fuera iniciado por el recordado (por los que estudiamos en un secundario que si bien no educaba, al menos enseñaba) “mester de juglaría”.
A quienes nos recitaron los monólogos de Parravichini, de “mordisquito” Discépolo (que internet ha resucitado, sin censuras), a quienes tuvimos el privilegio de haber visto (haciéndolos pasar por mayores) a Adolfo Stray, Marrone, Bores y tantos otros, quienes nos aventuramos en sótanos del “off Corrientes” y San Telmo viendo a Gasalla, Perciavalle, Pinti y otros que no vieron después la fama, sabemos que el humor tiene una dimensión política surgida del grotesco.
Como pareciera que es redundante hablar de grotesco político, se habla de humor político (creo que no hablar de grotesco político es una autocensura de quienes cultivan ese género) y tiene muchas vertientes. Está el humor político “neutro”, donde el humorista utiliza  características de personajes vinculados al quehacer político, el humor se basa en alguna característica física, de conducta,  o de personalidad; la neutralidad de este humos es que no va más allá del chiste, el espectador se ríe de un hecho más que del personaje y requiere solo prestar atención. El humor político “tendencioso” utiliza los mismos instrumentos que el anterior, pero persigue la finalidad de predisponer el humor social; el chiste humilla, denigra y predispone, al espectador se le envía un mensaje o meta mensaje donde reafirma su creencia o se la replantea. El verdadero humor político es el que surge del grotesco, tiene un alto contenido ideológico, suele utilizar al humor “neutro”, para amenizarlo, para hacerlo “más digerible” (ya que la crítica social que contiene suele molestar), y se cuida de utilizar el humor “tendencioso” ya que rebaja el nivel de la crítica que expone (quienes hacen un humor político ideologizado, no politizado o partidista, lo utilizan, pero en el mismo sentido que utilizan el humor “neutro”). Este humor requiere un espectador que pueda ver la realidad sin parcialidades, con cierto sentido autocrítico y muchas veces con un nivel de conocimientos que le permitan ver no solo el mensaje sino el meta mensaje del grotesco.
En nuestra realidad política, vemos todos los días el humor neutro de los que tienen que vivir del oficio de humorista y ocupan un lugar dentro de una estructura de medios que establece líneas editoriales oficialistas u opositoras. También vemos quienes se prestan a realizar un humor “tendencioso” para ocupar un lugar en cualquiera de dichos medios. Lo que está cada día más ausente es el verdadero humor político, aquel que expone el grotesco de las contradicciones y conlleva un contenido ideológico no partidista.
Estos humoristas, no nacieron de un repollo, sino de la miseria en que se ha sumergido a quienes profesan ideologías antes que consignas partidarias, personas que creyeron  y hasta militaron por esas ideas (creo que nunca lo hicieron por personajes), personas que fueron profundamente decepcionadas al ver el grotesco de las contradicciones en que han ido cayendo las diferentes expresiones políticas y rescataron el humor de esas contradicciones para poder expresar, en parte, su ideología (piensen desde este punto de vista los monólogos de Pinti en Salsa Criolla).

Así, que no es raro no ver verdadero humor político, ya que la desideologización de la política expone el grotesco de las contradicciones en una forma tan palmaria que la simple lectura de los diarios es un acto de humor político.

