Después que
el seleccionado de fútbol perdiera la final de la copa América con
el seleccionado chileno, se desató la gran pasión argentina...
hablar al pepe.. (escatologías aparte). Quien crea que el fútbol es
la pasión argentina se equivoca, los argentinos ademas de ser
inmaduros e inseguros, somos habladores seriales e incontinentes. Lo
primero fruto de la falta de un modelo social que nos defina y por la
gran variabilidad de tiene nuestra forma de vida, que oscila entre
una dictadura (para quienes la vivimos y la sobrevivimos) y una
democracia apática. En ese contexto hablamos de cualquier cosa somo
si supiéramos, el fútbol en particular, pero no se agota allí, las
infinitas posibilidades de opinar como experto de cosas sobre las
cuales no tenemos la mayor idea.
Volvamos al
fútbol, el día después de este y de cualquier partido, escuchamos
críticas de gente que nunca jugó en serio al fútbol (salvo en un
“picadito” de amigos, para “enseñar” a hijos, sobrinos o
cualquier chico que tenga que sufrirlo), hablan como si fueran
expertos periodistas (y no porque los periodistas sepan jugar al
fútbol, sino por ver muchos partidos y en algunos casos estudiar el
deporte), directores técnicos o analistas deportivos. Nunca se
escucha “me parece a mi”, o “podría ser”, o “tal ves”,
“quizás”, etc. siempre las cosas “son”, “fueron”, “se
tiene que”, el uso del condicional desnuda la prepotencia de la
opinión, algo reservado a quienes tienen verdadera autoridad para
hablar del tema (los cuales la mayoría de las veces lo la ejercen).
¿Porque
somos así (no me excluyo)?, ¿de donde sale esta arrogancia? ¿porque
pretendemos saber de algo sobre lo que no tenemos el necesario
conocimiento?. La primer respuesta que me formulo es a partir de
definir al argentino medio como mediocre e inmaduro, así en ese
imaginario personal donde nos negamos como fracasados (un mediocre es
alguien que no pudo ser quién deseó ser), nos asumimos con una
autoridad que no tenemos. Así alguien que no sabe nada de fútbol,
habla como si fuera el mejor jugador, director técnico o periodista
deportivo; lo mismo si hablamos de política, de salud, de seguridad,
de lo que sea; siempre se habla con una autoridad que no se tiene.
Todos arman
(armamos) el mejor equipo de fútbol, le decimos a un basketbolista
como Ginóbili, como jugar, a un tenista como Del Potro como debe
usar la raqueta, tenemos la solución a todos los problemas que
enfrenta una gestión política, sabemos como ganar un partido, una
elección y como curar una gripe. Pero, al final del día, nos ocurre
lo mismo que con el retrato de Dorian Grey, el espejo nos devuelve la
realidad, no jugamos decentemente al fútbol o a cualquier deporte,
no tenemos si formación ni militancia política, y no somos médicos.
De golpe vemos reflejado en el espejo nuestra mediocridad, y en lugar
de asumir en forma madura nuestras limitaciones y construir una vida
con ellas, actuamos como personas inmaduras, nos ponemos el disfraz
de “opinólogo” y nos mentimos a nosotros mismos para ocultar
nuestro fracaso personal.
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