El proceso de evolución histórica, para los que como yo adhieren a la teoría de Hegel, esta marcado por un continuo ciclo de tesis, antítesis y síntesis. Lo que en buen criollo es que al establecerse una idea como verdad aceptada, la negación de esta y la construcción de una idea opuesta generándose una síntesis que marca el proceso de evolución histórica. Este concepto, inmerso en la mayoría de las formas de pensamiento progresista forma parte del corpus dogmático de las ideologías de izquierda. Creo que este es un buen punto para intentar definir al movimiento peronista como un movimiento de izquierda aunque muchos de quienes lo integran no lo sepan y hasta rechacen la idea de ser parte de la “izquierda”.
Este mecanismo aparece en varias formas de ver al peronismo, el social es quizás uno de los más significativos en la mayoría de los que nos sentimos parte del movimiento. José Pablo Feimann, postuló en un brillante trabajo, que la línea divisoria entre la izquierda y la derecha comienza en la actitud frente a la desigualdad, quienes no la aceptan y desean revertir sus consecuencias, inevitablemente son de izquierda. Retomando mi hipótesis, el orden social establecido como consecuencia de la división del trabajo, marcó una clara desigualdad en la distribución de la riqueza, este orden establecido y acentuado luego de la aplicación de políticas conservadoras en la década del 30, este orden fue negado formulando la idea de justicia social, como nueva forma de distribución e indicando que el objetivo era llegar a una sola clase: la clase de los hombres que trabajan. Bajo esta idea llegó a reformularse la Constitución en 1949, consagrando derechos que fueron anulados por el golpe militar de 1956 y curiosamente una constitución reformada por un gobierno constitucional y de acuerdo al mecanismo establecido por la misma constitución, no fue restablecida por los posteriores gobiernos electos democráticamente. La concreción de la síntesis del proyecto de reformulación del orden social se logró, ya que en ese período la participación del trabajo en la distribución de la riqueza alcanzó al 50%, algo que nunca más se obtuvo a pesar de estar el partido Justicialista en el gobierno.
Muy próximo al cambio social, el cambio económico sufrió la misma evolución, al modelo económico consolidado durante la década infame era el modelo liberal de mercado, basado en el perfil agroexportador, donde la única industria que se desarrollaba tenía como fin el proveer a los fines estratégicos militares y como soporte a las estructura de servicio de los medios de exportación: reparación de ferrocarriles, frigoríficos y barcos. El rol del estado se restringía a ser un mero facilitador de la estructura económica vigente. No existía un empresariado nacional ya que la actividad económica centrada en la actividad agraria solo permitía como beneficio la acumulación de la renta de la tierra como formación de capitales locales. Esta acumulación de capital era absorbida por la estructura rentística financiera o participaba como capital accionario de las inversiones extranjeras. Aquí convendría rescatar el análisis del Ing. Scalabrini Ortiz, quien probó que la estructura de los proyectos ferrocarrileros británicos, se financió con aportes de capitales nacionales, los cuales no obtenían la extraordinaria renta que producía el sistema agroexportador, por lo que podríamos decir que a pesar de existir capitales locales, no existía un mercado de capitales con intereses nacionales. El peronismo cambia el modelo, de agroexportador a industrial, financiándolo a través de las utilidades del sistema agroexportador, desarrolla la industria metalúrgica liviana, desarrolla un sistema de transporte automotor que altera la ruta del comercio interno impuesta por la red ferrocarrilera, fomenta la formación de estructuras empresarias locales mediante la creación de entidades gremiales empresarias (la CGE, entre otras), organiza la estructura de representación de los trabajadores y genera mecanismos de distribución de la renta como son las paritarias, nacionaliza el sistema ferroviario y construye una flota mercante, generar un sistema nacional de créditos que permite el acceso a la tierra de pequeños agricultores; podríamos realizar una lista mucho mas larga y detallada, pero a los fines de nuestro análisis, nadie discute que se implementó un sistema económico opuesto a sistema imperante. El éxito en la aplicación de las medidas económicas se vio opacado por la falta de formulación de un plan de política económica que formalizara las ideas que se llevaron a la práctica con éxito, a consecuencia de ello el movimiento carece de una política económica propia. No obstante esto, el mecanismo de desarrollo histórico hegeliano se aprecia claramente en lo económico.
