domingo, 30 de noviembre de 2008

La insoportable levedad de ser peronista

Parafraseando a Kundera, estoy en la misma duda metafísica sobre la necesidad del retorno a lo ya vivido para darle sentido a nuestra realidad. Esa duda no la sufrió mi abuelo ya que en ese entonces ser peronista estaba claro, estaban las Veinte Verdades, la Doctrina y Perón con Evita.

Primero nos dejó Eva y perdimos el alma de la militancia apasionada, de la entrega revolucionaria sin ninguna restricción, el espejo en que las juventudes se querrían ver reflejada años mas tarde, pero ese gorrión volaba con un cóndor, que le ampliaba el horizonte y le mostraba que la política era la praxis de un estadista.

Luego, la resistencia continuó las enseñanzas que se plasmaron con charlas clandestinas, con reuniones sin nombres, escuchando la voz de Licurgo, mostrando como se construyó una obra que no pudo ser ocultada ni derrumbada a pesar de los esfuerzos que se hicieron para disimular que un pueblo, a través de un líder que lo comprendió, fue feliz.

El tiempo llevó a que los jóvenes que pudieron acceder a las universidades tomaran conciencia que estaban allí porque hubo un movimiento que cambió la distribución de la riqueza, creó un acceso verdadero a la educación para que esta fuera una fuente de igualdad social, los obreros estaban organizados y sus reclamos trataban de que no se perdieran las conquistas que habían logrado. Los militantes políticos visitaban villas enseñando, para que la educación sirviera para superar la situación de emergencia social, porque la pobreza era eso, una situación de emergencia, algo transitorio, una etapa en la transición de la vida del interior a la urbe. Los grupos religiosos pedían la liberación de la dependencia del pecado, que no era espiritual, era terrenal, era un pecado de indiferencia de los que más tenían hacia los más humildes. Era un tiempo de gestas, en donde hasta se pensó en un peronismo sin Perón.

Inevitablemente el pueblo recuperó a su líder que más que león herbívoro era un león viejo y enfermo, que vino a morir tratando de recuperar el sueño del movimiento nacional y popular, pero muchos no lo entendieron, otros se entronaron en su nombre usando la violencia y su cercanía al líder.

El pueblo lloró una vez mas, por sus muertes y la muerte del viejo líder….. El pueblo siguió llorando por la ausencia de sus seres queridos, de su libertad, de sus derechos, de su participación en la distribución de la riqueza, el pueblo lloró amargamente una guerra impensada, indeseada e innecesaria.

Volvió la democracia, el sueño de recuperar el derecho elemental de elegir “vox populi, vox dei”, encontró un peronismo anquilosado, una mala copia del canal de viejas películas. La frustración que no poder hacer efectiva la democracia recuperada planteó una renovación gatopardista de donde un peronismo tradicionalmente Keynesiano devino en neoliberal, la aplicación de las políticas del Consenso de Washington llevó a consolidar la pérdida de participación del pueblo en la distribución de la riqueza. La pobreza ya no era una etapa difícil en la vida de las personas, era endémica. La desnutrición, la falta de salud y de educación, llevaron al pueblo que había recuperado la dignidad con su líder a ser un cliente de planes sociales, a mendigarles bolsas de comida y la inclusión en un listado al peor lumpen político que se pueda imaginar, el que se aprovecha de la necesidad de los otros, para erigirse en referente. Así el puntero político que era un referente de las inquietudes y necesidades de sectores de la población, fue reemplazado por un delegado de dirigentes que tenían bolsas de alimento para repartir y listas para otorgar planes sociales.

Hoy, después de la inevitable crisis, resurgen las ideas que fueron silenciadas en los setenta, pero ya casi no tienen eco en la juventud, que solo tiene una participación mínima en la vida política, que está descreída y ausente. Hoy quienes tienen voluntad de cambiar la política no tienen juventud y quienes tienen juventud no quieren cambiar nada.

Este peronismo de hoy muestra muchas caras, la cara de un oficialismo con una lexis setentista y sin su praxis revolucionaria, sin la firmeza necesaria para motorizar los cambios que devuelvan la dignidad a la gente mediante el trabajo y la justicia social y que transforme a la educación en el motor de la igualdad social. Un proyecto con un discurso autista sin debate, sin un partido activo que convoque a quienes quieren cambiar la realidad. Otra cara es la de un peronismo nostálgico de la época de la pizza con champagne, con relaciones carnales más que internacionales, ausente del contexto interior y de Latinoamérica, más proclive al negociado que a la política. Otro peronismo es ese peronismo ortodoxo, clásico, políticamente correcto, sin doctrina que moleste, sin un partido activo, con un partido mas bien alambrado para que no se generen en él mas que quienes algunos dirigentes designen, ese partido promueve amigos, no militantes, no forma cuadros políticos, busca técnicos en universidades, institutos u otros lugares de prestigio, esos funcionarios se dicen peronistas como un chico puede decir que es hincha de un club de fútbol.

Pero está la gente, que busca en su recuerdo al verdadero peronismo que conoció o que le contaron que existió, ese peronismo que ha ido mutando, que no es el peronismo que puede devolverle la dignidad a la gente, porque la ignora, la utiliza o la clienteliza, por eso volvamos al planteo inicial de Kundera, recuperar esos momentos en que el pueblo fue feliz, para recuperar al verdadero peronismo, ese que tiene que volver a luchar por la felicidad del pueblo y la grandeza de la patria.

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