De todas las batallas que di en
mi vida y perdí (que no fueron pocas), la que todavía me causa dolor haber
perdido es la que se dio en el Congreso Pedagógico Nacional que se desarrolló
entre 1984 y 1988, donde se presentaron y discutieron muchas cosas, la mayoría
coyunturales, pero la fundamental, y que originó la constante pérdida de calidad
educativa que hoy notamos, fue la definición sobre la importancia del contenido
y el método de la enseñanza. Quienes creíamos
que el contenido decía ser más importante que el método perdimos, y cualquiera
podría decir que es algo intrascendente y hasta que no teníamos razón. Las
pruebas de que teníamos razón es la calidad actual del conocimiento de los
alumnos que terminan el ciclo de educación obligatoria y su relación con lo
anterior podemos analizarlo.
Quienes hemos transitado más de
30 años de trayectoria docente (cuesta arriba o cuesta abajo) podemos hacer
algunas conclusiones, que con distintos matices, son más o menos las siguientes:
el conocimiento no se trasmite, se adquiere; nadie puede enseñar más de lo que
sabe; el ejercicio de la función docente esta inexorablemente ligado a la
ejemplaridad; no puede haber una buena relación docente-alumno sin coherencia;
las condiciones afectivas, ambientales, sociales y económicas son
condicionantes del desempeño del alumno; el entorno de la comunidad educativa
no puede reemplazar al aprendizaje familiar en todo aquello que no sea
instrucción (el alumno no se educa en la escuela, se instruye o se forma, ya
que el proceso educativo se lleva en una dimensión que supera a la escolaridad)
y por último, que le proceso institucional educativo requiere de una
articulación entre docentes, autoridades escolares, recursos, planificación y
políticas educativas (admito que se podría agregar mucho más, pero estos
elementos creo que son los menos controversiales y sobre los que cualquier
docente más o menos coincidiría). A esta síntesis le puse el nombre de “el
principio Petrona”, la recordada cocinera decía que de una olla no salía nada
mejor que lo que se le ponía, curiosamente este principio es totalmente
aplicable a la educación.
Analizando cada elemento de la
síntesis propuesta veamos como influyó la política trazada en el congreso pedagógico
de 1884-1888 en el aspecto conocimiento método. Si admitimos que el
conocimiento se adquiere, el rol del docente es el de guía y no el de “implantador”
del conocimiento, por lo tanto el método no puede ser más importante que el
conocimiento pues lo fundamental es saber a dónde se lo debe conducir (conocimiento)
y después como conducirlo (método). En el mismo sentido, el límite del conocimiento
al que se puede guiar a un alumno es función del conocimiento del docente y no
del método que emplee. La ejemplaridad consolida el proceso de enseñanza, ya
que quien tenga faltas de ortografía o gramaticales, no puede enseñar escribir
correctamente; quien no sepa realizar correctamente cálculos matemáticos no
puede enseñar matemática. Este proceso de ejemplaridad se liga con el grado de
conocimiento adquirido por el docente y que se refleja en el nivel educativo
que este obtuvo. Esta ejemplaridad se relaciona también con la conducta del
docente: corrección, aspecto puntualidad, asistencia, etc.
La coherencia del docente puede
tener varias aristas, pero centrándonos en la transmisión de saberes, el grado
de conocimiento que demuestre el docente frente a sus alumnos le permite tener autoridad
para evaluar el grado de conocimiento que adquirió el alumno, el método es en
este caso instrumental y no esencial.
La relación docente y entorno del
alumno, está directamente vinculado a como la sociedad percibe el rol del docente,
y el “prestigio social” del docente. En
ese plano en una sociedad donde el cambio tecnológico y el aumento del nivel general
de conocimientos requeridos por la demanda de trabajo hacen que el título
básico de la mayoría de los docentes de nivel inicial y medio (maestro o profesor)
no tenga reconocimiento social.