En lo político, el acceso de la mujer al voto, representó la consolidación del sufragio universal y la incorporación de la mujer como actor político, no solamente como sufragante sino parte del cuerpo político institucional, esto representó un verdadero cambio de la vieja estructura política. Adicionalmente a la participación femenina, el peronismo incorporó a nuevos actores en la participación institucional (sindicalismo y juventud). Generó nuevos cuerpos institucionales no gubernamentales que balanceaban los poderes para institucionales (la CGT y la CGE, la participación de no docentes en los cuerpos de gobierno universitario, etc.). La constitución de 1949, fue la consagración de la reforma política con que se intentó reemplazar el viejo régimen político por un nuevo orden institucional. No queda ninguna duda que también dentro de lo político, se produjo el mecanismo hegeliano de cambio.
Un último aspecto y quizás controversial, surge al examinar el aspecto cultural del cambio que se produjo durante el primer y segundo gobierno peronista. La controversia se produce en la definición de cultura, ya que existe la tendencia snobista de considerar cultura a la expresión de cierta vanguardia de distintos medios artísticos o a una expresión artística de elite, lo que en ambos casos restringe el fenómeno cultural a pequeños sectores sociales elitistas o vanguardistas, y el peronismo cambió el eje cultural hacia lo popular y autóctono. Sin entrar en consideraciones sobre los intereses económicos en juego (empresas discográficas, radios, etc.), la expresión cultural y mas que nada el apoyo oficial (ya que los sectores minoritarios disfrutan de “su arte” merced al soporte de todos) se volcó hacia las expresiones culturales que mas representaban a la mayoría del pueblo, surgieron músicos, escritores, poetas y artistas, que marcaron una etapa en la historia de la cultura argentina, y que fue inmediatamente perseguida por el golpe que derrocó al peronismo. La huella de esta etapa cultural no puede apreciarse desde la óptica de quienes dictaron y dictan la pauta cultural elitista, pero dejó una profunda huella en el pueblo, generando la categoría de “artista popular”, cuya definición mas cabal la representa la frase de Arturo Jauretche en la despedida de Homero Manzi: “eligió en lugar de escribir para ser un hombre de letras, hacer letras para los hombres”. Creo que el cambio del eje elitista de la expresión artística a la expresión popular, marca el mecanismo hegeliano de cambio histórico que protagonizó el peronismo.
Otra confirmación adicional del proceso de cambio que se generó, fue la reacción que produjo, ya que todo cambio produce antagonismos y la magnitud de la reacción es proporcional a los cambios generados. La represión desatada por el golpe militar que destituyó a Perón, incluyó persecución a políticos, empresarios, académicos (a los profesores universitarios peronistas se los llamaba flor de ceibo y hubo algunos encumbrados docentes universitarios que se prestaron a realizar juicios académicos contra sus colegas por motivos de la presión política que recibieron), sindicalistas, estudiantes y artistas (algunos como Hugo del Carril, Discepolo, Pierina di Alessi y otros tantos sin tanto renombre). Solo la magnitud y la irracionalidad de algunos actos, como prohibir mencionar el nombre de Perón, destruir la ciudad de los niños, destruir la fundación Eva Perón; y tantos otros hechos marcan de forma indubitable la intensidad de la reacción que provocó el cambio generado por el peronismo.
Quedaría por analizar si los cambios que se realizaron llegaron a establecer un nuevo sistema o si fueron abortados cuando estos intentaban establecerse. La discusión sobre esto llevaría varios cuerpos de análisis de evidencia empírica y teórica, paro ello no hace a que la mecánica utilizada y los cambios propuestos son de naturaleza progresista, que fue el objeto de este análisis, quedando abierto el campo de discusión sobre si los cambios se lograron establecer o no. A pesar de esto, podemos concluir que al analizar la mecánica de las transformaciones realizadas por el peronismo durante sus dos primeros gobiernos, esta responde claramente a la dinámica hegeliana de transformación de la historia, siendo pues la naturaleza de su acción de gobierno de naturaleza progresista.
