Como dice la zamba, retorno de mi olvido del blog
ocupado en algunas otras cosas, como terminar mi tesis doctoral y publicar 3
libros: uno de seguridad, uno de análisis económico y otro de educación, temas
que he estado estudiando durante estos últimos años.
Pero todo retorno, fuerza a un “racconto” de lo que
sucedió para retomar el análisis cotidiano y no dejar un largo paréntesis entre
notas del blog. Retomemos desde las últimas elecciones, pues parece que estamos
en otro país, el bloque de candidatos del FPV, parece que ha entrado en una pelea
interna que no pertenece a las clásicas disputas del peronismo (las peleas de
gatos, como les decía el General). El realineamiento de aliados-enemigos que no
excluye a nadie que tenga opinión propia disidente de las dos posiciones
dominantes: la oficialista y “la otra”. El problema es que “la otra” no tiene
identidad, incluso el coincidir en términos políticos no garantiza pertenecer al
oficialismo, ya que parece que ser oficialista depende de manifestar en forma continua
y por todos los medios posibles, que se coincide con lo que dice, hace o piensa
el gobierno. Aún esta demostración de sumisión no garantiza ser oficialista, pues
siempre habrá algún inquisidor ideológico y revisor de historiales que
determine la expulsión del “nirvana” oficialista. Así se conforma un “ente”
opositor más poblado de expulsados o alejados, que un agrupamiento de la coincidencia
sobre un determinado proyecto político. A pesar de ello, los sectores
opositores más belicosos son los que surgieron de las rupturas de las alianzas políticas
del FPV, y generan los hechos opositores más difundidos, ya sea porque existe un
interés periodístico en difundirlos o porque los partidos opositores no generan
los hechos políticos que atraigan el interés de la gente. Simultáneamente, otros
sectores opositores agrupados en distintos frentes partidarios, asisten a los
hechos políticos (acertados o errados) como
convidados de piedra
El gobierno en lugar
de legitimar su posición, emergente de una elección mayoritaria, genera hechos
de corrupción, irrita con discursos que alimenta sus contradicciones y
desarrolla una gestión a todas luces es ineficaz. En el gobierno se distinguen claramente
cuatro grupos: algunos peronistas “verticalistas”, que poseen más voluntarismo
que capacidad; algunos que adhieren al proyecto político, pero no poseen cualidades
de gestión proactivas; algunos que adhieren por su propio interés, alimentando
los hechos de corrupción más difundidos; y por últimos quienes no tienen ni
coherencia política ni capacidad y que son quienes desgastan la gestión por su
manifiesta ineficacia (debo reconocer que esta caracterización de los sectores
internos del gobierno fue expresada por “el poronga” Moreno, y estos dichos me
resultan más creíbles que los índices del INDEC).
Para un peronista el
gobierno debe hacer lo que el pueblo quiere (los institucionalistas hablarán
del contrato social) y lo que el pueblo quiere, es por naturaleza, aquello que
carece. Hoy el pueblo carece de certeza sobre su futuro económico, vive una constante
falta de seguridad personal por el aumento
de la delincuencia, carece de una educación pública que nivele las oportunidades
de todos, carece de un sistema de salud pública que garantice la atención y
prevención de enfermedades y carece de un sistema de asistencia social que
evite que la gente con problemas quede excluida del tejido social del país.
Existen además hechos
particulares que caen en la categoría de expresiones de los problemas que planteamos,
y que les dedicaré las futuras notas. En síntesis, en el último año se acentuaron
las contradicciones del gobierno, contradicciones que se empezaron aponer de
manifiesto antes de las elecciones de 2007 y que con el trascurso del tiempo
han ido en un constante aumento. El principio del fin de la era K empieza a ser
percibido por todos, sus contradicciones son flagrantes, pero no es predecible la fecha de vencimiento.