Fukuyama perdió de local, el Partido Demócrata de Japón (PDJ, centro) triunfó en las elecciones legislativas obteniendo unos 300 escaños sobre los 480 de la Cámara de Diputados, lo que significa un duro golpe para el Partido Liberal Demócrata (PLD, derecha) en el poder, que tendrá que conformarse con un centenar de escaños.
Parece que el mito liberal se cae en la segunda economía del planeta, en los EEUU, los líderes de las empresas emblemáticas para el neo liberalismo, tuvieron que pedirle auxilio a ese mismo estado al que le reclamaban que no interviniera en la economía. Pareciera que la “muerte de las ideologías”, no fue tanta y que el poco contenido ideológico que sobrevivió al Tsunami liberal de los 90, goza de buena salud.
Lanzo mi idea: fue una utopía soñar con un mundo más justo, con países soberanos, con la soberanía de la democracia real, con gobiernos que representen y ejecuten la voluntad de los pueblos o es una utopía pensar que los mercados son la respuesta a todos los problemas económicos, que el trabajo es solo un componente de la producción de bienes sujeto a los vaivenes de la oferta y la demanda, que los estados eran la fuente de todas las distorsiones que impedían que todos alcanzaran el bienestar y que el capital no acumulaba mas allá de tasas de retorno gobernadas por la racionalidad.
Creo que por más que busquemos explicaciones económicas, sociológicas o políticas, las crisis cíclicas del capitalismo nos demuestran las mentiras de los ideólogos fundamentalistas (o cipayos) de las teorías liberales dominantes, que más que explicar como funciona y puede funcionar la economía, sirven de soporte a las hegemonías mundiales que utilizan la economía como instrumento de poder. Por eso, las crisis muestran despiadadamente la verdad, que no existe una regulación natural en la economía que tienda al equilibrio, sino ciclos en los cuales determinados intereses acumulan poder y riqueza más allá de cualquier límite razonable (suponiendo que la razonabilidad es la tendencia al equilibrio), eso hasta que las tasas de acumulación distorsionan la posibilidad de su propia sustentabilidad.
Estos intereses hegemónicos, han variado en la historia universal, desde la hegemonía personal a la hegemonía anónima del capital trasnacional, el los setenta el demonio era Roquefeler, hoy el CEO de una empresa multinacional no sabe quién es su jefe, solo sabe que tiene que respondes a una junta de accionista que le demandan tasas de ganancias crecientes y a eso se consagra sin importar que tenga que hacer para conseguirlo. Anteriormente los límites a los que se sujetaba una empresa multinacional eran fijados por la política de la empresa, que era fijada y arbitrada por su dueño, o el accionista mayoritario, hoy las políticas empresariales son instrumentos de cohesión empresarial, para aumentar la productividad o mejorar la competitividad de la empresa, y se fija y arbitra en función de sus objetivos de rentabilidad.
Estos intereses limitados por la búsqueda de rentabilidad ejercen una notable influencia en la historia de los pueblos, condicionan su desarrollo, sus economías, el acceso a sus propios recursos, causan guerras, divisiones políticas, entronizan o derrocan líderes y generan corrientes de opinión que les son funcionales. Estos intereses temen más a las limitaciones externas que surgen de la aplicación de las regulaciones de los estados soberanos, que a su propia competencia, por ello generan y apoyan teorías que favorezcan sus intereses.
Estas teorías se oponen a todo tipo de ideología que limite la capacidad de acumulación de los grandes intereses, así los nacionalismos, las izquierdas nacionales o hasta fundamentalismos religiosos representan a quienes coartan las libertades que permiten a estos intereses mantener o aumentar sus niveles de ganancias. De todas las ideologías que estos intereses temen, se destacan aquellas que proponen a los estados como reguladores de la actividad económica, pues si los gobiernos de estos estados surgen de la legítima representación popular su capacidad de control no solo es legítima sino eficaz.
Este proceso o lucha entre las ideologías liberales y regulatorias, se enmarcaba en el concepto de desarrollo histórico que proponía Hegel, el dominio de una ideología se basaba en una tesis, la posición generaba una antítesis y entre las tendencias se establecía un equilibrio histórico de síntesis. Cuando Fukuyama supuso que la caída del comunismo ruso, devendría en una hegemonía mundial única, estable y duradera, planteó que la sucesión de procesos históricos se detendría pues se había llegado al “fin de la historia”. Pero solo ocurrió un nuevo ciclo hegemónico, donde los intereses económicos dominantes acumularon a tasas enormes y en ese proceso se llegó a la crisis económica que puso en evidencia a las desmedidas ambiciones de los grupos económicos concentrados a nivel global. La utopía liberal llegó a su fin, el mundo real no puede existir plenamente sin la intervención regulatoria de los estados conducidos por gobiernos legitimados democráticamente, tengan la ideología que tengan.
