domingo, 31 de octubre de 2010

La vida sin Néstor


Creo que el futuro próximo de la política argentina podría llevar ese título, cualquiera sea nuestra posición ideológica o personal respecto al ex presidente, nadie puede negar el espacio que ocupaba en la vida política nacional.
No podría ser absolutamente sincero si negara que me no me sorprendió la respuesta de la gente ante la inesperada muerte de Néstor Kirtchner, y más que la cantidad de gente que asistió, la movilización no organizada. Es innegable que durante su vida política dentro del PJ, la gente que acudía a los actos donde participaba era movilizada por los aparatos de la burocracia partidaria; pero la mayoría de la gente que acudió a la Plaza de Mayo y que hizo largas colas para darle un último adiós llegó en forma espontánea y sin ser movilizada. De hecho la convocatoria de Moyano para el jueves al mediodía no alteró la fisonomía de los alrededores de la casa de gobierno.
Un análisis racional de lo ocurrido me obliga a ver que en la repentina muerte de Néstor confluyeron cuatro factores: el emocional, el político, el institucional y el mediático. En lo emocional lo inesperado de la muerte, la separación de una pareja de más de 30 años de convivencia y la interrupción del proyecto de vida compartido genera una empatía en una sociedad donde muchas parejas no pueden llevar adelante una vida en pareja, donde muchas mujeres llevan adelante los proyectos que alguna vez fueron compartidos, donde muchos hijos sufrieron la separación de su núcleo familiar y donde la solidaridad para quienes sufren pérdidas irreparables, afortunadamente, sigue siendo un valor que se conserva en medio de la pérdida de otros valores. Desde lo político, Néstor era el fundador de una línea política que no solo gobernaba el país, sino que presidía la organización política burocrática de mayor peso en el país: el PJ; su ausencia genera una vacío de poder, que para volverlo a llenar, puede generar pugnas violentas, como nos lo muestra nuestra historia reciente. El apoyo político que dieron los militantes peronistas garantiza la transferencia de ese poder a Cristina, como seguro de una sucesión no violenta y como apoyo a una línea de gobierno que aventaja en mucho a la actual oposición en la generación de propuestas nacionales, populares y progresistas. Desde lo institucional, Néstor era un ex presidente, cuyo mandato terminó con el suficiente apoyo popular, como para posicionar a Cristina como candidata y llevarla a la presidencia, era diputado nacional y secretario general del Unasur, la mayoría de los presidentes latinoamericanos acudieron a despedirlo, más que como gesto protocolar, como reconocimiento a quien impulsó su creación y como garantes de la continuidad institucional democrática del país, algo que forma parte del consenso logrado en el organismo y con lo que se han comprometido la mayoría de los gobiernos latinoamericanos. Por último, la cobertura mediática difundió el clima de apoyo no organizado que tenía la movilización espontánea de la gente; algo que debe haber influido para que quienes también deseaban expresar su adhesión o solidaridad concurrieran sin temor a compartir un espacio con “aparatos” movilizados, que no siempre tienen un comportamiento pacífico.
El análisis racional me explica muchas cosas, pero en el fondo soy peronista y donde está el pueblo está la causa, independientemente de las razones intelectuales, la componente emocional me propone otras conclusiones: el pueblo apoyó a un líder y el pueblo apoyó a Cristina como heredera de ese líder. Se demostró que el pueblo no necesita aparatos burocráticos, es más, cuando el pueblo se moviliza espontáneamente, los aparatos quedan eclipsados; la movilización de la CGT con Moyano a la cabeza fue un ejemplo más que palpable, en una plaza dominada por un sentimiento auténtico, la “aparateada” de Moyano se diluyó. El apoyo popular, político e institucional que se le brindó a Cristina, le otorga una seguridad y un poder que su gobierno no tuvo hasta ahora, lo que garantiza la continuidad del régimen político institucional e incluso le otorga un liderazgo político frente a una oposición, que salvo excepciones, es realmente mediocre y cuya reacción ante la muerte de Néstor lo confirmó.
La muerte de Néstor cerró su cuenta de debe y haber político, en vida, la proyección a futuro de sus actos dominaba ese balance. El apoyo popular a Cristina, nos obliga a quienes disentíamos con los resultados de su proyecto político a ser respetuosos de esa expresión popular. El balance de la vida política de Néstor, a criterio de la gente fue positivo y debemos respetarlo, al menos si nos decimos peronistas.
Se abre a futuro un abanico de posibilidades que no incluyen a un gobierno políticamente débil, ni a una presidenta incapaz de sobrellevar el peso de su cargo. Las posibilidades futuras estarán condicionadas a las alianzas que se conformen en este nuevo escenario político. De todos modos, el saco de Néstor le queda demasiado grande a muchos de los que pretenderán ponérselo, desde su propio entorno cercano y desde sectores no tan próximos a la agrupación que él lideró. Ellos no vacilarán en proponerse como continuadores de un proyecto político que por su enunciación genera más adhesiones que por sus resultados.
De ahora en más, tendremos que vivir sin Néstor, para quienes lo quisieron, para quienes se identificaron con él, para quienes tenemos una visión critica de su gestión y aún para quienes lo combatieron políticamente el escenario no será el mismo y eso demuestra la dimensión que tuvo y que la gran mayoría le negamos.
Néstor descansa en paz, su vida no fue en vano.


