jueves, 8 de enero de 2015

La Violencia en la Argentina de hoy



La violencia siempre existió en Argentina, hasta se podría decir que es fundacional. Existen pocos hechos históricos no relacionados con la violencia, la violencia ejercida en la conquista, la violencia del control virreynal y la violencia de las reacciones libertarias, la violencia de las guerras de la independencia, la violencia de las guerras civiles, la violencia en al imposición del orden constitucional y las violencias surgidas por las alteraciones e intentos de alterar el orden constitucional. Se creyó que el terrorismo de estado instaurado en el último golpe militar de 1976 era la peor expresión de la violencia que había ocurrido en el país.
Creo que estas formas de violencia nada tienen que ver con la actual forma de la violencia que existe en nuestra sociedad. Las anteriores formas de violencia eran focalizadas y causales, era la violencia de un grupo, partido o sector social que se enfrentaba con otro, había una sola causa que desataba la violencia y los grupos que ejercían la violencia se identificaban con distintas posiciones. La violencia era explicable, las causas (justas o no) obedecían a conflictos que desembocaban en actos violentos (atentados, guerras, represión, etc.), los protagonistas asumían una posición frente al conflicto y tanto victimas como victimarios se restringían a los bandos en conflicto (salvo ocasionales “daños colaterales”).
La actual forma de la violencia está instalada en distintos sectores sociales y no responden a las anteriores formas de violencia. Entre estas nuevas formas de violencia, la asociada al delito es la que recibe mas atención en los medios y es descrita como “falta de códigos” (incluso por delincuentes tradicionales), donde el comportamiento pasivo de la victima no lo exime de ser golpeado, herido e incluso asesinado; la violencia de género es otra manifestación de la violencia instalada en forma transversal en la sociedad, puesta de manifiesto por la necesidad de crear comisarías de la mujer para enfrentar estas conductas que llegan al delito; la violencia en los espectáculos deportivos que llega a límites impensables en el supuesto colectivo de fanatismo deportivo, contradiciendo el mismo espíritu mafioso que se ha instalado en las “barras bravas” de los clubes de fútbol, donde la violencia se ejerce como forma de ejercer u obtener el control, y no de agresión injustificada; la violencia en grupos adolescentes expresada por peleas frente a locales de diversión, “bulling” en redes sociales, adhesión a grupos que utilizan la violencia como forma de expresión, etc.; la violencia en las relaciones interpersonales expresada en el aumento de delitos entre particulares (agresión, lesiones e incluso homicidio), por causas de disputas menores como problemas de tránsito, disputas vecinales, disputas amorosas, etc.; podríamos señalar otras de menor impacto mediático, pero como muestra sobran estos botones.
Aparte de la dimensión delictiva de la violencia, existen formas de convivencia que se tornaron violentas sin llegar a niveles de repercusión mediática salvo casos muy puntuales. Entre estas formas de relaciones violentas podemos citar las conductas empresariales respecto al empleo, donde se despide a un empleado con una causa supuestamente justa a los efectos que reclame judicialmente para negociar mejor su indemnización, los concursos con candidatos previamente seleccionados que solo justifican una decisión tomada y son apelados, recusados o cuestionados, los exámenes con objeto de seleccionar determinados perfiles de personas (un colegio privado tomando un examen a un chico con vestimenta “dark” o “punk”, es el mejor ejemplo), las colas a que se someten a los afiliados de PAMI para que se les receten los medicamentos que necesitan, los controles abusivos de funcionarios públicos que mas de una vez solo justifican el pedido de coima, la burocracia de organismos de asistencia social que condiciona la ayuda a personas con necesidades urgentes al cumplimiento de trámites casi absurdos, y así se podría seguir con innumerables ejemplos.
Debería esclarecerse el origen de esta espiral de violencia cotidiana que atraviesa la sociedad argentina, ya que una sociedad que ha logrado vivir mas de 30 años en democracia por primera ves en su historia reciente debería haber desarrollado hábitos de convivencia que redujeran la violencia como forma de resolución de sus conflictos.
Una primera aproximación es buscar en la conducta del actor social responsable de establecer mecanismos de regulación social hechos u omisiones que exacerben conductas violentas y que no se establezcan mecanismos de regulación individual y colectivas de conflictos que se encausen en conductas violentas. Para ello debemos analizar el rol de uno de los poderes fundamentales del estado: el poder de policía. Este no es el poder de represión, sino es el instrumento de regulación de los conflictos sociales, es el uso de la autoridad (no el autoritarismo) delegada por la sociedad para su propia defensa. Así, la legítima fuerza (no la violencia) actúa como elemento disuasorio del no acatamiento del orden social establecido. Por supuesto que el uso de la fuerza implica racionalidad y adecuación a las circunstancias, ya que el uso de la fuerza en forma irracional es violencia no justificada, como se da en los casos de “gatillo fácil”. También es necesario que exista un orden social establecido legítimamente, ya que las dictaduras también establecen un orden social claramente ilegítimo. El orden social debe también ser justo, pues el uso de la fuerza como forma de represión de reclamos sociales y laborales desvirtúa a las instituciones policiales que actúan en defensa de intereses sectoriales y no como garantes del orden social. Así surge como principal responsable político: el estado que, por acciones contradictorias u omisiones en la generación de regulaciones sociales, está ausente en la regulación de la conducta de sus ciudadanos.



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