“En
esto descubrieron treinta o cuarenta molinos de viento que hay en
aquel campo, y así como Don Quijote los vió, dijo a su escudero: la
ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a
desear; porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren
treinta o poco más desaforados gigantes con quien pienso hacer
batalla, y quitarles a todos las vidas, con cuyos despojos
comenzaremos a enriquecer: que esta es buena guerra, y es gran
servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de la
tierra. ¿Qué gigantes? dijo Sancho Panza.
Aquellos
que allí ves, respondió su amo, de los brazos largos, que los
suelen tener algunos de casi dos leguas. Mire vuestra merced,
respondió Sancho, que aquellos que allí se parecen no son gigantes,
sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las
aspas, que volteadas del viento hacen andar la piedra del molino.
Bien parece, respondió Don Quijote, que no estás cursado en esto de
las aventuras; ellos son gigantes, y si tienes miedo quítate de ahí,
y ponte en oración en el espacio que yo voy a entrar con ellos en
fiera y desigual batalla. Y diciendo esto, dio de espuelas a su
caballo Rocinante, sin atender a las voces que su escudero Sancho le
daba, advirtiéndole que sin duda alguna eran molinos de viento, y no
gigantes aquellos que iba a acometer.”
Capítulo 8 de
“El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha” de Miguel de
Cervantes
De cualquier similitud
entre este capítulo del Quijote, las acciones y el discurso de la
presidenta y este escrito, hago responsable al manco de Lepanto.
Fragmentos del capítulo
ocho de las aventuras de la ingeniosa hija de alguien*
Doña Cristina de la
Mancha revisó sus finanzas y como las faltriqueras estaban cortas,
díjole a su fiel escudero Sanchini Panza y a su condestable el
joven saltinbamnqui: Los agricultores son culpables de la falta de
abundancia en nuestras bolsas, mientras ellos disfrutan su pitanza
nuestro pueblo sufre carencias, ellos son los culpables de la falta
de escuelas, del pésimo estado de los hospitales, de las rutas
destruidas, ellos y la peste son lo mismo. ¿Cuales agricultores?
dijo Sanchini Panza.
Todos, mi fiel escudero,
los que poseen grandes extensiones de tierra y los que con unas pocas
tierras ocultan las rentas que por derecho nos pertenecen. Mire
vuestra merced, respondió Sanchini, no todos ocultan sus rentas,
algunos lo hacen porque tienen mucho y otros nada tienen, ni para
ocultar les alcanza. Parece mi fiel escudero que no estas preparado
para esta épica batalla, quédate cuidando nuestra estancia, que
daré cuenta de las rentas que me ocultan.
Doña Cristina, atacó a
los agricultores que al verse todos ellos, grandes y pequeños
amenazados por igual, hicieron causa común para defenderse, logrando
incluso el apoyo del maestre del gran congreso, quien decidió la
victoria para los agricultores. Herida en su orgullo, doña Cristina,
planeó abandonar su cruzada, no la merecían quienes festejaban el
triunfo de los campesinos. Mucho trabajo le constó a Sanchino Panza
convencerla de no volverse a sus tierras. Así siguió su marcha doña
Cristina.
Cierto día vio a una
maestra y dijo: Que buen trabajo tiene esta doncella, trabaja solo
cuatro horas por día y tiene tres meses de vacaciones! Vuestra
merced, dijo Sanchini, estas doncellas tienen que preparar sus
clases, estudiar y corregir, luego de dar cuatro horas de clases; de
los tres meses sin dictar clases, en dos de ellos tienen que tomar
exámenes y ayudar a recuperar conocimientos de los mas atrasados.
No importa Sanchini, no pueden pretender un salario como cualquier
trabajador. No insistió el escudero, al fin y al cabo para que sirve
educar a las gentes, si tuviesen gran discernimiento los verían tal
cual eran y no como ellos proclamaban.
Observando una factoría,
dijo doña Cristina otro día: Que bien que marchan las fábricas,
producen todo lo que necesitamos, y así no es necesario traer
mercancías del extranjero. Mi señora, le respondió Sanchino, estas
factorías solo arman las partes que se traen de fuera del país,
seguimos necesitando de las mercancías foráneas. Mi pobre Sanchini,
dijo doña Cristina, nos autosustentamos y tu ni entiendes esta
palabra. Sanchini, calló y siguió comprando en el extranjero y
vendiendo en el país, total sus faltriqueras estaban cada día mas
gordas.
También vio la ingeniosa
hija de alguien que sesudos investigadores trabajaban día y noche
produciendo “papeles”, patentes e ingenios deslumbrantes.
Sanchini, estamos a la cabeza del mundo, tenemos un nivel de
conocimiento científico que nadie ha igualado, y eso porque trajimos
expatriados, mejoramos las rentas de estos investigadores. Su gracia,
dijo Panza, los “papeles” producen rentas a editores extranjeros,
las patentes son adquiridas por ricos mercaderes foráneos que
usufructúan ese conocimiento, los dineros que les damos cubren sus
necesidades, pero necesitamos nuevos equipos, que nuestros mercaderes
trabajen juntos con nuestros investigadores para que los ingenios que
producen sean usados aquí. Nada conoces de ciencias, mi fiel
Sanchini, Dojo Foña Cristina, somo la luz del conocimiento del
mundo. Nada dijo Panza, ya que era cierto que él nada entendía, y
como nadie en el reino entendía, no le preocupó.
Al pasar por una fronda
del puerto de los maderos, comentó Doña Cristina: Que bien comen
las gentes de nuestro pueblo, ya no hay hambre ni necesidades, cuanto
bien hemos hecho! Sanchini, en voz baja susurró: Mi Señora, no
todos comen así, hay quienes no tienen ni lo mínimo, muchos solo
pueden subsistir sin desfallecer y otros penan subsisten día tras
día. Nada, nada Sanchini, esas son mentiras que difunden bandos
mentirosos de pasquines que me malquieren, y están interesados en
verme acabada, pero lo que ellos no saben, es que todos me quieren,
Así sea, dijo Panza, dando cuenta de un jugoso pernil de cerdo.
Mira mi fiel Sanchini, el
pueblo grita aclamándome, quieren que sea siempre su guía, que los
lleve a la felicidad. Muchos de esos mi señora, son las gentes de
los condestables del burgo, que vienen a aclamarla y participar de la
pitanza de recompensa que los condestables les darán después. Pero
tenga cuidado, mi Señora, que por otros lados hay quienes gritan en
su contra, sin ver los grandes beneficios que su merced dispuso para
todos, ellos quieren vivir sin peleas, no estar reducidos a su
voluntad, reclaman una utopía llamada república, estos villanos
leen los bandos de unos maleantes que pretenden decir lo que piensan
sin censura, esos villanos aumentan su número, así que cuidaos mi
señora. No ves bien, mi fiel Panza, son lacayos de reinos foráneos
que aspiran a quedarse con nuestras riquezas, grandes reinos que
quieren dominarnos, pero no lo lograrán, mientras yo reine.
Bien mi señora, dijo
Sanchini, pero apurad el paso. que son muchos y nos pisan los
talones. No te preocupes, Panza, ladran pero no muerden, así que
trota, por las dudas.
En la tarde se pierden
dos figuras de graciosa sombra, la señora y su escudero.
(*)El significado de
Hidalgo es hijo de alguien, no hay segundas intenciones, solo una
traslación de género.
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