domingo, 28 de septiembre de 2014

La traición



Un viejo dirigente peronista acuñó la frase: “sin traición no hay política”, la frase es molesta y provocadora, pero no deja de plantear un interrogante interesante de analizar.
La traición se puede plantear con un abordaje desde la óptica de la ética política, con dos visiones; una visión de justificación ética y otra de condena. En el primer enfoque se podría evocar textos de autores de identificación austroanarquista, donde la traición se asocia al cambio de posición sobre un orden clasista establecido, y así surge el traidor de clase que abandona su pertenencia de clase para luchar por la reivindicación de las clases mas postergadas. El segundo enfoque se plica a la falta de ética y se remonta a hechos como las Termopilas en la antigua Grecia, Malinche durante la conquista del pueblo azteca, e innumerables casos grandes y pequeños. Pero mas que los hechos que abonan ambas posiciones, en la “realpolitik argentina” ambos casos apuntan a un solo hecho: Se hace política por ideales o por intereses.
La actual situación, que es la continuidad de otras situaciones similares, es el mejor ejemplo de este razonamiento. Quienes hacen política por interés ven el final de ciclo del partido de gobierno y buscan un lugar dentro de las estructuras previstas por el partido de gobierno para perdurar (seguir currando sin laburar en serio), cuando evalúan que tienen cierto potencial político a su favor, ya sea dentro de las futuras estructuras de gobierno o como candidato electoral; traicionan. Son estos mismos personajes que inventaron la frase “el que avisa no traiciona” como excusa ética para su paso a las filas de algún partido opositor. Estos personajes que abundan en la fauna política de todos los partidos, son los primeros en postularse para cualquier cargo (sobre todo si es rentado) y desde allí comienzan una carrera plagada de chupadas de media, zanjadillas a compañeros para ocupar su puesto (el que mayoritariamente pertenece al tipo que los acomodó), censuras a cualquier crítica que alguien realice (sobre todo por que la mayoría carece de capacidad intelectual y solo pueden detectar aquello que no coincide con el discurso oficial que repiten como mantra para ocultar su falta de ideas), y la lista sigue, pero como muestras creo que bastan estos botones.
En el otro lado están quienes hacen política por convicción ideológica, cuando estos apoyan a un partido no reclaman cargos (y por lo general no se los ofrecen), y si llegan a detentar alguno suele ser al principio de la gestión de gobierno, cuando no existen las inevitables contradicciones entre las ideas proclamadas y las acciones de gobierno. En el medio tiempo del ciclo político del partido de gobierno (el cenit de su prestigio político), cuando muchas acciones de gobierno entran en contradicción con las ideas (o peor aún, la ideología) declamadas, los partidarios que detentan cargos suelen adoptar posturas críticas (en los pies dentro del plato) y también suelen dejar sus puestos (aquí los oportunistas hacen su agosto, criticando y postulándose para el cargo). A estos militantes o funcionarios se les carga con el mote de traidores, por aquellos que al final de ciclo serán los verdaderos traidores.
Un ejemplo de ello fué, Raúl Scalabrini Ortiz, uno de los mas grandes intelectuales argentinos, que fué uno de los fundadores de FORJA, dentro del radicalismo irigoyenista, al cual no adhirió totalmente ya que fué critico de muchas de sus medidas de gobierno. Cuando surge el primer peronismo fué uno de sus mas ardientes propaladores, pero no formó parte del gobierno y criticó duramente las medidas que el peronismo tomo a finales de su primer ciclo. Durante los gobiernos que siguieron al golpe de 1955, Scalabrini fue uno de los principales críticos del desmantelamiento de las medidas que el estado de bienestar del peronismo había conquistado. Incluso el mismo Perón lo reconoce en sus escritos del exilio, y lo pone como ejemplo de critico leal a su gobierno, cuando en realidad Scalabrini fue consistente con sus ideas, mas que con los partidos de gobierno.

Así, la traición divide el sentido ético de los militantes políticos, pero los verdaderos traidores (los que actúan por interés propio) suelen ponerse en evidencia al mejorar su situación personal luego de la traición.