Generalmente cuando no escribo en el blog, es porque decidí terminar cosas pendientes o urgentes y postergo la escritura de ideas que se van agolpando en mi cabeza. En particular, me surgió esta cuando leí un libro de medicina naturista donde se planteaba la contraposición entre la medicina alopática y la homeopática. No pretendo tomar partido (aunque mi aversión al sistema de medicina imperante me sugiere otra cosa) sobre estas formas de medicina, sino rescatar lo que se propone en ellas. La medicina alopática utiliza el síntoma como signo de la enfermedad y la trata en base a ese síntoma, la medicina homeopática considera el síntoma como la manifestación de un desequilibrio sobre el estado de salud y trata de recuperar ese estado de salud. Mientras trataba de comprender estas teorías médicas, me surgió la idea de que también existe una forma de hacer política alopática y una forma homeopática, que siguen estas líneas de pensamiento.
La política homeopática, consideraría que los síntomas de malestar social o comportamientos sociales anómalos, son la manifestación de problemas que afectan el correcto orden social, de allí que la protesta, el piquete, el corte de calles o la toma de edificios no se agota en sí misma ni en las causas directas que la motiva. Dicho en palabras más sencillas si se toma una calle para reclamar planes de asistencia social el problema no es la falta de planes, sino que no parte de la sociedad requiere una asistencia por falta de trabajo o por un fenómeno de exclusión social creciente. Si los alumnos toman una escuela, el problema no es una estructura edilicia deficiente sino que la educación ha dejado de ser una prioridad en las políticas públicas. Si un obrero toma una fábrica (y no tomas sindicalmente organizadas para reforzar la posición dominante de un gremio) no es por despidos injustos o la negativa a un aumento de salarios, sino por la falta de un equilibrio entre los poderes económicos y la representación obrera, o por la ausencia del estado como regulador de las relaciones de producción y distribución.
La política alopática se agota en la causa inmediata, esta forma política es madre de la represión, ya que al ver otra causa más allá de la inmediata la represión suprime la manifestación del problema y pareciera que se llegó a l solución del conflicto. Otra conducta de esta forma de acción política es la negación de la realidad, mediante la manipulación estadística, mediática o meramente dialéctica.
Lo curioso de ambas formas políticas es la transversalidad ideológica, ya que se manifiesta tanto en políticos progresistas, conservadores o totalitarios. Prueba de ello, es el uso simultáneo de la represión y la búsqueda de soluciones a las causas que provocan la protesta, como ocurre con el aumento de los hechos delictivos, por un lado se niega su importancia (mediante estadísticas que nadie cree ni convalida), por otro se orquesta medicas represivas (cámaras de vigilancia, mayor presencia policial y solicitud de penas más duras); por otra parte se reconoce la existencia de problemas sociales y se diseñan políticas asistencialistas (funcionen o no). En este tema también se indica que existen profundas causas socioeconómicas, pero todo queda en un mero ejercicio dialéctico sin realizar acción alguna y como medida alopática se señala estadísticas comparadas de países desarrollados que no son aplicables a nuestro caso.
La historia nos muestra que cuando se tomaron medidas de gobierno que atacaron las causas profundas de los problemas sociales, la sociedad cambió. Lo poco o mucho que se ha avanzado se deben a medidas políticas eficaces de tipo homeopático, la politiquería se queda en lo alopático: represión y negación de la realidad utilizando estadísticas o generando argumentos difundidos y repetidos mediáticamente.
Si alguien piensa que puede atribuir conductas de un tipo a un determinado partido político, se equivoca; todos los partidos se manifiestan mayoritariamente alopáticos: oficialistas y opositores, izquierda y derecha, liberales o nacionalistas; todos caen en esta forma de hacer política, más inmediata, menos comprometida, mas mediática y menos confrontable.