A nivel institucional, la
educación funcionó estos últimos años como campo de experimentación de diversos
proyectos pedagógicos (se cambió la forma y contenidos de la educación inicial
y media, varias veces), la descentralización educativa originó una disparidad
geográfica en la conformación de los formatos y contenidos educativos, la
eliminación de la educación técnica nacional y su reemplazo por orientaciones
técnicas provinciales cambiaron sus perfiles educativos, la utilización de la
escuela primaria como ámbito de contención social (como los comedores
escolares) desvirtuaron la percepción social del rol de la escuela como
generadora de conocimiento e igualadora de oportunidades, y la falta de mayor profesionalización
de la carrera docente alteraron las relaciones jerárquicas en las instituciones
educativas (muchas veces el personal directivo posee niveles de formación
inferiores que muchos docentes).
Si se analiza el funcionamiento
institucional de la educación inicial y media, podemos ver a través de sus
normas de funcionamiento como se internalizó el resultado de priorizar el
método sobre el contenido. En primer, existe una priorización de la formación pedagógico
sobre la especialización del docente que hace que en la provincia de Buenos
Aires, un docente con 3 años de formación terciaria con orientación sea
preferido a un docente con formación universitaria de post grado sin formación
pedagógica; tampoco se equipara la antigüedad docente en otros ámbitos con la
formación pedagógica (un docente universitario con el máximo título de
postgrado y antigüedad docente universitaria no califica para desempeñar cargos
dentro del personal directivo de una institución educativa provincial). Para
acreditación de formación docente no se discrimina entre un antecedente de un
instituto privado no oficial y el realizado en el área de postgrado de una
universidad. Esto conduce a algunos sinsentidos como el caso en el que una
profesora de ciencias naturales tendría prioridad ante un medico sanitarista
para enseñar higiene, o una profesora de matemáticas tendría prioridad frente a
un doctor en matemáticas. Un hecho adicional es que los docentes de nivel inicial
y medio, durante su carrera frente a alumnos no tienen ningún escalafón que
distinga entre un docente en formación, un docente formado y un docente con antigüedad,
lo que refleja que se le otorga la misma responsabilidad y funciones a un
docente sin experiencia que otro con sobrada antigüedad. Podría seguirse
argumentando sobre estos aspectos, pero un artículo debe resumir o presentar
algunos aspectos significativos que ejemplifiquen y resuman el análisis.
Por último los, resultados de la
pérdida de nivel educativo se pueden verificar con los resultados de las
evaluaciones en los exámenes de ingreso a las universidades, en las
dificultades que tienen muchas empresas en encontrar mano de obra calificada y
en pruebas internacionales de evaluación
de la calidad educativa como son las evaluaciones PISA. Las dos primeras
aportan información general del nivel de conocimientos con que se egresa de la
educación media, pero la evaluación PISA es un indicador del nivel de quienes cursan
el nivel medio y analiza tres áreas básicas del conocimiento: lectura,
matemáticas y ciencias. PISA se orienta
a la evaluación del sistema educativo y no a medir el rendimiento de procesos
educativos particulares, es decir, no apunta a proporcionar información
individualizada sobre alumnos o centros educativos. De más esta decir que Argentina
calificó en la evaluación 2012 en el lugar 58
de los 65 participantes. En un país progresista esto sería motivo más
que suficiente para que todos los responsables del sistema educativo pusieran
la renuncia a disposición de las autoridades y no intentaran disimular el
fracaso de políticas basadas en el principio que se generó en el congreso
pedagógico de 1884-1888.
La solución es simple y surge
naturalmente de este análisis, jerarquizar la función docente priorizando el
acceso de aquellos docente mejor formados, restringir el acceso a puestos
directivos de quienes no cuenten con antecedentes y títulos mínimos (por
ejemplo 15 años de docencia y un postgrado universitario). Asignar a la parte pedagógica
el rol de instrumento en la implementación de estrategias docentes y no es de
formador de políticas educativas. Esto quizás no sea suficiente, pero sin lugar
a dudas es absolutamente necesario.