Años atrás, recorriendo Plaza Italia, en busca de libros (en esas ferias suele encontrarse algunos libros salvados de quemas y limpiezas ideológicas, fomentadas sobre todo por el miedo a ser descubierto con alguno de esos ejemplares) vi un puesto de venta de libros sobre temas políticos con un gran cartel que decía “Quiosco Ideológico”, en ese momento me resultó divertido el nombre y hoy me vino a la memoria ese cartel al mirar la oferta cultural en distintos medios gráficos y por Internet, lo que me hizo hacer la siguiente reflexión, que quiero compartir.
Actualmente se ha comercializado el apoyo político, sobre las bases de obtener subsidios, espacios o ayuda económica directa o indirecta, para expresar de distintas maneras apoyo a políticos, o a gestiones políticas. Lo curioso, no son los grandes beneficiarios, que por su estructura o dimensión se benefician del apoyo que brindan al poder, que quede claro que no me refiero a grandes medios gráficos, radiales o televisivos, sindicatos, agrupaciones de distinto tipo, asociaciones empresariales, etc. Mi análisis se dirige a esos pequeños grupos o personas de escaso nivel de trascendencia, que medran con su apoyo al poder encolumnándose sobre segundas o terceras líneas del poder o de sectores con cierto poder.
Los quiosquitos adoptan distintas formas según quién o quienes lo conforman, es común ver programas de cable con mínima audiencia entrevistando a funcionarios de tercer nivel para abajo que gozan de publicidad oficial, o ignotos opinólogos criticando cualquier cosa con propaganda de sectores netamente antioficialistas, porque los dueños de estos quiosquitos son transversales a las ideologías, practican una subsistencia marginal a partir de las migas que caen de la mesa donde la casta política disputa su alternancia en distintos puestos de poder. También es curioso ver, como en función de urgencias coyunturales o electorales, se potencian estos quiosquitos de opinión, y como a veces sorprende las criticas que estos hacen a quienes los esponsorean, lo que según un amigo mío periodista, es solo un preludio al pedido de aumento de la pauta publicitaria.
Otros quiosquitos, están conformados por minúsculas agrupaciones políticas y asociaciones de distinto pelaje que subsisten mediante la administración de planes o proyectos oficiales, convirtiéndose en ejecutores marginales de un clientelismo político que por su dimensión cuantitativa no es relevante (nunca podrían amenazar al gobierno de turno con cortar una avenida si no le dan mas plata). Estos grupos firman solicitudes de apoyo o repudio según la conveniencia del poder de turno que los sostiene, consiguen a fuerza de ruegos y choripanes llenar un colectivo de gente para los actos “multitudinarios”, donde protagonizan épicas batallas por la ubicación de sus “trapos” en un lugar preferencial y sus miembros se desesperan por fotografiarse con las primeras líneas del poder.
Los últimos quiosquitos, los menos simpáticos, lo conforman una pléyade de pseudo intelectuales, especialistas titulados o yuppies expulsados del sistema empresarial por su propia incapacidad. Estos conforman grupos de “expertos” y son los eternos candidatos a puestos de gobiernos, se ofrecen impúdicamente en reuniones de las segundas líneas de poder con la esperanza de ser mencionados como candidatos a ocupar algún cargo. Su quiosquito es el puesto, donde tratan de trepar con halagos e intrigas, pasando en su gestión lo más desapercibido posible, jamás se juegan en función de una ideología que no poseen, su propio interés es el principal objetivo de su gestión; y a través del cual miden cualquier acción que tomen. Si consiguen trepar son quienes paralizan cualquier proyecto, ya que serán eternos dilatadores, estudiarán cualquier proyecto hasta la exasperación o hasta que los promotores del proyecto lo abandonen. Si son expulsados del poder se convertirán en exaltados opositores y exhibirán la parálisis de su gestión como argumento de cómo desde su puesto trataban de “encausar” a un gobierno con el que ellos discrepaban. Otros personajes, elijen el subsidio como quiosquito, son los que pueden estudiar, presentar trabajos, participar en congresos presentarse oportunamente desde el campo intelectual como soporte o crítica, de cualquier gestión que los apañe, escriben libros a favor o en contra, ocupan espacios culturales o en los medios (oficialistas u opositores, según para donde juegue) su obra se difunde y logran un inmerecido reconocimiento por una tarea que en definitiva es un acto mercenario.
Pero quiero rescatar a los protagonistas de otros quiosquitos, los que subsisten empecinadamente en al lucha por una ideología o un ideal, los que utilizan sus espacios como una forma de subsistencia que les permite una militancia mas activa y venden publicidad de mínimas expresiones gráficas y espacios radiales o televisivos, arman puestos de venta de libros que divulgan sus ideas. Estos grupos, generalmente de personas idealistas, que militan en grupos políticos, sociales, medioambientales o religiosos y que se sostienen mínimamente con esas actividades, son quienes merecen un reconocimiento ya que utilizan sus quiosquitos como forma de sostén de una militancia activa en la que realmente se comprometen.
