domingo, 24 de abril de 2011

Un lobo estepario político




Hay pocas actividades tan gregarias como la política, en esencia el hombre como animal gregario en esencialmente político, y hay pocos animales tan gregarios como el lobo, exceptuando al lobo estepario.  Eso fue lo que me vino como imagen cuando un grupo de compañeros me invitó a conformar una nueva agrupación política para rescatar los valores del peronismo que vemos, se están perdiendo. Me proponían fundar una agrupación que persiguiera un fin educativo y formativo; no que se sumase a la comparsa de los actuales “luppies  políticos” (este neologismo mío se forma uniendo: lumpen político y yuppie). No acepté, debido a que no quiero asumir más cosas que las que puedo manejar actualmente; pero al reflexionar sobre mi negativa descubrí algunas cosas que quiero compartir.

Cuando hablaba con mis compañeros recordaba alguna frase del libro de Herman Hesse: "Soledad era independencia, yo me la había deseado, y la había conseguido al cabo de largos años. Era fría, es cierto, pero también era tranquila, maravillosamente tranquila y grande, como el tranquilo espacio frío en el que se mueven las estrellas." Ese era el espíritu del lobo estepario, el que vive solo en la estepa y que solo siente la necesidad de agruparse para cazar o aparearse. Políticamente hablando, me convertí en un lobo estepario político, solo busco la militancia activa en la lucha por el poder, o en la confrontación ideológica; la primera se asemejaría a la caza, que se vincula con la supervivencia y la segunda a la expresión de la pasión política.

Con esa imagen releí nuevamente el libro de Hesse y me encontré con algunas frases del escritor que me ayudaron a explicarme algunos sentimientos contradictorios en mi actual posición política (se resume fácil: coincido en los postulados ideológicos del kirchnerismo, pero difiero de cómo los realiza y con los resultados que obtiene). De estas frases extraje algunas enseñanzas.
                 
“Cuando odiamos a alguien, odiamos en su imagen algo que está dentro de nosotros” no es correcto en mi caso, el uso de la palabra odio, pero si podemos hablar de rechazo, y en mi rechazo al kirchnerismo hay una imagen del fracaso de la ideología en la que creo y que me representa en relación a los principios sobre los que debe funcionar la sociedad. Posiblemente este rechazo sea el rechazo al fracaso que mi parte racional percibe en la gestión de gobierno actual.

 “Cuando se teme a alguien es porque a ese alguien le hemos concedido poder sobre nosotros”, no es mi caso pero si explica porque muchos compañeros obedecen sin cuestionamientos los lineamientos políticos dentro del PJ; y ya sea por costumbre, necesidad o interés se le ha dado al kirchnerismo un poder que impide no solo disentir, sino ser libre de opinar en disidencia. Más profundamente, el apoyo de ciertos grupos de jóvenes militantes, se limita a expresar sin ninguna elaboración crítica consignas que son contrastadas contra la propia ideología, o peor, contra la realidad objetiva.       

“Hay quienes se consideran perfectos, pero es sólo porque exigen menos de sí mismos”, creo que no hay mejor ejemplo de esto que la adulteración de los datos del INDEC, como justificación de no solucionar los problemas de fondo del país, y que siguen siendo los mismos que en los 70, extranjerización y concentración de los capitales productivos, desigualdad e injusticia social y falta de una educación que actúe como  niveladora de oportunidades en el desarrollo de una persona.

“No reniego del patriotismo, pero primeramente soy un ser humano, y cuando ambas cosas son incompatibles, siempre le doy la razón al ser humano”, si reemplazo peronismo por patriotismo, creo que esta frase me define.

Creo que la relectura de Hesse, me confirmó ese presentimiento, soy un lobo estepario político, que milita cuando creo y siento necesario producir un cambio (para que los K no se ensañen conmigo, milité activamente en 2003 y en 2005, cuando muchos “conversos” estaban en la oposición) y debato ideológicamente cuando escucho o leo opiniones que a mí entender confunden, mienten o pretenden alterar valores justos (vengan estos de Clarín y Nación o de Página 12). Fuera de estas situaciones, prefiero retirarme a mi soledad, no reclamo participación, prefiero la militancia de base, la reflexión ideológica y la independencia política a partir de mi ideología.     

viernes, 22 de abril de 2011

¿Gataflorismo o gatopardismo?




