miércoles, 13 de agosto de 2014

La confusión entre estado y gobierno



Mucha gente confunde estos dos conceptos, definamos estado como la estructura burocrática y de planta permanente que garantiza el cumplimiento de los derechos y obligaciones de un país (me gustaría mas decir nación, pero este concepto está muy devaluado por quienes tendrían que enaltecerlo, y esa es otra discusión); y gobierno es una organización política que dirige al estado por un período de tiempo limitado y de planta transitoria (ya que cumplido su período de gobierno los funcionarios políticos son reemplazados por los pertenecientes al nuevo gobierno). Estas definiciones que la mayoría de los politólogos o demás amanuenses de las “ciencias” (¿?) sociales me discutiría, está hecha en función de un concepto de ingeniería (disciplina proveniente de las ciencias exactas, y por lo tanto practicante del método científico formulado por Descartes), donde interesa describir la función, el alcance y los recursos. Para cualquier inquietud sobre el planteo de discusiones sobre esto los remito a la muy extensa bibliografía sobre sistemas y organizaciones, ya que desde tiempos inmemoriales la ingeniería planteó la forma de organización del trabajo y no lo ha hecho nada mal, considerando que pasamos de vivir en chozas, curarnos con rezos y brebajes, comunicarnos por señales de humo y comer lo que se cazaba, a la actual civilización (les recordaría a algunos escépticos que la ingeniería solo interviene en la producción y no en la distribución)
Dejando de lado este planteo epistemológico, volvamos al tema de estado y gobierno, los gobiernos conducen a la estructura del estado, y cuando la conducción de alguno de sus componentes altera su naturaleza original el gobierno reemplaza al estado y sus roles se confunden. Cuando los gobiernos no conducen y solo administran, el estado impone su burocracia sobre las políticas que pretenda implementar un gobierno. Esta es una tensión ineludible de entre las políticas de gobierno (particulares de un partido político) y las políticas de estado (en teoría las establecidas por consensos de mayorías parlamentarias). Cuando una mayoría circunstancial establece políticas de estado sin consensos el estado desaparece como expresión de continuidad entre distintos gobiernos, debilitando su propia naturaleza, y lo que es peor, restando presencia ante la ciudadanía. Por otra parte un gobierno sin poder y sin capacidad de negociación queda sometido a una presencia burocrática que limita su capacidad de realizar su propuesta política. El estado eclipsa al gobierno y este pierde legitimidad.
Las restantes instituciones esenciales del estado, el poder legislativo y el judicial, en un país republicano con un sistema presidencialista, tienen menor participación en el estado de la “cosa pública”. Los legisladores, que si bien cuentan con representación popular que respalda su función, rara vez surgen de la forma prevista en la constitución, sino que obtienen su postulación, nominación y hasta incluso su cargo, en virtud de su cercanía a referentes políticos o su obsecuencia con los mismos. Similarmente hay jueces, suelen llegar al ejercicio de su cargo por cercanías a distintos factores de poder (aquí no necesariamente influye el poder político, sino también corporaciones profesionales, religiosas, económicas, etc.).
Así, en un escenario donde los gobiernos presentan mas legitimidad de origen que los restantes miembros de los otros poderes del estado (por si hay que aclararlo, a un presidente se lo elije en forma directa, los legisladores surgen de listan sobre las cuales no hay elección directa, y los jueces surgen muchas veces por la influencia de algún factor de poder, de allí que el ejecutivo muestre una mayor legitimidad ante el pueblo), no es extraño que se tienten con ejercer su poder sin tener mucha consideración con el resto de los poderes, así se subordina el dictado de leyes o el cumplimiento de sentencias al criterio presidencialista.
La historia nos muestra muchos ejemplos de esto, así el aumento de las atribuciones que logra un presidente lo hace a costa de la pérdida de poder de los restantes componentes del estado, así la burocracia estatal cede lugar a funcionarios gubernamentales que lo colonizan con miembros de su grupo político. El riesgo que se corre, es la “feudalización” de sectores del estado. Entonces, desaparece el control cruzado de poderes que consagra nuestra constitución y el “funcionario político” se convierte en amo y señor del sector gubernamental a su cargo. Este es el primer paso hacia la corrupción, e incluso al delito de acción pública (algo que ya debe haberse erradicado de la legislación vigente por la misma influencia de la que hablamos).
También debe reconocerse, que no se llega a este estado d cosas sin la participación necesaria de la oposición política al gobierno, ya sea por acción u omisión. Por acción cuando pretende participar de un gobierno de distinto signo político, bajo la forma de alianzas, adhesiones o la mera negociación; y por omisión, cuando no genera una opción política alternativa que sea atractiva (o la menos vista como viable) para la mayoría de la ciudadanía. Lo peor es que así se legitima al grupo político en el gobierno.
Por último, el gobierno fracasa inevitablemente, ya que la falta de controles lleva a la pérdida de rumbo, que se expresa en un primer momento como contradicciones (entre la ideología declamada y las acciones de gobierno) y finalmente con el fracaso de las políticas implementadas (la corrección de las acciones emprendidas son la garantía de éxito de la implementación de una política). La principal consecuencia de su fracaso es la deslegitimación de la ideología declamada, por el fracaso del gobierno. Un ejemplo histórico, es el fracaso del gobierno comunista ruso, por el cual se consideró fracasadas las teorías marxistas (aunque la distancia entre las propuestas de Marx y las llevadas a cabo por los gobiernos rusos , eran enormes).
Valen todas las analogías que se quieran plantear en los gobiernos argentinos de los últimos 30 años, es un buen ejemplo de practica política.