Poner las ideas en su justo orden
requiere un ordenamiento jerárquico de las ideas, cuales son las más
importantes y a partir de ellas subordinar unas a otras, de modo que exista
algo que llamamos coherencia y que pretendemos tener. Algunas ideas tienen más
trascendencia cuando de ellas se derivan acciones, que no solo nos afectan a
nosotros sino a otras personas. Las ideas políticas son, por ello, las que más trascendencia
tienen.
En la política converge como como
guía rectora de su pensamiento la ideología. Sin esto la formulación de una
idea política carece de contenido, es una propuesta vacía. Por ejemplo, proponer
el autoabastecimiento de alguna materia prima esencial para el desarrollo
industrial sin una ideología que lo sustente puede significar tanto el desarrollo de una
actividad extractiva por parte del estado, como el subsidio a una empresa
privada o la concesión de dicha área económica a una empresa extranjera. Esta
disparidad instrumental sobre la misma formulación política, nos obliga a
replantearnos la forma de pensar las ideas políticas. La regla de ordenamiento
sería: ideología, política, estrategia e instrumentación, a partir de allí,
desde el origen hasta su realización se podría decir que existe coherencia.
La existencia de una coherencia de
inherente a la instauración de una política en el gobierno de un país, nos lleva a proponer usarla como un instrumento
para medir el tiempo del proceso histórico de esa idea política. Recordemos a
Hegel, quien planteaba un ciclo donde la idea dominante (tesis) era contrastada
por una idea antagónica (antítesis) y cuando las contradicciones agotan la idea
dominante surge una nueva idea dominante producto de las anteriores (síntesis).
La coherencia, o la falta de ella es la medida en que se ponen de manifiesto
las contradicciones que aceleran en fin de un proceso histórico (la idea
dominante). El tiempo cronológico establecido institucionalmente para medir la duración
de los gobiernos (expresión de una idea política dominante), no expresa este
proceso, a lo sumo lo limita o condiciona (por ello la interrupción de estos
ciclos condujo tarde o temprano a la vuelta de los mismos, pero ya desdibujados
por la alteración cronológica de estos procesos). Si pensamos en nuestra propia
historia la interrupción de los gobiernos de Irigoyen en el 30 y de Perón en el
55, son prueba de ello.
Es importante señalar que el
criterio de ordenamiento establece una división entre un dominio metafísico u
otro físico. La ideología supone una síntesis subjetiva de un conjunto de
valores morales o éticos aplicados al devenir de la sociedad y de las personas,
estos valores son esencialmente metafísicos; mientras que su formulación a
aspectos específicos de la organización social institucional pertenece al
dominio físico. Esta formulación lleva al planteamiento estratégico que
viabilice su implementación en medidas concretas, esto supone aplicar ciertas
restricciones que alineen la estrategia y la política. Por último, la
instrumentación de la estrategia de una formulación política vincula las restricciones
previas con las que plantea la realidad, esto obliga a una doble restricción:
la planteada por la necesidad de coherencia ideología, política y estratégica;
y la impuesta por la realidad de donde se aplicarán las medidas propuestas. Dado
que lo expuesto, no es de cumplimiento obligatorio podemos tener una serie de
combinaciones que es interesante analizar.
En primer lugar podríamos tener una
formulación política sin ideología que la sustente, en cuyo caso la falta de
articulación acortará la duración cronológica del ciclo histórico, también la
articulación estratégico e instrumental generarían una dispersión de la
efectividad de una política general (en las empresas privadas esto se llama falta de “empowerment” y por ello se
desarrollan estrategias de comunicación y alineamiento con la política de la empresa).
En segundo lugar podríamos tener
una política alineada con la ideología, pero no articulada con la estrategia e
implementación, en cuyo caso la dispersión en los resultados que se pueden
obtener, llegándose a producir resultados contrarios a los deseados. Un caso
particular es la ausencia de contenido ideológico y político, muy común en
propuestas basadas en el concepto de “buena administración” o “aspectos técnicos”,
como conceptos que reemplazan la política, los resultados son los mismos.
Quedaría como ejercicio que se
clasifiquen las actuales propuestas en este tiempo electoral y juzguemos que
resultados pueden esperarse de ellos.
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