Un viejo dirigente
peronista acuñó la frase: “sin traición no hay política”, la
frase es molesta y provocadora, pero no deja de plantear un
interrogante interesante de analizar.
La traición se puede
plantear con un abordaje desde la óptica de la ética política, con
dos visiones; una visión de justificación ética y otra de condena.
En el primer enfoque se podría evocar textos de autores de
identificación austroanarquista, donde la traición se asocia al
cambio de posición sobre un orden clasista establecido, y así surge
el traidor de clase que abandona su pertenencia de clase para luchar
por la reivindicación de las clases mas postergadas. El segundo
enfoque se plica a la falta de ética y se remonta a hechos como las
Termopilas en la antigua Grecia, Malinche durante la conquista del
pueblo azteca, e innumerables casos grandes y pequeños. Pero mas que
los hechos que abonan ambas posiciones, en la “realpolitik
argentina” ambos casos apuntan a un solo hecho: Se hace política
por ideales o por intereses.
La actual situación, que
es la continuidad de otras situaciones similares, es el mejor ejemplo
de este razonamiento. Quienes hacen política por interés ven el
final de ciclo del partido de gobierno y buscan un lugar dentro de
las estructuras previstas por el partido de gobierno para perdurar
(seguir currando sin laburar en serio), cuando evalúan que tienen
cierto potencial político a su favor, ya sea dentro de las futuras
estructuras de gobierno o como candidato electoral; traicionan. Son
estos mismos personajes que inventaron la frase “el que avisa no
traiciona” como excusa ética para su paso a las filas de algún
partido opositor. Estos personajes que abundan en la fauna política
de todos los partidos, son los primeros en postularse para cualquier
cargo (sobre todo si es rentado) y desde allí comienzan una carrera
plagada de chupadas de media, zanjadillas a compañeros para ocupar
su puesto (el que mayoritariamente pertenece al tipo que los
acomodó), censuras a cualquier crítica que alguien realice (sobre
todo por que la mayoría carece de capacidad intelectual y solo
pueden detectar aquello que no coincide con el discurso oficial que
repiten como mantra para ocultar su falta de ideas), y la lista
sigue, pero como muestras creo que bastan estos botones.
En el otro lado están
quienes hacen política por convicción ideológica, cuando estos
apoyan a un partido no reclaman cargos (y por lo general no se los
ofrecen), y si llegan a detentar alguno suele ser al principio de la
gestión de gobierno, cuando no existen las inevitables
contradicciones entre las ideas proclamadas y las acciones de
gobierno. En el medio tiempo del ciclo político del partido de
gobierno (el cenit de su prestigio político), cuando muchas acciones
de gobierno entran en contradicción con las ideas (o peor aún, la
ideología) declamadas, los partidarios que detentan cargos suelen
adoptar posturas críticas (en los pies dentro del plato) y también
suelen dejar sus puestos (aquí los oportunistas hacen su agosto,
criticando y postulándose para el cargo). A estos militantes o
funcionarios se les carga con el mote de traidores, por aquellos que
al final de ciclo serán los verdaderos traidores.
Un ejemplo de ello fué,
Raúl Scalabrini Ortiz, uno de los mas grandes intelectuales
argentinos, que fué uno de los fundadores de FORJA, dentro del
radicalismo irigoyenista, al cual no adhirió totalmente ya que fué
critico de muchas de sus medidas de gobierno. Cuando surge el primer
peronismo fué uno de sus mas ardientes propaladores, pero no formó
parte del gobierno y criticó duramente las medidas que el peronismo
tomo a finales de su primer ciclo. Durante los gobiernos que
siguieron al golpe de 1955, Scalabrini fue uno de los principales
críticos del desmantelamiento de las medidas que el estado de
bienestar del peronismo había conquistado. Incluso el mismo Perón
lo reconoce en sus escritos del exilio, y lo pone como ejemplo de
critico leal a su gobierno, cuando en realidad Scalabrini fue
consistente con sus ideas, mas que con los partidos de gobierno.
Así, la traición divide
el sentido ético de los militantes políticos, pero los verdaderos
traidores (los que actúan por interés propio) suelen ponerse en
evidencia al mejorar su situación personal luego de la traición.