Para
no desentonar con la costumbre, hay que desear que el próximo año
sea mejor que el que pasó. Pero ¿Hay razones para suponer que el
2018 será mejor que el 2017?
Creo
que el 2018 tendrá crecimiento económico, pero no desarrollo
económico; lo que en buen romance significa que va a haber mas plata
dando vueltas, pero no va a ir a los bolsillos de la mayoría de la
gente.
Posiblemente
haya mayor presupuesto para acción social, pero la conflictividad
social será mayor. La convivencia política será mas difícil y lo
que se ha dado en llamar “la grieta” crecerá.
El
gobierno ha convertido al “gradualismo” en una práctica
rutinaria: gradualismo de reducción del gasto público, gradualismo
en la aplicación de medidas para paliar la inseguridad, gradualismo
en el tratamiento de la marginalidad (no la confundamos con pobreza,
de la pobreza se sale con plata, para salir de la marginalidad se
requiere mucho mas), gradualismo en el re ordenamiento del estado, en
síntesis gradualismo para todo.
Pero
como toda receta mágica que dice servir para todo, suele producir
mas problemas que los que soluciona.
La
solución gradual de los problemas económicos fruto de los
desajustes de las principales variables: inflación, déficit fiscal,
desempleo (acá sin hacer la trampa de poner como empleados a los
asistidos en cooperativas de trabajo o despedidos que se inscriben en
el mono tributo para poder hacer changas), endeudamiento externo,
déficit de balanza económica (sin el truco de no incluir el
endeudamiento), encarecimiento del crédito, etc.; tiende a reducir
el impacto de cualquier ajuste (ortodoxo o heterodoxo), pero
prolongar el desajuste genera que los decisores económicos busquen
opciones de corto plazo, alta rentabilidad y bajo riesgo (la
inversión busca colocaciones financieras especulativas y el consumo
compras baratas en el exterior).
El
gasto social, que ha superado el de presupuestos anteriores, no ha
producido cambios significativos en el tejido de los sectores
marginados. Allí, se sigue viendo las viejas políticas de
asistencialismo, la intervención de “mediadores sociales” (una
nueva clase de lumpen que en nombre de la ayuda social medran
recursos sin cambiar las condiciones estructurales de la
marginalidad), la ineficacia de los gestores sociales, la
ineficiencia en la administración del gasto social (medido en
porcentaje de los TODOS los gastos de gestión respecto del gasto
total) y sobre todo que nada o muy poco realmente cambia en las
estructuras sociales de los marginados.
La
gestión del estado presenta claros y sombras, personas con una gran
capacidad de gestión rodeados de segundas líneas ineficaces, o
personas con nula capacidad de gestión al frente de segundas líneas
muy preparadas; pero en resumen el saldo de la gestión es
escasamente suficiente. En seguridad se ha mantenido estructuras y
metodologías de anteriores administraciones, que ya fracasaron. En
medio ambiente, no se ha visto que se haya hecho nada. En educación
se sigue con muchas ideas y pocas realizaciones concretas que cambien
de forma radical un deterioro a todas luces innegable. En defensa el
saldo es evidentemente negativo, aún sin traer a colación el hecho
del ARA San Juan. En administración de justicia, suele haber mas
anuncios de cambios que cambios concretos. Sin dejar de reconocer una
mejora en la transparencia de la gestión en muchos sectores, los
conflictos de intereses que se han producido hacen fracasar aquella
premisa que no solo hay que ser honesto, sino que hay que parecer ser
honesto. Como síntesis de la gestión de gobierno se podría decir
aquello de que “el camino al infierno está pavimentado de buenas
intenciones” y la gradual mejora de viejos problemas termina
diluyéndose en los nuevos problemas.
Un
último aspecto del actual gobierno es la cultura, entendida esta
como forma de ser de la sociedad y no como hecho artístico. La
sociedad está inmersa en una gran crisis de valores, donde el
pragmatismo materialista desplaza a la ética, el relativismo se
impone a una escala de valores basados en ciertas creencias firmes
(que no tienen que ser uniformes o iguales para todos), la
mediocridad de los objetivos personales (mayoritariamente
consumistas) impide la búsqueda de metas trascendentes, la violencia
irracional remplaza al debate y la aceptación de las diferencias, la
convivencia armónica se empaña por clasismo y racismo, la pérdida
progresiva de valores trascendentes, sean estos religiosos o laicos y
por sobre todo la pobreza intelectual que se instala en todos los
niveles sociales, haciendo realidad el planteo de José Ingenieros en
su obra “El hombre mediocre”.
Todo
esto, amigo lector, es con lo que nos puede joder la vida el gobierno
para el año próximo, por eso les deseo, que disfruten con, y a, sus
seres queridos, que disfruten, si pueden, hacer aquello que aman
(trabajo, hobby, deporte o arte), que disfruten pensar y amar, y que
no les falte un amigo y algo de tiempo para compartir cosas; así
podrán pasar en FELIZ 2018.
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