Cuando se habla de la seguridad en su amplio sentido, la dimensión de
la prevención de catástrofes es un área de bajo impacto inmediato, a la que suele
asignarse poca prioridad, y que, por sobre todo no da rédito político. El
problema es cuando la catástrofe ocurre y la gente sufre las consecuencias de
la faltad e previsión para mitigar los efectos de la catástrofe.
Algo debe dejarse bien establecido TODA CATÁSTROFE ES PREVISIBLE en
cuanto a su dimensión y efecto, lo que varía es su probabilidad de ocurrencia y
el momento en que esta ocurrirá. Los responsables de la seguridad pública
dedican su tiempo a solucionar problemas de coyuntura y no dedican tiempo a prever
las posibles contingencias y su dimensión. Solo esto explica la falta de una
respuesta adecuada de las autoridades ante las recientes catástrofes
ambientales ocurridas.
Se podría escribir muchísimas páginas sobre la evidencia de esta conducta,
pero basta una lectura atenta a la crónica periodística para probar la falta de
previsión y de planificación de una respuesta adecuada ante la ocurrencia de
una catástrofe. En ese sentido se podría investigar que catástrofes están
previstas en las distintas instancias de los organismos de Seguridad Pública, que
dimensión se le asigna y que respuestas se prevén en cada caso.
Aunque sería muy fácil exponer y criticar las conductas actuales, creo
que una contribución a la toma de conciencia es hacer una breve exposición de cómo
se debería actuar en esta área de gobierno.
El primer paso es crear un órgano de emergencia ante catástrofes que
nuclee a los principales actores que deben opinar e intervenir: representantes
de las fuerzas políticas; de las instituciones gubernamentales y no
gubernamentales que están involucradas en la prevención, atención y consecuencias de una catástrofe; expertos en las distintas áreas y redes de
voluntarios.
El segundo paso es establecer las posibles catástrofes, su probabilidad
de ocurrencia y las distintas dimensiones de los problemas que surjan en cada
caso. Por ejemplo, en caso de un accidente de aviación, estimar la cantidad de
afectados los tipos de lesiones que pueden presentar, los afectos concurrentes
como afectación de instalaciones, transito, posible afectación de servicios
públicos (en caso que el avión caiga sobre una sub estación de energía).
El tercer paso, a partir del mapa de posibilidades y sus consecuencias,
se debe dimensionar la magnitud y características de los recursos que deben
intervenir. En este caso lo que seguramente ocurra es que quede en evidencia la
falta de recursos con que cuentan las instituciones públicas que deben intervenir
en esos casos, por ello se debe coordinar con instituciones no gubernamentales,
otras instancias de las instituciones públicas y redes de voluntarios.
El cuarto paso es establecer el plan de alistamiento y convocatoria
ante la emergencia, realizar simulacros periódicos, comunicar adecuadamente y
educar al resto de la población para que sepa cómo actuar.
Creo que esta breve síntesis para recordarles a los responsables de la
seguridad pública que debe hacerse es mejor que reprocharle aquello que no han
hecho y que ha costado vidas, daños materiales excesivos y la desconfianza de
la población. La seguridad no comienza cuando ocurre un hecho, comienza antes
cuando se planifica como evitarlo o como minimizar daños y atender de la mejor
forma posible a las víctimas.
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