Este mecanismo aparece en varias formas de ver al peronismo, el social es quizás uno de los más significativos en la mayoría de los que nos sentimos parte del movimiento. José Pablo Feimann, postuló en un brillante trabajo, que la línea divisoria entre la izquierda y la derecha comienza en la actitud frente a la desigualdad, quienes no la aceptan y desean revertir sus consecuencias, inevitablemente son de izquierda. Retomando mi hipótesis, el orden social establecido como consecuencia de la división del trabajo, marcó una clara desigualdad en la distribución de la riqueza, este orden establecido y acentuado luego de la aplicación de políticas conservadoras en la década del 30, este orden fue negado formulando la idea de justicia social, como nueva forma de distribución e indicando que el objetivo era llegar a una sola clase: la clase de los hombres que trabajan. Bajo esta idea llegó a reformularse la Constitución en 1949, consagrando derechos que fueron anulados por el golpe militar de 1956 y curiosamente una constitución reformada por un gobierno constitucional y de acuerdo al mecanismo establecido por la misma constitución, no fue restablecida por los posteriores gobiernos electos democráticamente. La concreción de la síntesis del proyecto de reformulación del orden social se logró, ya que en ese período la participación del trabajo en la distribución de la riqueza alcanzó al 50%, algo que nunca más se obtuvo a pesar de estar el partido Justicialista en el gobierno.
Muy próximo al cambio social, el cambio económico sufrió la misma evolución, al modelo económico consolidado durante la década infame era el modelo liberal de mercado, basado en el perfil agroexportador, donde la única industria que se desarrollaba tenía como fin el proveer a los fines estratégicos militares y como soporte a las estructura de servicio de los medios de exportación: reparación de ferrocarriles, frigoríficos y barcos. El rol del estado se restringía a ser un mero facilitador de la estructura económica vigente. No existía un empresariado nacional ya que la actividad económica centrada en la actividad agraria solo permitía como beneficio la acumulación de la renta de la tierra como formación de capitales locales. Esta acumulación de capital era absorbida por la estructura rentística financiera o participaba como capital accionario de las inversiones extranjeras. Aquí convendría rescatar el análisis del Ing. Scalabrini Ortiz, quien probó que la estructura de los proyectos ferrocarrileros británicos, se financió con aportes de capitales nacionales, los cuales no obtenían la extraordinaria renta que producía el sistema agroexportador, por lo que podríamos decir que a pesar de existir capitales locales, no existía un mercado de capitales con intereses nacionales. El peronismo cambia el modelo, de agroexportador a industrial, financiándolo a través de las utilidades del sistema agroexportador, desarrolla la industria metalúrgica liviana, desarrolla un sistema de transporte automotor que altera la ruta del comercio interno impuesta por la red ferrocarrilera, fomenta la formación de estructuras empresarias locales mediante la creación de entidades gremiales empresarias (la CGE, entre otras), organiza la estructura de representación de los trabajadores y genera mecanismos de distribución de la renta como son las paritarias, nacionaliza el sistema ferroviario y construye una flota mercante, generar un sistema nacional de créditos que permite el acceso a la tierra de pequeños agricultores; podríamos realizar una lista mucho mas larga y detallada, pero a los fines de nuestro análisis, nadie discute que se implementó un sistema económico opuesto a sistema imperante. El éxito en la aplicación de las medidas económicas se vio opacado por la falta de formulación de un plan de política económica que formalizara las ideas que se llevaron a la práctica con éxito, a consecuencia de ello el movimiento carece de una política económica propia. No obstante esto, el mecanismo de desarrollo histórico hegeliano se aprecia claramente en lo económico.
