No
hablo del tan mentado debate entre los candidatos presidenciales para el periodo
2015-2019, hablo del debate necesario en la política argentina a todo nivel, a nivel
de dirigentes, de militantes, de adherentes o de simples ciudadanos con algún interés
político.
El
debate es esencial en la convivencia democrática, e incluso es la mejor escuela
de formación que pueda tener quien se interese en participar activamente de la
vida política. Quien no debate no re-examina sus argumentos, no revisa sus ideas,
y así no afirma sus convicciones y se prepara para ponerlos en práctica en una
eventual gestión de gobierno, en donde enfrentara mayores dificultades que un
cruce dialéctico.
Actualmente
las parodias de debate se realizan asignando espacios de tiempo a cada
participante, donde este expone sobre un
tema dado, y luego se asigna un tiempo adicional al libre debate o se abre un
espacio de preguntas a cada candidato. Estos “debates” interrumpidos por la superposición
que realizan los participantes sus intervenciones, los espacios entre temas (o
la publicidad), las excesivas intervenciones de los moderadores, o las
irrupciones de los espectadores conforman, el excesivo número de temas que se plantea
u otros aspectos organizativos, relegan los debates a meras exposiciones donde falta
confrontación de ideas. Esto sin des merito de quienes organizan los debates y
tienen que sujetarse a las condiciones que plantean los participantes.
¿Qué
pasara si las condiciones las pusiera el organizador del debate y los participantes
debieran someterse a estas?, Por ejemplo, si tomemos un debate de 5 candidatos,
en un espacio de 3 horas y 4 temas, restando 15 minutos de intervención de los
moderadores, cada candidato dispone de 8 minutos y 15 segundos para exponer e
intervenir en el debate, si se asignan 3 minutos a la exposición del tema cada
candidato dispondría de 5 minutos para debatir con los restantes participantes.
Esto permitiría un tiempo suficiente para las exposiciones del pensamiento de
los participantes en los distintos temas y un debate, que si bien no sería exhaustivo,
permitiría un intercambio que enriquecería no solo a los espectadores, sino también
a los participantes.
¿Ahora
bien, porque no se debate? La primera respuesta podría apuntar a la falta de convicción
en la propia capacidad de los participantes, también se podría señalar el miedo
a la perdida de alguna posición consolidada previamente al debate, o la poca convicción
sobre los argumentos previamente utilizados. Cualesquiera sean los motivos, la
ausencia de debate llega hasta las mesas de café donde la intolerancia a posiciones
adversas llega hasta el conflicto interpersonal, así se producen
distanciamiento de vecinos, amigos y familiares.
Sabemos
que la construcción de una democracia requiere la convivencia armoniosa de
personas que piensen distinto, y a pesar de ello, puedan construir un proyecto común.
Proyecto que solo puede surgir de las coincidencias de todos, o al menos, de la
gran mayoría de todos. Esta mayoría no puede surgir por el nivel de representación,
sino de quienes representen en forma significativa las distintas posiciones. Así,
si la representación de la posición A tiene el 50% de adhesión, la posición B tiene
el 20%, la posición C tiene el 20% y la posición D tiene el 10%. Una mayoría no
podría obtenerse sin contar con tres de las distintas posiciones y, obviamente,
sin excluir la opción mayoritaria A.
¿Qué
requisitos se deben cumplir para debatir? Pareciera una verdad de perogrullo
señalar como imprescindibles la educación y el conocimiento. La educación permite
la discusión respetuosa y el conocimiento otorga la autoridad necesaria para
emitir opinión. No en vano, vemos que la educación y el conocimiento están en
crisis, la educación por la crisis de la familia como organización fundacional
de nuestra sociedad y el conocimiento por la crisis en el funcionamiento de las
instituciones educativas. Aquí, no hablamos de dirigencia política, hablamos de
la gran mayoría de la gente, gente que avasalla con la fuerza opiniones o
preferencias distintas, y lo vemos en la violencia deportiva, en las reacciones
violentas en incidentes domesticas o de tránsito, y en muchísimos otros hechos
cotidianos. También vemos la tendencia a opinar sobre lo que se desconoce o se
tiene alguna idea superficial, de este modo vemos que casi nadie se atreve a
discutir sobre las teorías físicas de los agujeros negros, pero todo el mundo
opina de infraestructura vial frente a un ingeniero vial, de planes sanitarios
frente a un médico sanitarista, y más. Es imposible que se debata en una
sociedad sin educación y sin respeto al conocimiento.
En
síntesis, se puede decir que una sociedad en la que no se debate y tampoco están
dadas las condiciones para debatir, el debate de su dirigencia política solo será
un gran slogan publicitario invitando a adherir a un candidato, del mismo modo
en que se invita a consumir una gaseosa o comprarse un pantalón. En una
sociedad así se construye consumidores no ciudadanos.
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