domingo, 23 de junio de 2013

¿Elecciones? Yo PASO


El pueblo no gobierna ni delibera sino a través de sus representantes, parece que las cúpulas políticas se lo toman muy a pecho, y cualquiera sea el futuro de las próximas reformas constitucionales esa parte del texto fundacional permanecerá intocable.
Aclarado esto, parece que la actual dirigencia política, fiel al principio constitucional deliberó y eligió quien representaría al pueblo, sin que el pueblo participe, ya que solo  puede ratificar o cambiar el orden de lo decidido por las cúpulas dirigenciales, esta es la finalidad de las PASO.
En este ciclo histórico la dirigencia política no surge a partir de una representación directa de la gente, el viejo lema político (al menos en los partidos de raíz popular) “el dirigente surge de la gente”, es reemplazado cada vez más por “el dirigente surge de los medios”, sino lean a Sartori y su “Homus Videns”. Pero los argentinos no podemos dejar de ser originales y le agregamos algunos condimentos, como ser, la dirigencia política elige a la dirigencia política, según estos criterios: a) Tiene que ser alguien muy allegado a los dirigentes (si es pariente mejor) b) Como puede ser que a) no sea suficiente para conseguir algunos votos más (y como hay lugar en las listas para los propios), tiene que tener buena imagen pública aunque no sepa nada de política (ideal para estos casos artistas, deportistas, mediáticos, etc.) y c) Si no se puede con a) ni con b) lograr una oferta electoral con posibilidades, se  busca a alguien de otro partido. Si alguien duda de este análisis, lo invito a leer en detalle las últimas listas de candidatos a las PASO.
Desde una militancia medianamente coherente y más comprometida con las ideas que con las personas, no puede dejar de verse el deterioro que tiene la calidad de la dirigencia política. Ni pensar que alguien podría pegarse un tiro porque se traicionaron los ideales que se representaba, como Alem, Ingenieros, Favaloro y otros. Tampoco podemos pensar en ejemplos de honestidad como Ramón Carrillo, Scalabrini Ortiz, Ilia y…. (o no son muy conocidos, o yo no los conozco, o habrá tan pocos?). Este deterioro es consistente con el surgimiento de una súper estructura de dirigencia política, que se reproduce a si misma mediante los criterios antes expuestos (se podría agregar algún capítulo argentino a las críticas de Sarte a algunas dirigencias políticas francesas).
El anterior mecanismo de elección de dirigentes, lejos de ser buenos, mas por las prácticas de los políticos que por sus mecanismos, permitía una construcción de abajo hacia arriba, donde la representación se escalaba en local, regional (o provincial) y nacional. Si tomamos el radicalismo o el peronismo, los comités barriales y las unidades básicas eran la base de una pirámide de dirigentes (que se eligieran por representación, por prestigio o a los tiros es otra cosa). Esa representación permitía al dirigente una capacidad de negociación (por representación, prestigio o tiros) sobre la que se construía una dirigencia política que se plebiscitaba electoralmente. De esta forma un dirigente surgía desde su propio ámbito geográfico y esa era su fuente de legitimidad (por representatividad, prestigio o fuerza).
Ese sistema, imperfecto, fue una superación del sistema de representación caudillista donde la construcción del poder era obtenida mediante la delegación del resto de la población por reconocimiento, ignorancia, admiración o sometimiento. Esto sin analizar a los caudillos en forma particular, ni cuestionar las circunstancias y el contexto histórico del que surgieron. Pero es cuanto menos cuestionable, que el actual sistema de surgimiento de los dirigentes políticos sea una evolución positiva respecto del anterior.
Actualmente el sistema de las PASO, es una alternativa que a primera vista parecería ser progresista en su enunciación pero no lo es en su implementación, ya que agrupa en las elecciones locales a las listas provinciales y nacionales, no las separa, siendo por lo tanto las listas con representación local en los grandes espacios políticos, las más perjudicadas sino logran el apoyo o la “bendición” de la dirigencia nacional que ocupa el mayor espacio y logra la mayor repercusión en los medios de comunicación (lo llaman “tracción”). Por otra parte requiere que los candidatos locales dispongan de fondos y medios (locales, espacios publicitarios, etc.), los cuales suelen estar en mayor disposición para los “bendecidos”. Con lo cual, la posibilidad de lograr una representación diversa, termina siendo una restricción para los candidatos, más que una oportunidad de lograr mayor nivel de presencia de postulaciones.    

Por ello no me siento representado por la actual clase dirigente política, porque surgió por la decisión de la misma dirigencia, mediante criterios que no respetan una legítima representación de origen (cualquiera sea) y una construcción piramidal basada en acuerdos (y no en intereses) que superen las disidencias naturales del espacio.