Parece que el mito liberal se cae en la segunda economía del planeta, en los EEUU, los líderes de las empresas emblemáticas para el neo liberalismo, tuvieron que pedirle auxilio a ese mismo estado al que le reclamaban que no interviniera en la economía. Pareciera que la “muerte de las ideologías”, no fue tanta y que el poco contenido ideológico que sobrevivió al Tsunami liberal de los 90, goza de buena salud.
Lanzo mi idea: fue una utopía soñar con un mundo más justo, con países soberanos, con la soberanía de la democracia real, con gobiernos que representen y ejecuten la voluntad de los pueblos o es una utopía pensar que los mercados son la respuesta a todos los problemas económicos, que el trabajo es solo un componente de la producción de bienes sujeto a los vaivenes de la oferta y la demanda, que los estados eran la fuente de todas las distorsiones que impedían que todos alcanzaran el bienestar y que el capital no acumulaba mas allá de tasas de retorno gobernadas por la racionalidad.
Creo que por más que busquemos explicaciones económicas, sociológicas o políticas, las crisis cíclicas del capitalismo nos demuestran las mentiras de los ideólogos fundamentalistas (o cipayos) de las teorías liberales dominantes, que más que explicar como funciona y puede funcionar la economía, sirven de soporte a las hegemonías mundiales que utilizan la economía como instrumento de poder. Por eso, las crisis muestran despiadadamente la verdad, que no existe una regulación natural en la economía que tienda al equilibrio, sino ciclos en los cuales determinados intereses acumulan poder y riqueza más allá de cualquier límite razonable (suponiendo que la razonabilidad es la tendencia al equilibrio), eso hasta que las tasas de acumulación distorsionan la posibilidad de su propia sustentabilidad.
Estos intereses hegemónicos, han variado en la historia universal, desde la hegemonía personal a la hegemonía anónima del capital trasnacional, el los setenta el demonio era Roquefeler, hoy el CEO de una empresa multinacional no sabe quién es su jefe, solo sabe que tiene que respondes a una junta de accionista que le demandan tasas de ganancias crecientes y a eso se consagra sin importar que tenga que hacer para conseguirlo. Anteriormente los límites a los que se sujetaba una empresa multinacional eran fijados por la política de la empresa, que era fijada y arbitrada por su dueño, o el accionista mayoritario, hoy las políticas empresariales son instrumentos de cohesión empresarial, para aumentar la productividad o mejorar la competitividad de la empresa, y se fija y arbitra en función de sus objetivos de rentabilidad.
Estos intereses limitados por la búsqueda de rentabilidad ejercen una notable influencia en la historia de los pueblos, condicionan su desarrollo, sus economías, el acceso a sus propios recursos, causan guerras, divisiones políticas, entronizan o derrocan líderes y generan corrientes de opinión que les son funcionales. Estos intereses temen más a las limitaciones externas que surgen de la aplicación de las regulaciones de los estados soberanos, que a su propia competencia, por ello generan y apoyan teorías que favorezcan sus intereses.
Estas teorías se oponen a todo tipo de ideología que limite la capacidad de acumulación de los grandes intereses, así los nacionalismos, las izquierdas nacionales o hasta fundamentalismos religiosos representan a quienes coartan las libertades que permiten a estos intereses mantener o aumentar sus niveles de ganancias. De todas las ideologías que estos intereses temen, se destacan aquellas que proponen a los estados como reguladores de la actividad económica, pues si los gobiernos de estos estados surgen de la legítima representación popular su capacidad de control no solo es legítima sino eficaz.
Este proceso o lucha entre las ideologías liberales y regulatorias, se enmarcaba en el concepto de desarrollo histórico que proponía Hegel, el dominio de una ideología se basaba en una tesis, la posición generaba una antítesis y entre las tendencias se establecía un equilibrio histórico de síntesis. Cuando Fukuyama supuso que la caída del comunismo ruso, devendría en una hegemonía mundial única, estable y duradera, planteó que la sucesión de procesos históricos se detendría pues se había llegado al “fin de la historia”. Pero solo ocurrió un nuevo ciclo hegemónico, donde los intereses económicos dominantes acumularon a tasas enormes y en ese proceso se llegó a la crisis económica que puso en evidencia a las desmedidas ambiciones de los grupos económicos concentrados a nivel global. La utopía liberal llegó a su fin, el mundo real no puede existir plenamente sin la intervención regulatoria de los estados conducidos por gobiernos legitimados democráticamente, tengan la ideología que tengan.
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