sábado, 22 de agosto de 2009

El “reo” keynesianismo de Boudou


El planteo, que posiblemente sea aceptado por el gobierno, de volver al FMI habla sobre un dudoso neo keynesianismo del ministro Boudou (mas digno de la Academia K, que de la Escuela de Negocios del MIT). La posición de Boudou sobre el keynesianismo es una posición más “rea” que neo, pues soslaya que fue Keynes quien más se opuso a la creación del mismo (consejo que sabiamente puso en práctica Perón) y precisamente por las mismas razones por la que Argentina no debería volver.

Posiblemente, no hayamos resaltado algunos aciertos de la gestión K, pero indudablemente uno de ellos fue terminar la relación con el FMI, ya que a cambio del saldo de un crédito se accedía a ser auditado económicamente con un criterio que ideológicamente esta en las antípodas de lo que expresaba este gobierno, y que a criterio de cualquier buen keynesiano, o neo keynesiano, era lo correcto. Pero pareciera que así como se cambió de la transversalidad progresista a la burocracia justicialista, también hubo muda económica y ahora el gobierno se viste al riguroso gusto neoclásico.

Volviendo a Boudou, que se auto proclama keynesiano, sus medidas se apartan bastante del pensamiento keynesiano, ya que, además de proponer la vuelta al FMI para poder disponer de créditos para compensar la baja de recaudación y de actividad productiva que produjo la crisis económica y la disputa con los sectores agrarios, propone financiar el déficit fiscal que se avecina con emisión de bonos. Esta solución ya fue puesta en práctica durante el segundo gobierno de Menem con Roque Fernández como ministro de economía y ya conocemos cuales fueron los resultados.

Por si alguno no recuerda, la emisión de bonos por parte del gobierno genera aumento del valor del dinero en las plazas locales, que prefieren un título público a una deuda privada, esto aumenta los costos financieros de las empresas privadas, que en este momento enfrentan problemas de falta de demanda. Podemos vaticinar sin mucho margen de error que las empresas que puedan sobrevivir los harán con grandes ajustes (léase despidos) y otras cerrarán definitivamente, produciendo por una parte disminución de ingresos al estado por falta de pago de impuestos y aumento de gastos para cubrir la mayor demanda social que se generará por la pérdida de puestos de trabajo.

Este ministro propone como solución: pedir dinero prestado, es una situación análoga a la de un gerente de empresa, que proponga a su directorio, que para solucionar un problema de liquidez se debe tomar un crédito en lugar de aumentar las ventas. En la situación de Boudou, alguien con una posición keynesiana propondría eliminar subsidios, nacionalizando aquellas empresas que no puedan funcionar sin ellos (la nacionalización podría tomar la forma de sociedades mixtas, o empresas sociales estatales), generar impuestos a las actividades financieras (hoy exentas, inclusive los pooles de siembra de soja), gravar actividades rentables que afectan recursos no renovables (como la minería y actividades petroleras, entre otras), regular la remisión de capitales de las empresas extranjeras (de este modo se generarían stocks de capital que bajarían las tasa de interés) y podríamos continuar, pero para muestra bastan estos botones.

Si el ministro fuera keynesiano, generaría obras de infraestructura que favorecieran nuevos emprendimientos, reactivaría los ferrocarriles, crearía flotas mercantes para las exportaciones argentinas (en esto pueden ver que si bien Pino Solanas no haya leído a Keynes, si aprendió de cómo Perón siguió sus consejos), crearía rutas de gran capacidad de circulación que generaran nuevos circuitos comerciales, estimularía el turismo nacional con mejores rutas y subsidios a los combustibles para fines turísticos (un bono de combustible turístico, canjeable solo en estaciones testigo y controladas por los grupos hoteleros), crearía un fondo de reconversión de empresas privadas en quiebra en empresas sociales o cooperativas, unificaría en un solo trámite la radicación de industrias en cualquier parte del país en un plazo de menos de un mes (hoy en promedio y sin coimas de por medio se tarda un año), fijaría plazos de 48 horas para el otorgamiento de subsidios a empresas que amplíen o mejoren sus instalaciones, capaciten a su personal, mejoren procedimientos o renueven su tecnología de producción y seguiríamos con una lista bastante larga.

En fin este ministro en un ejemplo más de cómo el discurso de este gobierno, a pesar de apuntar a la izquierda, se desvía a la derecha.

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