sábado, 23 de octubre de 2010

El límite es la vida

Confieso que esta frase, que recibí en un mail que empezó a circular después de los incidentes que costaron la vida de un joven de 23 años, me conmovió. Volvieron a mi cabeza rostros de compañeros de colegio, de profesores y de desconocidos cuya vida era arrancada por la violencia de una burocracia político-sindical. Corrían los primeros años de la década del 70 y “la violencia de arriba generaba violencia de abajo”, pero los muertos no eran los de arriba, eran jóvenes, eran los chicos los que recibían los disparos asesinos.

En esos años no me identificaba con el peronismo, creía como creo, en un movimiento nacional, popular y progresista, pero me distanciaba del peronismo la violencia, una violencia que se descontroló, y que se ejercía desde distintas posiciones del movimiento, una violencia que terminó invocando al peor de los demonios: la dictadura militar. En esos años estaba deslumbrado por la lectura de los documentos de la FORJA, autores como José María Rosa, Scalabrini Ortiz o Jauretche me acercaron al PI. Tuve la oportunidad de conocer personalmente al Dr. Alende por gestión del padre de un amigo mío; eso selló mi acercamiento al Partido Intransigente ya que la luchas internas del peronismo, por el que no sentía rechazo, me impedían acercarme a él. Ese distanciamiento del peronismo fue, en gran medida, por que los sectores con los que tenía más afinidad adherían a propuestas basadas en la violencia o directamente a las teorías del foco.

El comienzo del tercer gobierno de Perón dio origen a una lucha armada entre sectores de izquierda y derecha, la burocracia sindical se alineó con sectores de la derecha peronista y en Bahía Blanca todos recordamos patotas de sectores sindicales ligados al dirigente sindical Rodolfo Ponce. En esos días era común que aparecieran jóvenes dirigentes opositores baleados o muertos en las rutas. Recuerdo que alguien con mal gusto, puso un cartel en un sector donde solían aparecer estas victimas, diciendo: “Prohibido arrojar cadáveres”.
La violencia no disminuyó, sino que a la muerte de Perón, la triple A comenzó una escalada de violencia desde el propio gobierno que culminó con la peor violencia de todas, la que generó el terrorismo de estado, durante el llamado proceso de reorganización nacional. La barbarie de esta violencia opacó cualquier violencia anterior ocurrida en el periodo de gobiernos constitucionales e incluso en el anterior período del gobierno militar dictatorial, llamado revolución argentina.

Durante esos años, vi que la mayoría las victimas de esa violencia eran jóvenes que pertenecían al movimiento peronista, el aparato burocrático político-sindical sufrió solo detenciones simbólicas (si se las compara con las detenciones, torturas y desapariciones que sufrieron los jóvenes militantes).
Cunado terminó el horror, creí que habíamos aprendido la lección, que la violencia no sería mas un instrumento de la política y mucho menos que se ejercería por parte de la cúpula de la burocracia sindical. Alende me había decepcionado, su foto con los militares en Malvinas, avalando el desesperado intento de una cúpula militar en decadencia por mantener el poder me alejó del partido intransigente. Malvinas pudo ser un error admisible para los jóvenes que sentíamos la necesidad de una reivindicación histórica de nuestro derecho soberano, pero no para un hombre de la trayectoria de Don Oscar.

En esos años descubrí un Perón que no había conocido, heredé de mi abuelo (que lo había conocido en la Escuela Superior de Guerra) un montón de libros sobre el peronismo, libros que estuvieron prohibidos y que se salvaron en los baúles del sótano de su casa. Descubrí la dimensión del estadista, la pasión del hombre, descubrí a Evita, comprendí al movimiento y desde entonces me sentí parte del movimiento. Aprendí con la militancia la diferencia entre partido y movimiento, encontré la ética cívica en la acción política que reivindica la búsqueda del poder como medio para producir los cambios que necesita la patria y no como fin. Acepté que los cambios que se requieren no pueden llegar sin que los intereses que se van a perjudicar resistan y que la violencia puede ser inevitable, pero con un límite: LA VIDA.

Ayer ese mail, me hizo recordar todo ese proceso, pero por sobre todo mi límite para aceptar cierta violencia imprescindible cuando se alteran la relaciones de poder. Por eso fui a la plaza para reclamar por ese chico de 23 años, por eso hablé con mis alumnos de la universidad que tienen mas o menos la misma edad, por eso reafirmo mi convicción, puede existir violencia cuando se alteran la relacione de poder, pero EL LÍMITE ES LA VIDA.

JUICIO Y CASTIGO A LOS CULPABLES DEL ASESINATO DE MARIANO FEREIRA, CARCEL A LOS INSTIGADORES Y RESPONSABLES DIRECTOS Y CONDENA SOCIAL A LOS RESPONSABLES POLÍTICOS