Nadie que haya realmente militado en algunos de los campos que mencioné desconoce la existencia de estos quiosquitos, tampoco yo, pues como decía Alberto Cortes en su canción del pequeño burgués “lo se por mi propia experiencia”.
Actualmente se ha comercializado el apoyo político, sobre las bases de obtener subsidios, espacios o ayuda económica directa o indirecta, para expresar de distintas maneras apoyo a políticos, o a gestiones políticas. Lo curioso, no son los grandes beneficiarios, que por su estructura o dimensión se benefician del apoyo que brindan al poder, que quede claro que no me refiero a grandes medios gráficos, radiales o televisivos, sindicatos, agrupaciones de distinto tipo, asociaciones empresariales, etc. Mi análisis se dirige a esos pequeños grupos o personas de escaso nivel de trascendencia, que medran con su apoyo al poder encolumnándose sobre segundas o terceras líneas del poder o de sectores con cierto poder.
Los quiosquitos adoptan distintas formas según quién o quienes lo conforman, es común ver programas de cable con mínima audiencia entrevistando a funcionarios de tercer nivel para abajo que gozan de publicidad oficial, o ignotos opinólogos criticando cualquier cosa con propaganda de sectores netamente antioficialistas, porque los dueños de estos quiosquitos son transversales a las ideologías, practican una subsistencia marginal a partir de las migas que caen de la mesa donde la casta política disputa su alternancia en distintos puestos de poder. También es curioso ver, como en función de urgencias coyunturales o electorales, se potencian estos quiosquitos de opinión, y como a veces sorprende las criticas que estos hacen a quienes los esponsorean, lo que según un amigo mío periodista, es solo un preludio al pedido de aumento de la pauta publicitaria.
Otros quiosquitos, están conformados por minúsculas agrupaciones políticas y asociaciones de distinto pelaje que subsisten mediante la administración de planes o proyectos oficiales, convirtiéndose en ejecutores marginales de un clientelismo político que por su dimensión cuantitativa no es relevante (nunca podrían amenazar al gobierno de turno con cortar una avenida si no le dan mas plata). Estos grupos firman solicitudes de apoyo o repudio según la conveniencia del poder de turno que los sostiene, consiguen a fuerza de ruegos y choripanes llenar un colectivo de gente para los actos “multitudinarios”, donde protagonizan épicas batallas por la ubicación de sus “trapos” en un lugar preferencial y sus miembros se desesperan por fotografiarse con las primeras líneas del poder.
Los últimos quiosquitos, los menos simpáticos, lo conforman una pléyade de pseudo intelectuales, especialistas titulados o yuppies expulsados del sistema empresarial por su propia incapacidad. Estos conforman grupos de “expertos” y son los eternos candidatos a puestos de gobiernos, se ofrecen impúdicamente en reuniones de las segundas líneas de poder con la esperanza de ser mencionados como candidatos a ocupar algún cargo. Su quiosquito es el puesto, donde tratan de trepar con halagos e intrigas, pasando en su gestión lo más desapercibido posible, jamás se juegan en función de una ideología que no poseen, su propio interés es el principal objetivo de su gestión; y a través del cual miden cualquier acción que tomen. Si consiguen trepar son quienes paralizan cualquier proyecto, ya que serán eternos dilatadores, estudiarán cualquier proyecto hasta la exasperación o hasta que los promotores del proyecto lo abandonen. Si son expulsados del poder se convertirán en exaltados opositores y exhibirán la parálisis de su gestión como argumento de cómo desde su puesto trataban de “encausar” a un gobierno con el que ellos discrepaban. Otros personajes, elijen el subsidio como quiosquito, son los que pueden estudiar, presentar trabajos, participar en congresos presentarse oportunamente desde el campo intelectual como soporte o crítica, de cualquier gestión que los apañe, escriben libros a favor o en contra, ocupan espacios culturales o en los medios (oficialistas u opositores, según para donde juegue) su obra se difunde y logran un inmerecido reconocimiento por una tarea que en definitiva es un acto mercenario.
Pero quiero rescatar a los protagonistas de otros quiosquitos, los que subsisten empecinadamente en al lucha por una ideología o un ideal, los que utilizan sus espacios como una forma de subsistencia que les permite una militancia mas activa y venden publicidad de mínimas expresiones gráficas y espacios radiales o televisivos, arman puestos de venta de libros que divulgan sus ideas. Estos grupos, generalmente de personas idealistas, que militan en grupos políticos, sociales, medioambientales o religiosos y que se sostienen mínimamente con esas actividades, son quienes merecen un reconocimiento ya que utilizan sus quiosquitos como forma de sostén de una militancia activa en la que realmente se comprometen.
Nadie que haya realmente militado en algunos de los campos que mencioné desconoce la existencia de estos quiosquitos, tampoco yo, pues como decía Alberto Cortes en su canción del pequeño burgués “lo se por mi propia experiencia”.
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