Las vacaciones son ese espacio de tiempo donde se supone que la gente se olvida de todo y se desconecta de la realidad, pero a pesar de ello en mis breves vacaciones dos cosas alteraron mi determinación por “pensar en nada”. La primera de ellas la circulación en las rutas, y la segunda el estado de las playas donde se supone que la gente quiere descansar.
Vayamos a lo primero: el transito en las rutas. Conducir en rutas argentinas, que están concesionadas solo implica pagar peaje, que las rutas estén pintadas, los yuyos de la banquina más o menos cortados y que haya un teléfono de emergencia cada 3 Km o un #algo. Por lo demás, las rutas no tienen el ancho necesario, por no decir los carriles necesarios, quienes manejan no tienen una habilitación específica para manejar en ruta (los exámenes de conductor verifican que uno sepa estacionar, pero no evalúan como se maneja en la ciudad y mucho menos en ruta) y los controles que se realizan no logran ningún fin específico, salvo realizar algunas multas.
Veamos en detalle esos tres factores. La capacidad de las rutas, está en función de la densidad de tráfico y del tipo de vehículos que circulan por ella. El ancho de los vehículos determina el ancho de cada carril de circulación, si pasan camiones de alta capacidad el ancho que requieren el mayor que el que requiere un vehículo particular, lo mismo para el transporte de pasajeros de 2 pisos. Pero los anchos no se respetan, generándome una duda: es por imprevisión de quien diseño la ruta o por conveniencia de quien la construyó y no le dio el ancho que correspondía (10 cm de ancho sobre 100 Km son 10.000 metros cuadrados de pavimento). También pudiera ser que los trazados originales no hayan sido modificados por los funcionarios responsables del área teniendo en cuenta los cambios en los tipos de vehículos que circulan actualmente. A favor de esta hipótesis, puede observarse los carteles de velocidad máxima, que dependen del estado de la ruta y las características de los vehículos promedios, ya estas especificaciones están totalmente desactualizadas. La cantidad de carriles es otra característica que muestra la negligencia de los responsables de gestionar las rutas, tomemos por ejemplo la ruta nacional Nº 3 desde Buenos Aires a Bahía Blanca, circulan por ella más de 16 empresas de transporte que realizan desde 4 a 10 servicios diarios, mas de 30 empresas de logística, con al menos 2 servicios diarios, circula por este tramo toda la carga de cereal que se dirige al Puerto de Ing. White, es parte de la ruta turística del suroeste bonaerense con acceso a los las playas de Mar del Plata (desde el sur), Necochea, Claromecó, Reta, Marisol, Monte Hermoso y Pehuén Có. También sirve de acceso a las Sierras de Tandil y Sierra de la Ventana. Esa ruta tiene solamente 2 carriles, donde confluye el tráfico vehicular, turístico, de Colectivos de larga distancia, los servicios de Combi y transporte de Cargas, año a año se suman accidentes y víctimas fatales. La respuesta del estado es principalmente culpar a los conductores de imprudencia, lo que suele ser cierto pero no dice todo lo que realmente ocurre. Las rutas saturadas de vehículos generan caravanas que deben marchar a la velocidad de algún vehículo de marcha lenta: principalmente camiones, la impaciencia de quienes esperando viajar a una marcha de aproximadamente 100 km/h solo pueden viajar a 60 km/h hace que muchos conductores cometan imprudencias que suelen tener consecuencias fatales. Pero si la ruta tuviera al menos 3 carriles ida y 3 carriles vuelta, la cantidad de accidentes se reduciría notablemente, lo mismo que si los accesos desde rutas secundarias se hicieran mediante rotondas o accesos delta. Pero la responsabilidad de hacer esto es del estado.
Quienes conducen cargan con la mayoría de las culpas al momento de un accidente, pero esa persona tiene un carnet de conductor que habilita tanto para ciudad como para ruta, pero el examen práctico no contempla manejo en rutas. De hecho con solo saber estacionar puedo salir a una ruta y poner un vehículo a 100 km/h o más. Nadie controla el tiempo de viaje, ni siquiera cuando paso entre dos peajes, nadie controla que tenga la VTV al día. No hay registro de denuncias por manejo imprudente de particulares. En Bahía Blanca puedo ser multado por no tener colocado el cinturón de seguridad, pero puedo viajar a Buenos Aires por la ruta 3 sin que nadie me controle si lo llevo puesto o no. De paso, colocar cámaras en las rutas para control de tránsito no sería tan mala idea.
Los controles en las rutas están ausentes sin aviso, los puestos policiales de control se anuncian a kilómetros de distancia, no hay un registro de quienes viajan, no se controlan los tiempos de viaje, no se controla la VTV, salvo en mitad de la ruta cuando una familia lleva 200 o 300 km de viaje, controlar a la salida de las ciudades sería más provechoso, y sobre todo control las 24 hs no entre 8 y 12 o entre 16 y 20. Un vehículo que no está en condiciones es peligroso para quienes viajan en él y para el resto de quienes viajan en la misma ruta. Insisto que un buen sistema de información sobre quienes circulan en las rutas, controles en los puestos de peaje y a la salida de las grandes ciudades las 24 horas evitaría muchos accidentes. Pero esto requiere una decisión del poder político, que se preocupa más por contestar o responder a una agenda mediática que a definir políticas de estado, las casi 4 personas que mueren en promedio por día en las rutas argentinas no mueven la agenda mediática pero los 15 o 19 asesinatos cometidos por menores sí.
Por último el tema de las playas, acorraladas por la urbanización de las ciudades costeras que destruyen al ámbito natural, no solo por la construcción de murallones, edificios frente al mar caminos costeros, sino por la falta de control de cómo se accede a la playa y de las actividades que allí se realizan. La gente con sombrillas gritos, desechos plásticos genera perjuicio para el entorno natural acotado a la extensión urbana, pero la proliferación de vehículos 4x4 y cuatriciclos, extiende la porción de costa que se contamina por la presencia humana y se agrava por el vertido de pérdidas de estos vehículos, la destrucción de las características naturales del terreno costero por la gran circulación (se genera una compactación del suelo que altera los ritmos del natural movimiento de la arena). Los municipios no han legislado (o no quieren hacerlo por temor a perder visitantes) y tampoco ejercen un control sobre este recurso natural que se deteriora día a día con este uso y que difícilmente podamos mostrarle a nuestros nietos en todo su esplendor.
Créanme que quise descansar, pero para ello debería ser ciego.