sábado, 21 de febrero de 2009

Políticos, Funcionarios o Estadistas

Parecería que estuviéramos hablando de lo mismo, pero no es el caso de la realidad argentina, un político no aspira ser un estadista, un funcionario no es un político y los platos rotos los paga el pueblo.

Que hace que un político no aspire a convertirse en un estadista: básicamente sus objetivos. Un estadista mira el futuro lejano, ve el país que puede ser y actúa en función de cambiar la realidad para que esta se aproxime a su ideal. Cuando el horizonte de futuro se agota en la próxima elección, no hay políticas de transformación de la realidad, solo hay medidas efectistas que tienden a lograr una mejor imagen o un mejor posicionamiento frente a sus posibles rivales electorales. Queda planteada la disyuntiva, políticas transformadoras o electoralistas.

Alain Turain, decía que muchos políticos que comienzan su carrera con buenas ideas, con ideales y aspiraciones de convertirse en estadistas, pero en su lucha por obtener el poder que les permita cambiar la realidad, van haciendo concesiones que terminan por diluir sus ideales y cuando tienen el poder que buscaban, ya no lo usan para lo que pretendían al comenzar su carrera política. Yo agregaría que se transforman de políticos en politiqueros, se vuelven efectistas en lugar de concienzudos, buscan el pacto en lugar del acuerdo, se mediatizan, se prostituyen y subordinan todo en función de la acumulación de poder.

La visión del estadista no requiere grandes objetivos, ni metas altruistas o tratar de ser una referencia para las futuras generaciones, puede ser algo tan simple como poner un semáforo en una esquina donde el transito vehicular ha aumentado mucho y no esperar que se produzcan varios accidentes, que los vecinos protesten, para luego poner semáforo, lomo de burro e iniciar una campaña de educación vial. El estadista mira el futuro de su realidad empezando por su entorno cercano y proyectándose hacia la nación y luego hacia la humanidad. Si un político no puede ver lo que pasará a la vuelta de su casa, difícilmente vea como será el futuro del país y menos el futuro del mundo.

El politiquero restringe su visión a lo electoral, lo coyuntural, al posicionamiento mediático, busca medir bien en las encuestas, se limita a conservar su puesto y aspira al próximo escalón en la pirámide de poder político. Un estadista tiene ideales, los cuales le proporcionan ideas que pueden transformar la realidad que lo rodea, pero está siempre dispuesto a oír, a debatir sus ideas, a aceptar otras visiones distintas y buscar los consensos que hagan realidad sus ideas, modificando todo aquello que no cuente con el consenso necesario para que la resistencia al cambio sea lo menor posible. El estadista busca convencer, no imponer. La imposición proviene de los autoritarios, los grandes cambios parten de la autoridad que tiene quien los propone.

Esto parece muy general, pero si lo aplicamos a nuestra realidad cotidiana en nuestra ciudad, en nuestro país o en el mundo, podemos ver como se marca la diferencia entre quienes aspiran a ser estadistas o solo luchan por conservar o aumentar su poder.

En la ciudad basta ver como las obras que se anuncian, generan descontento entre los que deberían beneficiarse con ellas, las reglamentaciones que ponen en vigencia no se ajustan a la ideología que dicen profesar (una medida liberal no correspondería que sea implementada por un gobierno peronista), siempre generan confrontaciones con sectores de la población que no fueron tenidos en cuenta, las medidas que se toman distan mucho de ser producto de un consenso y mas parecen responder a intereses sectoriales que a intereses generales, ocurren hechos que afectan al conjunto de la población y que no fueron previstos, las respuestas ante problemas que se plantean tienden a generar mas confrontaciones o dilaciones y no tienen efecto reparatorio. Es muy fácil ver el horizonte de las aspiraciones de estos políticos: las próximas elecciones.

En la nación ocurre lo mismo, se hacen pactos en lugar de acuerdos, se enuncian iniciativas a nivel nacional que se ajustan la las demandas mediáticas, pero no responden a las necesidades del desarrollo de las regiones, se actúa por impulsos, generalmente movilizados por demandas mediáticas, la ideología no es el hilo conductor de las medidas de gobierno, solo de los discursos. Comparten, tanto a nivel local como nacional, la visión efectista y corto placista, tienen mas ambiciones que ideales, lamentablemente estas características producen descontentos, conflictos y divisiones entre la población y entre los propios simpatizantes. Los que buscan beneficiarse del poder o perpetuarse en él, solo lograr ser estrellas fugases o parásitos de la burocracia política.

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