sábado, 7 de febrero de 2009

Obama, el imperio y la moral de EEUU

Siempre que confrontan civilizaciones o países, el dominio inicial se establece por la fuerza, se refuerza a partir de lo económico y se establece definitibamente por la creación de una nueva cultura. Es precisamente el dominio cultural el que requiere una mayor fuerza moral. Desde el imperio romano a la hegemonía mundial estadounidense (o globalización como lo definen los “culturizados”) esta regla se ha repetido siempre.

Los antiguos pueblos europeos sometidos por la legiones romanas, eran luego tributarias del erario romano (economía de guerra que le dicen) y por último integradas a un nuevo sistema político, una nueva religión (siglos despues sería con cruz y con la espada), un nuevo idioma (por ello se extendió el latín), se definía así una nueva cultura que aceptaba al imperio sin admitir cuestionamiento alguno, e incluso rechazando cualquier intento de pensamiento independiente (la “pax romana” o la esclavitud).

Lo que pretendo destacar es que: en la consolidación del imperio era necesaria una superioridad moral, sin la cual la imposición de una nueva cultura de dependencia era imposible, establecida esta superioridad moral, el pueblo sometido aceptaba incorporarse a la nueva cultura surgida a partir de la superioridad moral.

En realidad, la hipótesis que estoy estableciendo es que es a partir de la supuesta superioridad moral de los imperios, se consolida su dominio sobre los pueblos sometidos.

La hegemonía mundial de EEUU no es la excepción, durante los últimos años ha logrado superar, el crecimiento económico europeo, el avance tecnológico japonés y consolidar su poder sobre países árabes que no aceptaban su rol hegemónico mundial y perjudicaban sus intereses económicos (les recomiendo leer los artículos que publicó Le Monde Diplomatique sobre Afganistán e Irak).

Estas confrontaciones han obligado e EEUU a desarrollar políticas agresivas en lo económico y lo político para vencer en estas confrontaciones. De estas políticas agresivas, surgió: una política de producción competitiva que no repara en las consecuencias del daño ambiental que causa y asimetrías sociales que se producen producen en la búsqueda de la mayor rentabilidad posible, sin importar los medios. Para justificar el uso de la fuerza, ha desarrollado políticas llenas de xenofobia, autoritarias, sin ningún respeto por derechos universalmente aceptados y con la mayor intolerancia política que recuerde la historia del imperio americano.

Por esto, el imperio arriesga perder la hegemonía moral que le permitía consolidar su dominio cultural. Las torturas en la cárcel de Guantánamo, las matanzas de civiles en Afganistán e Irak, su negación a aceptar el protocolo de Kyoto sobre la disminución en la emisión de gases de efecto invernadero, la negación de derechos a los sospechosos de ser terroristas y la extensión de la sospecha a cualquier persona (incluso a los propios ciudadanos estadounidenses), el apoyo irrestricto al gobierno de Israel en el ataque a la franja de Gaza, condenado por la mayoría de sus propiuso aliados, y por último la crisis económica mundial desatada por el afán de lucro de grandes grupos financieros que lucraban con hipotecas incobrables.

Un imperio que pierde su supremacía moral, pierde el dominio hegemónico de los pueblos sometidos. El imperio británico perdió su dominio sobre EEUU cuando las colonias americanas fueron abusadas con impuestos injustos, Gandhi logró la independencia de la India enfrentando con una protesta no violenta a un colonialismo injusto y represor, Mandela, desde la cárcel, se impuso al apartheid sudafricano por el agotamiento de un régimen segregacionista y dictatorial. EEUU como imperio ha reconocido esta debilidad en palabras del propio Obama, al prohibir la tortura en los EEUU, por ser una metodología que los igualaba moralmente a los terroristas (no dijo nada sobre Afganistán e Irak, pero podemos darle el beneficio de la duda).

Ante esta crisis moral, el pueblo de EEUU elige a Barak Obama, un candidato que hace resurgir el sueño americano, un negro, un hijo de extranjeros, nacido en la pobreza y que logra llegar al máximo liderazgo, superando las dificultades con su origen, su raza y portador de un eslogan que recordaba a pasadas luchas por la recuperación de los derechos civiles de las minorías étnicas.

Obama, no llega para humanizar al imperio y hacerlo mas justo, llega para recuperar la moral que impida la pérdida de la hegemonía mundial que hoy detenta EEUU. Sin esa fuerza se pierde la consolidación de una cultura de dependencia sobre los pueblos dominados, esa dependencia que requiere que no se cuestione al imperio por su conducta, ya que el cuestionamiento lleva a un pensamiento libre de prejuicios y de allí nace la búsqueda de la independencia.

No es por casualidad que las primeras medidas que tomó Obama como presidente tiendan a recuperar el terreno perdido en esas áreas donde el imperio había perdido su superioridad moral, como ser: el anuncio de un plan de generación de energía no contaminante, el cierre de la prisión de Guantánamo, la prohibición de la tortura como forma de obtener información, las medidas de resarcimiento social a los excluidos y los que menos tienen, el mejoramiento de la educación como forma de superación social (de lo cual él mismo es un ejemplo), la restricción a pagar sumas exorbitantes a los directivos de las empresas en función de las ganancias obtenidas y varias medidas similares que construyen una vuelta a los valores sobre los cuales el imperio basó su hegemonía moral.

EEUU no ha superado sus propias contradicciones, no ha elegido a un presidente negro para reparar la injusticia histórica de la segregación racial, ha elegido a un presidente que le permita recuperar la hegemonía moral que había perdido en las luchas por mantener el poder militar, político y económico, ha elegido a quien restaure el sueño americano que fue la bandera con la cual consolidó su imperio.

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