jueves, 4 de abril de 2013

La verdadera seguridad es “ex ante”





Cuando se habla de la seguridad en su amplio sentido, la dimensión de la prevención de catástrofes es un área de bajo impacto inmediato, a la que suele asignarse poca prioridad, y que, por sobre todo no da rédito político. El problema es cuando la catástrofe ocurre y la gente sufre las consecuencias de la faltad e previsión para mitigar los efectos de la catástrofe.
Algo debe dejarse bien establecido TODA CATÁSTROFE ES PREVISIBLE en cuanto a su dimensión y efecto, lo que varía es su probabilidad de ocurrencia y el momento en que esta ocurrirá. Los responsables de la seguridad pública dedican su tiempo a solucionar problemas de coyuntura y no dedican tiempo a prever las posibles contingencias y su dimensión. Solo esto explica la falta de una respuesta adecuada de las autoridades ante las recientes catástrofes ambientales ocurridas.
Se podría escribir muchísimas páginas sobre la evidencia de esta conducta, pero basta una lectura atenta a la crónica periodística para probar la falta de previsión y de planificación de una respuesta adecuada ante la ocurrencia de una catástrofe. En ese sentido se podría investigar que catástrofes están previstas en las distintas instancias de los organismos de Seguridad Pública, que dimensión se le asigna y que respuestas se prevén en cada caso.
Aunque sería muy fácil exponer y criticar las conductas actuales, creo que una contribución a la toma de conciencia es hacer una breve exposición de cómo se debería actuar en esta área de gobierno.
El primer paso es crear un órgano de emergencia ante catástrofes que nuclee a los principales actores que deben opinar e intervenir: representantes de las fuerzas políticas; de las instituciones gubernamentales y no gubernamentales que están involucradas en la prevención,  atención y consecuencias de una catástrofe;  expertos en las distintas áreas y redes de voluntarios.
El segundo paso es establecer las posibles catástrofes, su probabilidad de ocurrencia y las distintas dimensiones de los problemas que surjan en cada caso. Por ejemplo, en caso de un accidente de aviación, estimar la cantidad de afectados los tipos de lesiones que pueden presentar, los afectos concurrentes como afectación de instalaciones, transito, posible afectación de servicios públicos (en caso que el avión caiga sobre una sub estación de energía).
El tercer paso, a partir del mapa de posibilidades y sus consecuencias, se debe dimensionar la magnitud y características de los recursos que deben intervenir. En este caso lo que seguramente ocurra es que quede en evidencia la falta de recursos con que cuentan las instituciones públicas que deben intervenir en esos casos, por ello se debe coordinar con instituciones no gubernamentales, otras instancias de las instituciones públicas y redes de voluntarios.
El cuarto paso es establecer el plan de alistamiento y convocatoria ante la emergencia, realizar simulacros periódicos, comunicar adecuadamente y educar al resto de la población para que sepa cómo actuar.                
Creo que esta breve síntesis para recordarles a los responsables de la seguridad pública que debe hacerse es mejor que reprocharle aquello que no han hecho y que ha costado vidas, daños materiales excesivos y la desconfianza de la población. La seguridad no comienza cuando ocurre un hecho, comienza antes cuando se planifica como evitarlo o como minimizar daños y atender de la mejor forma posible a las víctimas.

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