domingo, 5 de abril de 2015

Doña Cristina de la Mancha y los molinos de viento



En esto descubrieron treinta o cuarenta molinos de viento que hay en aquel campo, y así como Don Quijote los vió, dijo a su escudero: la ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear; porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta o poco más desaforados gigantes con quien pienso hacer batalla, y quitarles a todos las vidas, con cuyos despojos comenzaremos a enriquecer: que esta es buena guerra, y es gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de la tierra. ¿Qué gigantes? dijo Sancho Panza.
Aquellos que allí ves, respondió su amo, de los brazos largos, que los suelen tener algunos de casi dos leguas. Mire vuestra merced, respondió Sancho, que aquellos que allí se parecen no son gigantes, sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las aspas, que volteadas del viento hacen andar la piedra del molino. Bien parece, respondió Don Quijote, que no estás cursado en esto de las aventuras; ellos son gigantes, y si tienes miedo quítate de ahí, y ponte en oración en el espacio que yo voy a entrar con ellos en fiera y desigual batalla. Y diciendo esto, dio de espuelas a su caballo Rocinante, sin atender a las voces que su escudero Sancho le daba, advirtiéndole que sin duda alguna eran molinos de viento, y no gigantes aquellos que iba a acometer.”
Capítulo 8 de “El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha” de Miguel de Cervantes

De cualquier similitud entre este capítulo del Quijote, las acciones y el discurso de la presidenta y este escrito, hago responsable al manco de Lepanto.

Fragmentos del capítulo ocho de las aventuras de la ingeniosa hija de alguien*

Doña Cristina de la Mancha revisó sus finanzas y como las faltriqueras estaban cortas, díjole a su fiel escudero Sanchini Panza y a su condestable el joven saltinbamnqui: Los agricultores son culpables de la falta de abundancia en nuestras bolsas, mientras ellos disfrutan su pitanza nuestro pueblo sufre carencias, ellos son los culpables de la falta de escuelas, del pésimo estado de los hospitales, de las rutas destruidas, ellos y la peste son lo mismo. ¿Cuales agricultores? dijo Sanchini Panza.
Todos, mi fiel escudero, los que poseen grandes extensiones de tierra y los que con unas pocas tierras ocultan las rentas que por derecho nos pertenecen. Mire vuestra merced, respondió Sanchini, no todos ocultan sus rentas, algunos lo hacen porque tienen mucho y otros nada tienen, ni para ocultar les alcanza. Parece mi fiel escudero que no estas preparado para esta épica batalla, quédate cuidando nuestra estancia, que daré cuenta de las rentas que me ocultan.
Doña Cristina, atacó a los agricultores que al verse todos ellos, grandes y pequeños amenazados por igual, hicieron causa común para defenderse, logrando incluso el apoyo del maestre del gran congreso, quien decidió la victoria para los agricultores. Herida en su orgullo, doña Cristina, planeó abandonar su cruzada, no la merecían quienes festejaban el triunfo de los campesinos. Mucho trabajo le constó a Sanchino Panza convencerla de no volverse a sus tierras. Así siguió su marcha doña Cristina.
Cierto día vio a una maestra y dijo: Que buen trabajo tiene esta doncella, trabaja solo cuatro horas por día y tiene tres meses de vacaciones! Vuestra merced, dijo Sanchini, estas doncellas tienen que preparar sus clases, estudiar y corregir, luego de dar cuatro horas de clases; de los tres meses sin dictar clases, en dos de ellos tienen que tomar exámenes y ayudar a recuperar conocimientos de los mas atrasados. No importa Sanchini, no pueden pretender un salario como cualquier trabajador. No insistió el escudero, al fin y al cabo para que sirve educar a las gentes, si tuviesen gran discernimiento los verían tal cual eran y no como ellos proclamaban.
Observando una factoría, dijo doña Cristina otro día: Que bien que marchan las fábricas, producen todo lo que necesitamos, y así no es necesario traer mercancías del extranjero. Mi señora, le respondió Sanchino, estas factorías solo arman las partes que se traen de fuera del país, seguimos necesitando de las mercancías foráneas. Mi pobre Sanchini, dijo doña Cristina, nos autosustentamos y tu ni entiendes esta palabra. Sanchini, calló y siguió comprando en el extranjero y vendiendo en el país, total sus faltriqueras estaban cada día mas gordas.
También vio la ingeniosa hija de alguien que sesudos investigadores trabajaban día y noche produciendo “papeles”, patentes e ingenios deslumbrantes. Sanchini, estamos a la cabeza del mundo, tenemos un nivel de conocimiento científico que nadie ha igualado, y eso porque trajimos expatriados, mejoramos las rentas de estos investigadores. Su gracia, dijo Panza, los “papeles” producen rentas a editores extranjeros, las patentes son adquiridas por ricos mercaderes foráneos que usufructúan ese conocimiento, los dineros que les damos cubren sus necesidades, pero necesitamos nuevos equipos, que nuestros mercaderes trabajen juntos con nuestros investigadores para que los ingenios que producen sean usados aquí. Nada conoces de ciencias, mi fiel Sanchini, Dojo Foña Cristina, somo la luz del conocimiento del mundo. Nada dijo Panza, ya que era cierto que él nada entendía, y como nadie en el reino entendía, no le preocupó.
Al pasar por una fronda del puerto de los maderos, comentó Doña Cristina: Que bien comen las gentes de nuestro pueblo, ya no hay hambre ni necesidades, cuanto bien hemos hecho! Sanchini, en voz baja susurró: Mi Señora, no todos comen así, hay quienes no tienen ni lo mínimo, muchos solo pueden subsistir sin desfallecer y otros penan subsisten día tras día. Nada, nada Sanchini, esas son mentiras que difunden bandos mentirosos de pasquines que me malquieren, y están interesados en verme acabada, pero lo que ellos no saben, es que todos me quieren, Así sea, dijo Panza, dando cuenta de un jugoso pernil de cerdo.
Mira mi fiel Sanchini, el pueblo grita aclamándome, quieren que sea siempre su guía, que los lleve a la felicidad. Muchos de esos mi señora, son las gentes de los condestables del burgo, que vienen a aclamarla y participar de la pitanza de recompensa que los condestables les darán después. Pero tenga cuidado, mi Señora, que por otros lados hay quienes gritan en su contra, sin ver los grandes beneficios que su merced dispuso para todos, ellos quieren vivir sin peleas, no estar reducidos a su voluntad, reclaman una utopía llamada república, estos villanos leen los bandos de unos maleantes que pretenden decir lo que piensan sin censura, esos villanos aumentan su número, así que cuidaos mi señora. No ves bien, mi fiel Panza, son lacayos de reinos foráneos que aspiran a quedarse con nuestras riquezas, grandes reinos que quieren dominarnos, pero no lo lograrán, mientras yo reine.
Bien mi señora, dijo Sanchini, pero apurad el paso. que son muchos y nos pisan los talones. No te preocupes, Panza, ladran pero no muerden, así que trota, por las dudas.
En la tarde se pierden dos figuras de graciosa sombra, la señora y su escudero.

(*)El significado de Hidalgo es hijo de alguien, no hay segundas intenciones, solo una traslación de género.



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