domingo, 26 de junio de 2011

Estamos mal y vamos peor


Esta modificación de la famosa frase del ex presidente Menem me sirve de pie para arrancar este artículo, que interrumpe la dedicación casi exclusiva que tengo para terminar mi tesis doctoral. Es mas que alarmante lo que leí en una nota sobre educación y las posibles consecuencias que eso traiga a futuro en Argentina.
Examinamos en primer lugar los números: de 374 a 389 (no es el aumento de la recaudación ni de puestos de trabajo), cambió el posicionamiento de la UBA, primera universidad argentina en el ranking de calidad de las universidades del mundo entre 2011 y 2010 (entre los países que tienen universidades mejor posicionadas figuran: Brasil, México, Taiwan o Singapur). El otro número es 12, y corresponde también al puesto que ocupa la UBA respecto de otras universidades latinoamericanas, donde solo es posible encontrar 8 universidades argentinas entre las 100 primeras universidades latinoamericanas. En el frente interno,podemos recordar que el 50% de los ingresantes a las universidades abandona antes de finalizar su primer año y que el examen de exhibe casi el mismo porcentaje de desaprobados en promedio entre todas las carreras (dejemos de lado las universidades privadas que son para consumo ciertos sectores sociales y cuyo ingreso esta ligado a la capacidad de pago de las cuotas que compran un título).
Respecto del rol de los egresados, los datos poco podemos decir de aquellos que se insertan en el sector privado ya que son mano de obra barata en empresas tras nacionales (un profesional argentino trabajando en Argentina, dentro de una empresa multinacional, cobra casi el 25% de lo que cobra un profesional que realiza el mismo trabajo en un país desarrollado). Los profesionales senior son los que mas dificultad tienen para reinsertarse laboralmente e incluso dentro del mismo estado son discriminados; ya que para cualquier trabajo o beca se requiere tener menos de 35 o 40 años de edad (quizás tendríamos mejor oportunidad de no ser discriminados si nos incluyéramos en la comunidad homosexual o transexual, pues al menos alguien en el INADI nos escucharía). Los profesionales que se insertan en el estado reciben peor paga que sus colegas que trabajan en el sector privado (entre un 30% y un 60% menos durante los primeros años, llegando a cuatro veces en niveles jerárquicos). Ademas, la producción del sector público en término de I+D, no llega al 5% de lo que se produce anualmente en forma particular (según la RITYC, Red Latinoamericana de Ciencia y Tecnología, el sector de investigación público produce casi 50 patentes anuales, frente a las casi 1000 del sector privado, y no precisamente laboratorios de empresas, sino mayoritariamente particulares). Debemos destacar que nuestro país produce casi una décima parte de las patentes que producen los países desarrollados y menos de un 20% de lo que produce Brasil.
A este pobrismo resultado en la calidad y los resultados del sistema universitario, debemos sumarle el estado de la educación secundaria, cuyo número es 58, posición que ocupa Argentina dentro de los 65 países evaluados por el informe PISA (lo realiza la OCDE) donde a jóvenes de 15 años se los evalúa en matemática, ciencias y comprensión de textos; mejores resultados obtuvieron chilenos, uruguayos, mexicanos, colombianos y los brasileños. Si queremos cambiar nuestro sistema nos llevaríamos una sorpresa ya que el país mejor posicionado es Finlandia, cuyo sistema educativo es igual al que acaba de abandonar la provincia de Buenos Aires por considerarlo inadecuado y que no producía resultados. La diferencia con Finlandia no es que un maestro finlandés cobra un gran sueldo (en realidad no es malo, pero está debajo de la escala de los sueldos medios), tampoco en un sistema represivo y autoritario, ya que el sistema educativo propone un sistema de metas consensuadas entre padres, docentes y alumnos, con base colaborativa (los alumnos mas adelantados ayudan a aquellos que tienen dificultades). Sin embargo hay dos diferencias entre el sistema finlandés y el argentino: el maestro finlandés goza de la mayor consideración social y ademas realiza 7 años de estudios a nivel universitario (equivalente a una licenciatura y una maestría) donde se especializa no solo en pedagogía, sino en ciencias (el famoso sistema operativo de computadoras Linux, fue desarrollado por un maestro: Linus Tordvalds), nutrición, psicología y primeros auxilios.
Tenemos que sumar al pésimo nivel de la educación secundaria, la falta de un sistema de educación técnica, ya que las tradicionales escuelas técnicas fueron eliminadas en la época del menemato y a pesar de anuncios de reinstalación, el sistema de educación técnica sigue ausente, o por lo menos reducido a una parodia del sistema tradicional que fuera orgullo de la educación argentina.
Ni hablemos del nivel primario, donde la escuela ha quedado convertida en una comedor comunitario, cuyo mayor problema es lograr la contención de problemas sociales de los alumnos, mas que contribuir a nivelar las oportunidades de los chicos mediante la educación.
En definitiva la educación responde al paradigma de la olla de Doña Petrona, que decía que o puede sacarse de una olla nada mejor de los que se pone en ella. Así nuestro sistema educativo recibe docentes mal pagos, peor capacitados, sometidos a requisitos burocráticos absurdos, con directivos que no cuentan con la antigüedad necesaria para adquirir experiencia y conocimiento del medio (actualmente con solo 2 años de antigüedad y rindiendo un examen se puede ser directivo de un establecimiento educativo de la Provincia e Buenos Aires, teniendo un título de 3 años de duración; casi igual que en Finlandia ¿no?), con alumnos que tienen graves problemas sociales, económicos y psicológicos, con una infraestructura inadecuada, con presupuestos educativos insuficientes y con una sociedad donde que considera que mostrar el culo en el programa de Tinelli es lago muy importante; nada puede obtenerse que sea mejor que lo que tenemos.
Podemos crecer económicamente, podemos darle de comer a todo el mundo, podemos tener ancianos bien asistidos, podemos tener un sistema de salud eficaz, pero si no tenemos educación tendremos un futuro peor o no tendremos futuro. Nuestra clase dirigente no manda sus hijos a educarse en la escuela pública, se perfecciona en universidades privadas o del exterior, sus urgencias: el poder y/o el lucro no otorgan importancia a la educación condenándonos a quedarnos sin historia ya que solo desde la educación se construyen las alternativas de cambio del presente.