                Esta felina alusión está motivada en el reciente DNU que firmara la presidenta sobre la participación del estado en forma proporcional a las acciones que posee en los directorios de las empresas privadas. Independiente de la legitimidad o ilegitimidad de dicha medida, el estado, las empresas y los comunicadores vinculados a unos y otros incurrieron en ambas felinas conductas.
             El estado, que procuró evitar las consecuencias de la crisis desatada en EEUU, auxilió a varias empresas donde el capital que aportó no se integró como obligaciones reembolsables sino como capital capitalizable. También se suma a esto, que los activos que pasaron a manos del estado provenientes de las estatización de las AFJP consistían en acciones de varios grupos empresarios. Estos grupos se beneficiaron cuando recibieron en dos oportunidades “fondos frescos” que capitalizaron en lugar de integrarlos a su pasivo. Como beneficio adicional las empresas acordaron limitar la participación del estado en sus directorios en hasta máximo del 5% del capital total representado en el directorio.
             ¿Cómo se comportó el estado? Aquí debemos recordar previamente, que los fondos que se integraron a los capitales empresarios no eran propiedad del estado y que este solo debía disponerlos como fondos de reserva para el pago de jubilaciones y pensiones. Este mismo estado mantiene aún hoy, la medida dictada por Cavallo en los 90, por la cual las empresas no realizan los aportes patronales, no grava la renta financiera, petrolera, sojera o minera. Convengamos entonces, que este gobierno no se ha caracterizado por la imposición de gravámenes a las rentas extraordinarias de las empresas. Este mismo gobierno se quejó porque algunos empresarios favorecidos por estas y otras medidas como la gestión de pagos por parte de otros gobiernos, no cumplieron con compromisos de inversión, además de capitalizar utilidades en lugar de distribuirlas entre los accionistas. En definitiva, las empresas pueden no pagar impuestos por sus rentas extraordinarias y no pagar los aportes patronales que pasarían a integrar esos mismo fondos de reserva para el pago de jubilaciones y prensiones, pero no le acepta que no hagan las inversiones prometidas y que no distribuyan las ganancias entre los accionistas (entre ellos el estado); Gataflorismo puro. Como respuesta ponemos directores en estas empresas, que difícilmente lleguen a tener más participación que el 35% en el mejor caso, o sea, una participación minoritaria. Esto discusión mediante y ventilada por todos los medios adictos a las empresas y al gobierno;  y con la inestimable participación de fuerzas políticas que dieron la mejor impresión de: “no sé, pero me opongo”. En definitiva, discusión mediante, asumirán directores representantes de las acciones que posee el estado, que serán minoría y solo tendrán una representación testimonial. Mientas tanto, estas empresas podrán seguir sin pagar aportes, podrán no distribuir dividendos ni impuestos a sus rentas extraordinarias; o sea que se firman DNU, se pelea con las empresas en los medios y en la justicia, para que nada cambie; Gatopardismo puro.
             ¿Y las empresas? Estas tampoco están exentas de las mismas conductas, ya que mantienen una conducta que ya en los 70 caracterizábamos por: “privatizar ganancias y socializar quebrantos”. Estas empresas acuden al estado o al gobierno para solicitar ayuda económica, beneficios, subsidios, préstamos subsidiados, eximición de aportes patronales y supresión o disminución de impuestos. Cuando, en función de estas medidas que les otorga el estado, obtienen pingues ganancias pretenden mantener esos privilegios sin ninguna contraprestación, ni siquiera el pago de impuestos proporcionales a las rentas obtenidas. Resumiendo, el estado tendría la obligación de darle todo lo que las empresas piden, pero no puede pedir a cambio, el cumplimiento de las obligaciones que le impondría las ganancias que obtienen con los beneficios concedidos; Gataflorismo puro. Esta “cultura empresarial” que presume de liberalismo, no asume que la base moral del capitalismo es la obtención de ganancias mediante el riesgo de la inversión y que la ganancia extraordinaria solo se justifica moralmente, por la inversión  de grandes sumas de capital a riego o asumiendo riesgos muy elevados. Reclamarle al estado que no intervenga en la economía, pero que otorgue beneficios que limitan el riesgo o minimizan la inversión de capitales para obtener grandes ganancias es Gatopardismo puro.
            Opinólogos, comunicadores y oposición al gobierno también se ubicaron a mabos lados de las felinas posiciones. Criticaron la medida, cuando nadie criticaría que un banco que compre acciones de una empresa no siente a un director que represente sus intereses cosa que ocurre a diario, criticaron a la empresas que no pagan aportes, criticaron a quienes atacan o defienden, a os que están a favor y a los que están en contra; Gataflorismo puro. Todos pretenden un gobierno que actúe en función de sus intereses o de los intereses a que responden, incluyendo al inefable Grondona, que resucitó algunas fábulas de Esopo, repitiéndose a sí mismo y acomodando las historias a su conveniencia (o a las de sus mandantes). Todos pretenden que el gobierno se comporte como ellos quisieran, que cambien para luego criticarlo o criticarlo por cambiar. Pero su posición no varía, todo puede cambiar, pero su posición de “no sé, pero me opongo” es la mejor muestra de Gatopardismo inverso.

            En fin, cuando más analizo al gobierno y a la oposición más quiero a mi gato (el de la foto).

viernes, 1 de abril de 2011

2 de abril, nada que festejar



Hace 29 años viajaba a dar clase en una escuela de la Base Naval de Puerto Belgrano, al poner la radio de mi viejo Renault 4 escucho la noticia de la recuperación de Malvinas, en ese momento encajaron cosas que habían sucedido en días anteriores: movimientos, nerviosismos y apuros. Por supuesto, para la mayoría de los civiles que trabajábamos allí, la noticia era una sorpresa.

