Esta felina alusión está motivada en el reciente DNU que firmara la presidenta sobre la participación del estado en forma proporcional a las acciones que posee en los directorios de las empresas privadas. Independiente de la legitimidad o ilegitimidad de dicha medida, el estado, las empresas y los comunicadores vinculados a unos y otros incurrieron en ambas felinas conductas.
El estado, que procuró evitar las consecuencias de la crisis desatada en EEUU, auxilió a varias empresas donde el capital que aportó no se integró como obligaciones reembolsables sino como capital capitalizable. También se suma a esto, que los activos que pasaron a manos del estado provenientes de las estatización de las AFJP consistían en acciones de varios grupos empresarios. Estos grupos se beneficiaron cuando recibieron en dos oportunidades “fondos frescos” que capitalizaron en lugar de integrarlos a su pasivo. Como beneficio adicional las empresas acordaron limitar la participación del estado en sus directorios en hasta máximo del 5% del capital total representado en el directorio.
¿Cómo se comportó el estado? Aquí debemos recordar previamente, que los fondos que se integraron a los capitales empresarios no eran propiedad del estado y que este solo debía disponerlos como fondos de reserva para el pago de jubilaciones y pensiones. Este mismo estado mantiene aún hoy, la medida dictada por Cavallo en los 90, por la cual las empresas no realizan los aportes patronales, no grava la renta financiera, petrolera, sojera o minera. Convengamos entonces, que este gobierno no se ha caracterizado por la imposición de gravámenes a las rentas extraordinarias de las empresas. Este mismo gobierno se quejó porque algunos empresarios favorecidos por estas y otras medidas como la gestión de pagos por parte de otros gobiernos, no cumplieron con compromisos de inversión, además de capitalizar utilidades en lugar de distribuirlas entre los accionistas. En definitiva, las empresas pueden no pagar impuestos por sus rentas extraordinarias y no pagar los aportes patronales que pasarían a integrar esos mismo fondos de reserva para el pago de jubilaciones y prensiones, pero no le acepta que no hagan las inversiones prometidas y que no distribuyan las ganancias entre los accionistas (entre ellos el estado); Gataflorismo puro. Como respuesta ponemos directores en estas empresas, que difícilmente lleguen a tener más participación que el 35% en el mejor caso, o sea, una participación minoritaria. Esto discusión mediante y ventilada por todos los medios adictos a las empresas y al gobierno; y con la inestimable participación de fuerzas políticas que dieron la mejor impresión de: “no sé, pero me opongo”. En definitiva, discusión mediante, asumirán directores representantes de las acciones que posee el estado, que serán minoría y solo tendrán una representación testimonial. Mientas tanto, estas empresas podrán seguir sin pagar aportes, podrán no distribuir dividendos ni impuestos a sus rentas extraordinarias; o sea que se firman DNU, se pelea con las empresas en los medios y en la justicia, para que nada cambie; Gatopardismo puro.
¿Y las empresas? Estas tampoco están exentas de las mismas conductas, ya que mantienen una conducta que ya en los 70 caracterizábamos por: “privatizar ganancias y socializar quebrantos”. Estas empresas acuden al estado o al gobierno para solicitar ayuda económica, beneficios, subsidios, préstamos subsidiados, eximición de aportes patronales y supresión o disminución de impuestos. Cuando, en función de estas medidas que les otorga el estado, obtienen pingues ganancias pretenden mantener esos privilegios sin ninguna contraprestación, ni siquiera el pago de impuestos proporcionales a las rentas obtenidas. Resumiendo, el estado tendría la obligación de darle todo lo que las empresas piden, pero no puede pedir a cambio, el cumplimiento de las obligaciones que le impondría las ganancias que obtienen con los beneficios concedidos; Gataflorismo puro. Esta “cultura empresarial” que presume de liberalismo, no asume que la base moral del capitalismo es la obtención de ganancias mediante el riesgo de la inversión y que la ganancia extraordinaria solo se justifica moralmente, por la inversión de grandes sumas de capital a riego o asumiendo riesgos muy elevados. Reclamarle al estado que no intervenga en la economía, pero que otorgue beneficios que limitan el riesgo o minimizan la inversión de capitales para obtener grandes ganancias es Gatopardismo puro.
Opinólogos, comunicadores y oposición al gobierno también se ubicaron a mabos lados de las felinas posiciones. Criticaron la medida, cuando nadie criticaría que un banco que compre acciones de una empresa no siente a un director que represente sus intereses cosa que ocurre a diario, criticaron a la empresas que no pagan aportes, criticaron a quienes atacan o defienden, a os que están a favor y a los que están en contra; Gataflorismo puro. Todos pretenden un gobierno que actúe en función de sus intereses o de los intereses a que responden, incluyendo al inefable Grondona, que resucitó algunas fábulas de Esopo, repitiéndose a sí mismo y acomodando las historias a su conveniencia (o a las de sus mandantes). Todos pretenden que el gobierno se comporte como ellos quisieran, que cambien para luego criticarlo o criticarlo por cambiar. Pero su posición no varía, todo puede cambiar, pero su posición de “no sé, pero me opongo” es la mejor muestra de Gatopardismo inverso.
En fin, cuando más analizo al gobierno y a la oposición más quiero a mi gato (el de la foto).
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