Los 70 fueron años donde se pensó posible la utopía, donde el mayo francés todavía insuflaba esperanzas de la posible unión de estudiantes y trabajadores, recreada en Córdoba. El movimiento tercermundista acercaba a montones de curas trabajadores a la gente sin necesidad de misas en latín, boato e incienso. Pero por sobre todo, en los años setenta la juventud tenía en claro que el futuro le pertenecía y que el cambio, de un presente marcado por la injusticia, la dependencia y el materialismo, era posible.
Hoy me preguntan y hasta yo mismo me pregunto muchas veces, si fue algo inútil y sin sentido tanta utopía, tanta voluntad de cambio, tanta militancia, no solo política, sino también económica, religiosa, cultural. A pesar de las dudas que me planteo y me plantean, mi respuesta sigue siendo un contundente NO FUE INUTIL, ya que para impedir el cambio que se venía tuvieron que matar a muchas personas, cambiar el proyecto económico, educativo y cultural del país, tuvieron que asumir el control del estado y desatar la mas grande ola de terrorismo de estado que recuerde la historia argentina. Todo ello no se realiza si no se percibe un riesgo real para los intereses dominantes y quienes representaban esos intereses han salido inmunes del juicio de la historia, se ha encarcelado a los militares responsables de la conducción del golpe de estado y del posterior terrorismo de estado que se desató, pero los verdaderos intereses que causaron la ola represiva no fueron siquiera mencionados en los juicios a represores y salvo Martínez de Hoz, no se conocen los nombres de quienes instigaron y se beneficiaron con ella.
Volviendo al espíritu de los años 70, el escenario internacional estaba dominado por la guerra fría EEUU y la URSS, lo que permitió la distensión del control ejercido sobre Latinoamérica, sumado al estallido de guerras revolucionarias en varios países del tercer mundo, como en Cuba, Argelia, África y Asía, los efectos del crecimiento económico de la postguerra todavía se hacían sentir en el empleo, el surgimiento de la clase media todavía se mantenía y se consolidaba mediante el acceso a mejores niveles de educación, la postguerra había unido en la lucha contra el fascismo, a sectores conservadores, socialistas y comunistas, generando una cultura de debate político y cuestionamiento abierto a pautas preestablecidas, que impactaron muy fuertemente en lo cultural, sobre todo en los años 60 con el surgimiento de movimientos culturales cooperativos, el movimiento hippy, nuevas corrientes pictóricas, literarias y musicales. También impactó mucho la difusión el Concilio Vaticano II, el movimiento tercermundista, la teología de la liberación y los movimientos ecuménicos. En lo económico, se había producido un surgimiento de capitales nacionales durante el período de la postguerra conocido como de sustitución de importaciones, el particular por emprendimientos de metalurgia liviana que era mano de obra intensiva, actividades estatales o mixtas de naturaleza extractiva.
En resumen tanto en Argentina, Latinoamérica y el mundo, se vivía un clima de efervescencia que anunciaba el cambio de las viejas estructuras que formaban el orden imperante. Desde el poder central, se activó el plan de Kissinger con sus 3 ejes: disminuir la población de los países periféricos, acaparar los recursos naturales y extraer la riqueza de los países envías de desarrollo por la vía del endeudamiento y del control del comercio exterior. Para ello se articularon planes económicos, culturales y militares. Se comenzó potenciaron las instituciones de Bretton Woods, se quitó el respaldo oro del dólar a nivel internacional, se intensificó el adoctrinamiento de militares latinoamericanos en la escuela de defensa de las Américas (EA), se lanzó una corriente cultural postmoderna basada en el consumismo, el individualismo, el hedonismo y el materialismo, se desarrollaron estructuras financieras en los países del tercer mundo que fueron las verdaderas cabezas de playa de un proyecto neoliberal de cambio de las estructuras económicas, sociales y culturales. A partir de allí, las dictaduras que se instalaron en Latinoamérica, apoyadas por las estructuras económicas y financieras y los socios que adhirieron al proyecto extranjerizante, encabezadas por los militares ya integrados en la EA, asesorados y apoyados por esa estructura económico-financiera, endeudaron a sus países, destruyeron los ejes de resistencia política, social y económica y establecieron nuevas pautas culturales que consolidaron el modelo de dependencia postmoderno.
