Existen
realidades paralelas, personas que ni se conocen y pertenecen a
distintos sectores sociales, pero cuyas historias de vida son muy
similares. Así, un zafrero en Tucumán y un profesor de Shangai
recorren las mismas circunstancias de vida y se podría trazar un
paralelismo entre ellos, la literatura ha jugado muchísimo con ello.
Por ello se me ocurrió trazar un paralelismo entre el fútbol y la
política en nuestro país.
Ambas
cosas despiertan pasiones y polarizan a la gente. Es curiosa esta
tendencia que tenemos los argentinos de dividir nuestras opiniones,
simpatías y hasta pasiones. Si trazamos el paralelismo entre fútbol
y política, tenemos que definir un comienzo para mirar similitudes y
diferencias. El origen de la política deberíamos fijarlo a
comienzos de la década de 1880, en la llamada organización
nacional, donde las guerras civiles se reemplazaron por
“escaramuzas”, “chirinadas”, golpes militares y dictaduras.
El origen del fútbol, podríamos ponerlo en los partidos organizados
por trabajadores de los ferrocarriles ingleses, donde el fútbol tomo
raíz popular, ya que anteriormente era una práctica en colegios
ingleses, pero sin arraigo en la gente común.
Tomemos
como elementos para trazar este paralelismo la adhesión popular, los
aspectos económicos y la participación popular; todo en un contexto
del transcurrir histórico, donde en algunos momentos ambos la
política y el fútbol tienen conexiones muy marcadas.
La
política se conforma en su origen en torno a representantes con
mayor o menor grado de representación popular, hasta que, con el
sufragio universal y el surgimiento del Irigoyenismo se inicia un
período de dirigentes políticos con representación popular
genuina. La política se tiñe de antagonismos de naturaleza heredada
y de una nueva clase de antagonismo: el que surge por el apoyo que se
obtiene en distintos sectores sociales. A partir de allí, los
partidos políticos asumen la representación de los intereses en que
se soportan; algunos en las clases mas populares, otros en intereses
económicos, otros en sectores medios y otros en grupos minoritarios
pero de cierta relevancia. El dirigente deja de ser un representante
del “partido político” y pasa a ser un representate de los
intereses que defiende. Curiosamente, en esa transición el dirigente
pasa a ocupar cargos rentados, ya sea por la naturaleza del cargo o
porque se asigna una remuneración por su función (dieta, gastos de
representación, etc.). Esos cambios conducen a la conformación de
una “casta”, donde muchos dirigentes hacen de la representación
política su forma de vida. Finalmente la representación que tenían
los partidos políticos se transfiere a los dirigentes y estos a su
vez, buscan ampliar su base de representación independientemente de
su partido político de origen. Esta transición de nota en el
lenguaje utilizado por los dirigentes políticos, se habla de
“espacio político”, “coincidencias programáticas”,
“representación”, etc., en realidad la imagen que se tiene de la
representación política se asienta en personas y no en partidos o
ideologías. Esta transición requiere de una nueva forma de hacer
política, asesores de imagen, encuestas, presencia en los medios de
comunicación, etc. Pero esta nueva forma de hacer política empodera
a los medios de comunicación como “constructores” de dirigentes
y a intereses económicos que aportan publicidad, estudios de imagen,
encuestadores, etc.
En
el fútbol, su origen inglés limitó espacio inicial a los colegios
privados o confesionales, la popularización llegó de manos de los
ferrocarriles, donde los trabajadores ingleses alternaban con los
argentinos y fue estimulado como actividad recreativa. Su alto nivel
de participación llevó a la conformación de clubes, ligados a los
ferrocarriles o a barrios donde estos contaban con gran cantidad de
empleados. Las tradicionales rivalidades barriales encontraron cauce
en este juego y pronto se organizaron campeonatos y asociaciones que
regulaban estos campeonatos, su origen fue voluntario, pero muchas
de sus actividades requerían una dedicación de tiempo completo y la
actividad se fue profesionalizando. En su evolución a la
profesionalización no se elevaba al jugador por encima de su club,
un jugador tenía el llamado “amor por la camiseta”. El mayor
auge del juego aumentó su importancia económica, y los jugadores
pasaron a ser una “mercancía” a la que los clubes accedían para
mejorar su nivel de juego. Hoy el jugador trasciende a los clubes en
los que juega, y el fútbol tiene una relevancia económica tan
significativa que trasciende al mismo juego. Aquí también los
medios influyen en la cotización de jugadores y técnicos, un club
que quiera participar en un nivel de competencia importante, tiene
que contar con apoyos económicos e incluso políticos para lograr
esto.
Así,
los protagonistas de la política y el fútbol comparten una historia
evolutiva donde tuvieron inicios en estructuras que los definían (el
equipo y el partido), y evolucionaron a un protagonismo dependiente
de apoyos mediáticos y económicos, e independientes de su origen.
Tanto en la dirigencia de la política y del fútbol se crearon
sistemas clientelistas e incluso delictivos, la violencia los
atravezó a ambos, lograron apoyos masivos, se acercaron a élites
económicas e intelectuales, se sospecha de vínculos con los peores
sectores de la sociedad (crimen y narcotráfico) y finalmente
lograron desvirtuar su imagen originaria.