Están todos los que son,
o son todos los que están. Las listas de candidatos para las próximas
elecciones ya están cerradas, podrán reagruparse, según el
resultado de las PASO, algunos quedarán afuera, otros resignarán
aspiraciones y otros obtendrán el deseado conchabo de legislador o
mandatario.
Se ha repetido el viejo
ritual que ocurría en el barrio con el dueño de la pelota, el
armaba los equipos, elegía a los que jugaban mejor y cuando ya se
aseguraba que esos ganaba, le tocaba el turno a los amigos poco
hábiles con la pelota. Así pasamos del potrero a la política
nacional, viendo como elige el dueño de la pelota ¿o alguien cree
que estamos en una verdadera democracia? mal que le pese a Lilita
Carrió, el pueblo no gobierna ni delibera si no es a través de sus
representantes, así lo dice el párrafo de nuestra constitución, al
mejo estilo liberal. Si se quisiera que el pueblo gobierne, ya se
habrían puesto en marcha varias iniciativas que contempló la
reforma constitucional de 1994, y el gobierno o la oposición habrían
propuesto nuevas formas de participación ciudadana.
Todos quieren ser el
dueño de la pelota, el que la tiene y los que quieren sacársela para
tenerla ellos, la pelota no se comparte, se usa para hacer la
voluntad el dueño.
Volviendo al párrafo
constitucional, donde se refleja el espíritu aristocrático de la
época, solo los que cumplieran ciertas condiciones formaban parte
de los elegibles para representar al pueblo, y el pueblo que elegía,
no eran todos, había ciertas condiciones que se debían cumplir para
ser elector. De ese modo se garantizó que el poder quedara en un
circulo restringido de personas afines a los intereses de los grupos
de poder de la época. La omnipotencia que sentían esa minoría, o
algunas convicciones fundamentalistas, llevó a al promulgación del
sufragio universal. Allí emergió, desde el destierro de la
historia, representantes de los sectores populares excluidos
(Irigoyen era sobrino de Leandro Alem y sobrino nieto del
lugarteniente de Rosas y jefe de la Mazorca). Allí comienza el
ascenso al poder de una emergente clase media, dotada de instrucción,
pero sin poder económico, e incluso con diferencias respecto al
orden que se pretendía establecerse desde dicho poder. La
interrupción de este proceso por el golpe de Uriburu, retorna
mediante el “fraude patriótico” y “la entente” al orden de
cosas previo al surgimiento del voto universal.
Es mediante otro golpe,
que no pretendía cambiar mucho el estado de cosas, que surge la
figura de Perón y el movimiento peronista, aquí acceden a la
representación popular sectores sociales mas bajos, vinculados al
trabajo. Se consolida la universalidad del voto al incorporar el voto
femenino y se formula una reforma constitucional en 1949. Esta
reforma es ignorada y no reivindicada por los gobiernos democráticos
posteriores (incluso muchos de ellos, peronistas). El ascenso de
clases trabajadoras a sitios de poder construye una nuevo sistema de
representación y conflicto, donde grupos económicos, sectores
altos, medios y trabajadores, sectores sindicales, una burocracia
estatal y grupos de control de medios diputan espacios de poder y
representación política, económica, social y cultural.
Este conflicto atravesado
por una feroz dictadura, condujo al mayor período de funcionamiento
democrático del estado en sus tres poderes. Esto no se extendió al
funcionamiento de los partidos políticos, que cayeron en el
personalismo o el elitismo dirigencial, convirtiendo a la democracia
de partidos políticos en una democracia de personeros políticos de
dirigentes políticos. Así, los liderazgos no se cuestionan, es
interesante ver como algunos veteranos dirigentes que en los años 70
cuestionaban al mismísimo Perón desde la JP, hoy se genuflexan ante
las mentiras que dicen muchos dirigentes oficialistas.
Quedaron el el tintero
muchas de las consignas que se generaron en la crisis del 2001, como
los mecanismos de representación popular, el voto directo para
representantes en el congreso, mecanismos de representación
alternativos como la banca pública, entre otras. Así, quienes
alcanzan cierto nivel de reconocimiento público merced a encuestas
(la mayoría de las veces paga) o a presencia mediática (también
paga), se presentan como dirigentes. Si estos dirigentes pagan su
reconocimiento, se hacen un lugar propio, pero si alguien ya
establecido lo paga, esta nueva promesa de dirigente jura un vasallaje
político, hasta que la traición los separe.
Así se repite el cuento
del dueño de la pelota, quien la tiene elije, el que no la tiene, o
es un jugador del que no puede prescindirse (en política esto solo
pertenece al terreno de los cuadros técnicos y cada vez menos) o
tiene que hacerse “amigo” del dueño de la pelota.
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