Parecería que hay algo que nunca cambia en las políticas de seguridad:
que siempre cambian. El cambio en sí mismo no está mal, cuando responde a un
cambio en las condiciones económicas, sociales, tecnológicas o culturales; pero
cuando el cambio se debe a que no se sabe qué hacer se parece más a un
descontrol que a una acción de respuesta.
En el caso de las medidas tomadas en la provincia de Buenos Aires, la
alternancia entre políticas de seguridad garantistas y políticas represivas
muestra descarnadamente la incapacidad de la dirigencia política para
solucionar un problema que la misma clase política creó. Las condiciones
económicas, sociales y culturales no se crearon espontáneamente fue el
resultado de políticas mal formuladas y de políticas correctamente formuladas
pero mal implementadas.
El principal problemas es creer que seguridad y prevención del delito
es la misma cosa, cuando una es solo una parte de la otra, si existen políticas
de seguridad bien formuladas e implementadas la prevención del delito se daría
naturalmente, sin necesidad de personajes providenciales ni de recurrir al
auxilio de instituciones cuyo fin no es la prevención del delito urbano.
La implementación de políticas de seguridad debe, necesariamente,
incluir su dimensión o mejor dicho el ámbito de aplicación de la política
formulada. Así si vemos que una formulación política de prevención del delito debe
partir de un diagnóstico de la realidad, diagnóstico, que no puede realizarse
sin considerar los siguientes factores: cantidad y características de la
población de delincuentes, modalidades delictivas territoriales, recursos de
prevención, recursos de represión, tecnologías disponibles, situación de las
instituciones involucradas (policía, ministerio público, administración de justicia,
sistema penitenciario, sistema de asistencia social y medios de difusión
pública), la caracterización cultural de la población en los distintos territorios,
situación social del territorio involucrado y situación ambiental.
Para muestra basten algunos botones, el primero es la información
sobre cuantos delincuentes hay y en que modalidades se estructuran, la segunda
es que tipo de vinculaciones establecen las distintas modalidades delictivas
con el resto de la sociedad. Esto requiere una estructura de información que
debe ser alimentada por servicios de información de prevención del delito y que
no debe estar vinculada a las instituciones policiacas.
Otra característica que no se incluye comúnmente en el análisis es la
dimensión territorial, la conformación urbana, las vías de comunicación, la circulación
de la gente, la distribución de la población. Todo esto debe correlacionarse
con el accionar delictivo, para analizar las modalidades territoriales del
delito, a saber: inteligencia previa, acceso de los medios para cometer delito,
acceso a lugar del hecho, desarrollo del
delito, escape del lugar del hecho, distribución y comercialización del botín.
Este es el verdadero mapa del delito y
no una representación mapeada y superpuesta de delitos cometidos.
El diseño de una estrategia de prevención supone acciones que
interrumpan el desarrollo de las actividades delictivas, detectar las fuentes
de inteligencia de los delincuentes, impedirles obtener información, identificar
a quienes pueden realizar inteligencia criminal y actuar en consecuencia,
impedir el acceso a los medios necesarios para realizar el delito, vigilar y
controlar las vías de acceso y escape de los delitos, dificultar la consumación
de delitos con escaso riesgo para los delincuentes y disponer recurso para una detección
rápida de cualquier delito que se cometa.
De todos los que hablan de seguridad es muy probable que pocos
incursionen en estos temas, prefieren culpar a quien gobierna, o a quienes
critican, ya sea oficialismo u oposición el eje del discurso sobre la seguridad
es encontrar culpas, principalmente en
el otro. Así se toman acciones reactivas, olvidándose que el delito es un
fenómeno dinámico y complejo, cuyos
actores se encuentran inmersos en distintos estratos sociales, que han
desarrollado una red de vínculos de tipo personal, económico, político y social;
dando como resultado una “Hidra de mil cabezas”, que solo puede terminársela si
se cortan de una vez todas ellas.
Mientras tanto cuando hablan de seguridad, o como debiera decirse, de prevención
del delito me sigo preguntando ¿Qué seguridad?
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