lunes, 3 de septiembre de 2018

El problema no es la economía es la política


El problema no es la economía es la política (antes del 29 de agosto de 2018)


Una multitud marchó a Plaza de Mayo en reclamo de mayor presupuesto y salarios dignos. (Mario Quinteros)


El número que atormenta a casi todo el país es que en lo que va del año el dólar duplicó su valor, algo que según el álgebra que se utilice para calcularlo, dará un 100% o un 50% (milagro aritmético que hacen los economistas, según utilicen la diferencia entre valor actual y valor de referencia, o al revés). En contra de la opinión de muchos, considero que el problema no es económico, sino político.
Para fundamentar esta afirmación podemos, en primer lugar, un argumento económico, ya que los economistas dicen que determinados precios son determinados por la oferta y demanda (si la demanda es elástica) y que la demanda puede ser producto de las expectativas las cuales no siempre son racionales. En este caso se generaron distintos hechos de naturaleza política que crearon un ambiente de duda respecto a la real situación económica. Esta economía real es la que se aprecia en la producción agropecuaria, la actividad industrial, financiera y comercial. Si repasamos estas áreas, veremos que los números no se corresponden con una crisis real como sería una catástrofe natural, una perdida importante de cosechas, o una crisis tecnológica.
¿Que produjo la crisis cambiaria? Una crisis de confianza, pero no por un hecho en particular, sino por una suma de hechos, cuya naturaleza fueron de origen político. El primer hecho fue la soberbia de varios funcionarios del gobierno de Cambiemos, luego de la elección de 2017, creyendo que ganar una elección validaba una mala gestión y la falta de planes políticos que dieran previsibilidad a una gestión donde las equivocaciones fueron frecuentes (hay que dejar en claro que equivocación y error no suele ser lo mismo).
Un segundo factor de la crisis de desconfianza fue la falta de centralización de la política económica, si bien sería esperable que personas surgidas del ámbito empresarial estuvieran familiarizados con el concepto y práctica de la sinergia de organizaciones. Algo que surge naturalmente en organizaciones con una fuerte conducción personalista, o se ajusta con permanentes recambios de aquellos que se apartan, por distintos motivos, de los objetivos prefijados. En un entorno donde priman los objetivos comunes y no hay conflictos entre las partes, es posible un liderazgo light y el manejo por los distintos “tableros de control” que abundan en las teorías del management. Pero en política, los objetivos de los miembros de un gabinete no son los mismos ya que existen distintas motivaciones e intereses; así es inevitable que surjan conflictos y por lo tanto no es factible una conducción basada en el “laisser faire” que suele ser frecuente en los ámbitos empresariales. En este entorno, los tableros de control solo reflejan una pequeña parte de lo que sucede, lo que hace imposible un control eficaz de la acción de gobierno.
El tercer y no menos importante es la mala comunicación, el gobierno parece que hablara al “país jardín de infantes” de María Elena Walsh, donde no muestra la gravedad de algunos hechos, pensando quizás que no es bueno comunicar malas noticias, o subestimando la capacidad de entender los hechos por parte de la sociedad.
Contribuyó en parte la mala gestión en distintas áreas del gobierno, como lo ha sido en el tratamiento de la paritaria de los docentes universitarios y la falta de cumplimiento del presupuesto que debía enviarse a las universidades nacionales y que provocó la marcha federal por la educación publica del 30 de agosto.       



El problema no es la economía es la política (después del 3 de septiembre de 2018)

El gobierno finalmente acusó el impacto de la crisis cambiaria ante la imposibilidad de estabilizar el precio del dólar y la falta de cumplimiento de las metas acordadas con el FMI. El intento por buscar una solución política con los aliados electorales de Cambiemos mostró (y creo que también le mostró al gobierno) las miserias de la dirigencia política, donde distintos dirigentes creyeron que el gobierno aceptaría condicionamientos a cambió de ayuda y no se privaron de buscar la mayor ventaja posible al ver su debilidad. Pero no contaron con la capacidad de resilencia del gobierno, quien (al mejor estilo kirchnerista) dobló la apuesta reorganizando su estructura y adelantando el cumplimiento de las metas fiscales con el FMI (déficit fiscal cero) a cambio del adelantamiento de las entregas del préstamo otorgado, para así cubrir todas las obligaciones financieras de 2018 y 2019.
Si bien la apuesta es bastante riesgosa, el aumento del dólar hizo parte del trabajo, también facilitó la creación de un impuesto de emergencia (entre un 7% y un 10% de las exportaciones) poco criticable para quienes tienen que pagarlo, compensando con el mantenimiento de las retenciones a la soja al valor final de la quita (18%, lo que arroja una compensación de 7%) y garantizando el fondo sojero a las provincias, con quienes tiene que acordar el esquema del nuevo presupuesto 2019.
Así, de lograr la aprobación del impuesto de emergencia, el presupuesto 2019 y el nuevo acuerdo con el FMI, el gobierno tendría un horizonte de estabilidad macro económica hasta 2020. Si genera ingresos extraordinarios por aumento del valor internacional de los bienes primarios (en el hemisferio norte las catástrofes climáticas pueden influir) y el aumento de otras exportaciones (por mas competitividad del tipo de cambio), el gobierno dispondrá de ingresos que podrá asignar libremente en un año electoral. Además, de poder reducir el valor de las tasas de interés, junto con la barrera natural de bienes importados caros, logrará una reactivación Pyme que tendrá impacto en la generación de puestos de trabajo y suba de consumo sobre mediados de 2019 (antes de las elecciones donde los bolsillos parecen ser los órganos que rigen el pensamiento político de la sociedad). Así, de lograr esto, el gobierno puede esperar un escenario favorable para las próximas elecciones nacionales, si no quizás pueda terminar su mandato como “pato rengo” y entregar el gobierno a una alianza peronista.






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