En lo político, el acceso de la mujer al voto, representó la consolidación del sufragio universal y la incorporación de la mujer como actor político, no solamente como sufragante sino parte del cuerpo político institucional, esto representó un verdadero cambio de la vieja estructura política. Adicionalmente a la participación femenina, el peronismo incorporó a nuevos actores en la participación institucional (sindicalismo y juventud). Generó nuevos cuerpos institucionales no gubernamentales que balanceaban los poderes para institucionales (la CGT y la CGE, la participación de no docentes en los cuerpos de gobierno universitario, etc.). La constitución de 1949, fue la consagración de la reforma política con que se intentó reemplazar el viejo régimen político por un nuevo orden institucional. No queda ninguna duda que también dentro de lo político, se produjo el mecanismo hegeliano de cambio.
Un último aspecto y quizás controversial, surge al examinar el aspecto cultural del cambio que se produjo durante el primer y segundo gobierno peronista. La controversia se produce en la definición de cultura, ya que existe la tendencia snobista de considerar cultura a la expresión de cierta vanguardia de distintos medios artísticos o a una expresión artística de elite, lo que en ambos casos restringe el fenómeno cultural a pequeños sectores sociales elitistas o vanguardistas, y el peronismo cambió el eje cultural hacia lo popular y autóctono. Sin entrar en consideraciones sobre los intereses económicos en juego (empresas discográficas, radios, etc.), la expresión cultural y mas que nada el apoyo oficial (ya que los sectores minoritarios disfrutan de “su arte” merced al soporte de todos) se volcó hacia las expresiones culturales que mas representaban a la mayoría del pueblo, surgieron músicos, escritores, poetas y artistas, que marcaron una etapa en la historia de la cultura argentina, y que fue inmediatamente perseguida por el golpe que derrocó al peronismo. La huella de esta etapa cultural no puede apreciarse desde la óptica de quienes dictaron y dictan la pauta cultural elitista, pero dejó una profunda huella en el pueblo, generando la categoría de “artista popular”, cuya definición mas cabal la representa la frase de Arturo Jauretche en la despedida de Homero Manzi: “eligió en lugar de escribir para ser un hombre de letras, hacer letras para los hombres”. Creo que el cambio del eje elitista de la expresión artística a la expresión popular, marca el mecanismo hegeliano de cambio histórico que protagonizó el peronismo.
Otra confirmación adicional del proceso de cambio que se generó, fue la reacción que produjo, ya que todo cambio produce antagonismos y la magnitud de la reacción es proporcional a los cambios generados. La represión desatada por el golpe militar que destituyó a Perón, incluyó persecución a políticos, empresarios, académicos (a los profesores universitarios peronistas se los llamaba flor de ceibo y hubo algunos encumbrados docentes universitarios que se prestaron a realizar juicios académicos contra sus colegas por motivos de la presión política que recibieron), sindicalistas, estudiantes y artistas (algunos como Hugo del Carril, Discepolo, Pierina di Alessi y otros tantos sin tanto renombre). Solo la magnitud y la irracionalidad de algunos actos, como prohibir mencionar el nombre de Perón, destruir la ciudad de los niños, destruir la fundación Eva Perón; y tantos otros hechos marcan de forma indubitable la intensidad de la reacción que provocó el cambio generado por el peronismo.
Quedaría por analizar si los cambios que se realizaron llegaron a establecer un nuevo sistema o si fueron abortados cuando estos intentaban establecerse. La discusión sobre esto llevaría varios cuerpos de análisis de evidencia empírica y teórica, paro ello no hace a que la mecánica utilizada y los cambios propuestos son de naturaleza progresista, que fue el objeto de este análisis, quedando abierto el campo de discusión sobre si los cambios se lograron establecer o no. A pesar de esto, podemos concluir que al analizar la mecánica de las transformaciones realizadas por el peronismo durante sus dos primeros gobiernos, esta responde claramente a la dinámica hegeliana de transformación de la historia, siendo pues la naturaleza de su acción de gobierno de naturaleza progresista.
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