Superado los primeros momentos, donde uno sentía una mezcla de entusiasmo, euforia y sentimientos patrióticos, la razón volvió a hacernos reflexionar: la realidad de las acciones bélicas que se aproximaban, lo disparatado de algunas expresiones y la pobrísima imagen que dieron muchos políticos apoyando la toma de las islas, se mezclaban con el genuino sentimiento de reivindicación nacional que expresaba mucha gente, el conocimiento que varios de nosotros teníamos de la dimensión de la guerra que se avecinaba y la sospecha sobre los verdaderos motivos que llevaron a la cúpula militar a tomar la decisión de recuperar Malvinas.  

Todavía hoy, reconozco que no puedo hacer un análisis objetivo de lo ocurrido, mi proximidad a los hechos cotidianos de la guerra, mi vinculación emotiva con la gente de carne y hueso que luchó y murió en el mar y las islas y el reconocimiento de la causa nacional que representa, todavía hoy, Malvinas; y se mezcla el conocimiento de los problemas económicos, sociales y políticos que enfrentaba la dictadura en su último período, la certeza que para ese entonces se tenía sobre las desapariciones de personas y el cambio que se estaba produciendo en las dirigencias políticas a nivel internacional sobre las dictaduras latinoamericanas.

Por todo ello, más que analizar prefiero compartir las vivencias y sentimientos de quienes estuvimos próximos al escenario bélico, sin profundizar en opiniones o juicios que a casi 30 años es fácil de hacer para quienes no tenían conciencia plena de  lo que ocurría o que todavía no habían nacido.

En Malvinas hubo, como en toda guerra, héroes, sobrevivientes, cobardes, miserables, valientes y víctimas, que siempre son la mayoría en cualquier guerra de cualquier tiempo y lugar.   

Los héroes, suelen ser personas normales que puestas en situaciones extraordinarias realizan actos que exceden lo que se espera de ellas. Para el militar profesional, la guerra es algo para lo que se prepara, no hay casi situaciones extraordinarias, pero para los soldados o para los militares recién ingresados, todo es nuevo y se enfrentan a situaciones desconocidas, donde lo extraordinario genera incertidumbre. Las decisiones que toma un militar experimentado pueden serle fatales, pero no le generan incertidumbre, la muerte es de ese modo un accidente. El soldado enfrenta, no solo al enemigo, sino a sus miedos que son fruto de esa incertidumbre.          

En ese devenir de la guerra, nuestra cotidianeidad nos enfrentaba al recuerdo de quienes caían: “…. te acordás, el morochito que se sentaba en el primer banco de la izquierda …”, “.. fulanito, el que aprobaste después que rindió 3 veces el examen…”, “.. sultanito, que siempre aprobaba con más de 8…” . Quien lee esto parecería que hablábamos como en cualquier sala de profesores de cualquier colegio, pero hablábamos de quienes habían muerto. No sé si fueron héroes, pero sé que eran chicos comunes que se enfrentaron a una situación extraordinaria como la guerra, chicos que superaron sus miedos y entregaron sus vidas por una causa que creíamos justa.

Las noticias que recibíamos por boca de protagonistas, o de quienes tenían información privilegiada, empezaron a diferir de las que se escuchaban en los medios, algunos viejos operarios que habían estado en la 2da guerra nos contaban sus experiencias combatiendo con las tropas inglesas, comenzamos a presentir el final, cuando las acciones que observábamos no coincidían con la teoría de la guerra, vimos la cobardía de muchos que prefirieron un puesto de escritorio a un puesto de combate, vimos quienes fueron a combatir a pesar de todo, lloramos con los familiares de los caídos, donamos sangre más de lo que permite lo recomendable, trabajamos horas extras sin pedir un peso, colaboramos en todo lo que pudimos, pedimos ir, pedimos ayudar, ayudamos, lloramos, puteamos, nos enojamos, rezamos; nada impidió el final, eso no dependía de nosotros, era lo esperado, el fin de un sueño reivindicatorio.

Nos reprochamos, culpamos, revisamos, indagamos, pero nada cambió, no hubo responsables, hubo algunos héroes inocultables como el negro Castillo, pero hubo otros que no se conocen, porque conocerlos hubiera implicado conocer la cobardía de otros. Hoy nuestra nación requiere conocer la verdad de la guerra de Malvinas, yo solo vi un pedacito, y vi que la historia que se cuenta es distinta. Solos quienes enfrentaron situaciones extraordinarias pueden llamarse héroes, y esos son los soldados o los jóvenes militares sin experiencia, al resto les cabe el juicio de la historia, que todavía está pendiente.

Por las emociones que me brotan al recordar esos días, por la memoria de quienes cayeron, alguno de los cuales veo cotidianamente en las fotos del monumento a los caídos cuando realizo mis caminatas aeróbicas y por esa verdad aún no contada no puedo festejar el 2 de abril, ese día, para mi, no hay nada que festejar.