En Argentina, el proceso de desaparición constituyó el eje de acción de la dictara y sus socios: desparecieron las empresas de genuino interés nacional (PYMES, cooperativas y empresas mixtas) que podrían constituir la posible resistencia económica al modelo, desaparecieron los centros de acción cultural de sentido nacional (se persiguió a todo tipo de artistas con compromiso nacional), la desaparición de organizaciones sociales, religiosas y políticas que pudieran resistir la implementación del proyecto cultural postmoderno que consolidaba el modelo. Las acciones que implementaron la estrategia del plan fueron: el endeudamiento externo, el secuestro, tortura y desaparición de personas, la apertura indiscriminada de las importaciones, el cierre de cooperativas de crédito, el exilio a que se obligó a los artistas e intelectuales, la persecución de curas tercermundistas, las campañas de descrédito a instituciones sociales solidarias y varias similares cuyo objetivo fue la eliminación de posibles focos de resistencia al modelo que se quería implantar.
Pero el imperio tiene los pies de barro, los problemas medioambientales (como el efecto invernadero, el manejo de desechos tóxicos y la sobrepoblación) y el agotamiento de recursos naturales golpean la puerta reclamando cambios drásticos en la estructura del modelo. La actual estructura de poder conducida por representantes de un capital trasnacional, impersonal y rentístico, soportada en el poder de policía de la EEU y sus aliados de la OTAN no posee la capacidad de reacción que se requiere, ya que se presentan conflictos internos entre distintos intereses económicos y políticos que la sustenta. Esto abre un espacio, para el surgimiento de nuevas contraculturas: movimientos ecologistas y ambientalistas, movimientos sociales, emprendimientos cooperativos, nuevos espacios artísticos y agrupaciones políticas progresistas con actitudes críticas al “establishment”. Las acciones que el modelo realizó para consolidarse generaron reacciones que tienen a polarizar nuevamente al mundo, el terrorismo que fue mas un argumento para justificar la toma de medidas extremas (invasiones militares, intervenciones, bloqueos económicos, etc.), ha llevado a que aparezcan grupos fundamentalistas que ataquen al sistema por razones étnicas o religiosas. La historia demuestra que los imperios se derrumban cuando llegan a su máximo nivel de poder, lo que ubica a este modelo en las circunstancias históricas, económicas, políticas y sociales de comenzar su declinación, se repiten las circunstancias que dieron origen a los movimientos de los años 70. Esperemos que la memoria nos ayude ya que no hay lugar para errores y posiblemente los tiempos y los cambios se aceleren.
Hoy me preguntan y hasta yo mismo me pregunto muchas veces, si fue algo inútil y sin sentido tanta utopía, tanta voluntad de cambio, tanta militancia, no solo política, sino también económica, religiosa, cultural. A pesar de las dudas que me planteo y me plantean, mi respuesta sigue siendo un contundente NO FUE INUTIL, ya que para impedir el cambio que se venía tuvieron que matar a muchas personas, cambiar el proyecto económico, educativo y cultural del país, tuvieron que asumir el control del estado y desatar la mas grande ola de terrorismo de estado que recuerde la historia argentina. Todo ello no se realiza si no se percibe un riesgo real para los intereses dominantes y quienes representaban esos intereses han salido inmunes del juicio de la historia, se ha encarcelado a los militares responsables de la conducción del golpe de estado y del posterior terrorismo de estado que se desató, pero los verdaderos intereses que causaron la ola represiva no fueron siquiera mencionados en los juicios a represores y salvo Martínez de Hoz, no se conocen los nombres de quienes instigaron y se beneficiaron con ella.
Volviendo al espíritu de los años 70, el escenario internacional estaba dominado por la guerra fría EEUU y la URSS, lo que permitió la distensión del control ejercido sobre Latinoamérica, sumado al estallido de guerras revolucionarias en varios países del tercer mundo, como en Cuba, Argelia, África y Asía, los efectos del crecimiento económico de la postguerra todavía se hacían sentir en el empleo, el surgimiento de la clase media todavía se mantenía y se consolidaba mediante el acceso a mejores niveles de educación, la postguerra había unido en la lucha contra el fascismo, a sectores conservadores, socialistas y comunistas, generando una cultura de debate político y cuestionamiento abierto a pautas preestablecidas, que impactaron muy fuertemente en lo cultural, sobre todo en los años 60 con el surgimiento de movimientos culturales cooperativos, el movimiento hippy, nuevas corrientes pictóricas, literarias y musicales. También impactó mucho la difusión el Concilio Vaticano II, el movimiento tercermundista, la teología de la liberación y los movimientos ecuménicos. En lo económico, se había producido un surgimiento de capitales nacionales durante el período de la postguerra conocido como de sustitución de importaciones, el particular por emprendimientos de metalurgia liviana que era mano de obra intensiva, actividades estatales o mixtas de naturaleza extractiva.
En resumen tanto en Argentina, Latinoamérica y el mundo, se vivía un clima de efervescencia que anunciaba el cambio de las viejas estructuras que formaban el orden imperante. Desde el poder central, se activó el plan de Kissinger con sus 3 ejes: disminuir la población de los países periféricos, acaparar los recursos naturales y extraer la riqueza de los países envías de desarrollo por la vía del endeudamiento y del control del comercio exterior. Para ello se articularon planes económicos, culturales y militares. Se comenzó potenciaron las instituciones de Bretton Woods, se quitó el respaldo oro del dólar a nivel internacional, se intensificó el adoctrinamiento de militares latinoamericanos en la escuela de defensa de las Américas (EA), se lanzó una corriente cultural postmoderna basada en el consumismo, el individualismo, el hedonismo y el materialismo, se desarrollaron estructuras financieras en los países del tercer mundo que fueron las verdaderas cabezas de playa de un proyecto neoliberal de cambio de las estructuras económicas, sociales y culturales. A partir de allí, las dictaduras que se instalaron en Latinoamérica, apoyadas por las estructuras económicas y financieras y los socios que adhirieron al proyecto extranjerizante, encabezadas por los militares ya integrados en la EA, asesorados y apoyados por esa estructura económico-financiera, endeudaron a sus países, destruyeron los ejes de resistencia política, social y económica y establecieron nuevas pautas culturales que consolidaron el modelo de dependencia postmoderno.
En Argentina, el proceso de desaparición constituyó el eje de acción de la dictara y sus socios: desparecieron las empresas de genuino interés nacional (PYMES, cooperativas y empresas mixtas) que podrían constituir la posible resistencia económica al modelo, desaparecieron los centros de acción cultural de sentido nacional (se persiguió a todo tipo de artistas con compromiso nacional), la desaparición de organizaciones sociales, religiosas y políticas que pudieran resistir la implementación del proyecto cultural postmoderno que consolidaba el modelo. Las acciones que implementaron la estrategia del plan fueron: el endeudamiento externo, el secuestro, tortura y desaparición de personas, la apertura indiscriminada de las importaciones, el cierre de cooperativas de crédito, el exilio a que se obligó a los artistas e intelectuales, la persecución de curas tercermundistas, las campañas de descrédito a instituciones sociales solidarias y varias similares cuyo objetivo fue la eliminación de posibles focos de resistencia al modelo que se quería implantar.
Pero el imperio tiene los pies de barro, los problemas medioambientales (como el efecto invernadero, el manejo de desechos tóxicos y la sobrepoblación) y el agotamiento de recursos naturales golpean la puerta reclamando cambios drásticos en la estructura del modelo. La actual estructura de poder conducida por representantes de un capital trasnacional, impersonal y rentístico, soportada en el poder de policía de la EEU y sus aliados de la OTAN no posee la capacidad de reacción que se requiere, ya que se presentan conflictos internos entre distintos intereses económicos y políticos que la sustenta. Esto abre un espacio, para el surgimiento de nuevas contraculturas: movimientos ecologistas y ambientalistas, movimientos sociales, emprendimientos cooperativos, nuevos espacios artísticos y agrupaciones políticas progresistas con actitudes críticas al “establishment”. Las acciones que el modelo realizó para consolidarse generaron reacciones que tienen a polarizar nuevamente al mundo, el terrorismo que fue mas un argumento para justificar la toma de medidas extremas (invasiones militares, intervenciones, bloqueos económicos, etc.), ha llevado a que aparezcan grupos fundamentalistas que ataquen al sistema por razones étnicas o religiosas. La historia demuestra que los imperios se derrumban cuando llegan a su máximo nivel de poder, lo que ubica a este modelo en las circunstancias históricas, económicas, políticas y sociales de comenzar su declinación, se repiten las circunstancias que dieron origen a los movimientos de los años 70. Esperemos que la memoria nos ayude ya que no hay lugar para errores y posiblemente los tiempos y los cambios se aceleren.
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