A pesar de
mis esfuerzos para no cerrarme en mi postura, desde el área de
seguridad del gobierno me empujan a ponerme nuevamente en
contra de sus medidas. Sin dejar de reconocer que los cortes de
calles, avenidas, autopistas y cualquier otra forma de protesta que
lesione los derechos de circulación, de propiedad pública o privada
(muchas protestas no están exentas de actos de vandalismo, hurto y
robo) y integridad física de las personas (se suele ejercer
violencia contra quienes se quejan de la forma de protesta); el
protocolo propuesta carece de una total falta de imaginación, en el
sentido propuesto por este gobierno de ser innovador.
El protocolo
propuesto puede ajustarse a las leyes vigentes, pero la legalidad de
una medida no implica que sea justa o buena. Por ejemplo, ejecutar
una garantía crediticia dejando a una familia sin su casa es legal,
pero no es una medida ni justa ni buena. Por eso sostengo que este
protocolo no es bueno, ni tampoco justo.
No es justo
porque permite visibilizar la protesta de quienes tienen una
estructura que les permite organizar actos que resulten tengan
repercusión en una plaza y no a un grupo de vecinos que llevan días
sin energía eléctrica y se juntan cuando vuelven del trabajo y
cortan una calle para visibilizar su queja, ya que no existen otros
canales efectivos para hacerlo, y cuando existen no suelen dar
respuesta en tiempo y forma a los reclamos.
No es una
buena medida, porque una protesta es el resultado de la ausencia de
mecanismos de reclamo que tengan el suficiente grado de eficacia para
que el reclamo no sea necesario y por ende al no tener justificación,
su regulación tendría significado.
Tampoco la
medida tiene sustento en el tiempo, ya que regula aspectos del
artículo 194 del Código Penal, el cual puede ser derogado por el
congreso, donde la Alianza Cambiemos no tiene el número de
legisladores necesarios para impedir su derogación. Sin el artículo
194 el protocolo de actuación carece de legalidad y no podrá
ponerse en práctica.
En resumen,
estamos en presencia de una medida que no es justa, ni buena e
incluso que podría quedar sin efecto, sin que el gobierno pudiera
evitarlo. Algo mas que se debería señalar es la inoportunidad
política de la medida, en un momento que el gobierno busca aunar
consensos (con mas desaciertos que éxitos, en los últimos días),
por ello buscar una solución al problema de las protestas y los
cortes de calles, debería haber sido mas creativa.
Podemos
proponer algunas alternativas con un poco mas de talento que el que
fuera empleado por los autores del protocolo (un protocolo que emana
cierto “tufillo autoritario”, mas propio del pensamiento policial
represivo, que de una conducción política respetuosa de los
derechos ciudadanos). Una primera medida sería obligar a presentar
una demanda que fundamente la protesta, la cual debería de trámite
sumario y obligara al estado a dar una solución a la demanda. Si la
demanda no es satisfecha (48 horas) se habilita de oficio el reclamo
público y la protesta. Este procedimiento debería ser público (por
ejemplo estar disponible en un sitio Web) de modo que pueda ser
consultado y difundido por los medios de comunicación. Las
organizaciones o personas que iniciaron la demanda inscriben la
protesta en un registro indicando lugar, fecha y duración; el estado
designa a un funcionario mediador que negocie los términos de la
protesta de forma tal que se garanticen los derechos de los
manifestantes y del resto de los ciudadanos. La previsión del acto,
permite la reorganización de la circulación vehicular para
minimizar el impacto sobre los transeúntes, coordinar que carriles
se cortan, definir un carril que permita la circulación y el
mantenimiento de un carril de emergencia para ambulancias, bomberos u
otras emergencias (caso de traslado de embarazadas, enfermos o
accidentados en vehículos particulares, vehículos de servicios
públicos que atiendan a una emergencia como caída de cables, fugas
de gas, etc.). Recordemos que mientras exista un carril de
circulación, no hay cercenamiento del derecho de circulación, mas
si se garantiza que no se impide el paso de cualquier vehículo en
situación de emergencia. La organización de la protesta debería
garantizar que los participantes no concurran encapuchados y con
palos u otro tipo de armas, en caso que esto ocurriera, las
organización de la protesta debe denunciarlos, como así también la
presencia de personas no deseadas por la organización de la
protesta; así el personal policial interviniente queda habilitado
para retirar e incluso detener a estas personas (por ejemplo por
promoción de disturbios e iniciación a la violencia). En caso que
los organizadores no los denuncien podrán ser pasibles de ser ellos
mismos imputados como responsables de los delitos que estas personas
cometan. En el caso de la prensa, la misma debería tomar
conocimiento de los lugares seguros desde donde cubrir el hecho y en
caso de ubicarse en otro lugar saber que riesgos puede correr. Todo
esto deber ser registrado en vídeo, que sería prueba suficiente del
accionar del personal del estado que intervenga. Cualquier otro uso
de este material de video (presiones laborales, inclusión en listas
de despido, etc.) que cause perjuicio a los manifestantes deberá
sancionarse, tanto a quienes tengan responsabilidad de su guarda,
como a quienes lo usen y no sean parte del estado (ejemplo, después
de una protesta laboral se despiden a participantes identificados en
estos vídeos, se deberá sancionar tanto a quienes registraron,
almacenaron y son guarda del vídeo, como la empresa que produjo el
despido).
En el caso
de protestas espontánea se debería contar con una guardia de
negociadores que informen a los manifestantes, sobre que requisitos
deben cumplir. Se debería dar intervención a autoridades judiciales
que supervisen el caso (los jueces deben cubrir una guardia y contar
con un servicio vídeo conferencia). El no acuerdo con el negociador
(que debería ser un funcionario judicial y no un policía)
habilitaría el uso de la fuerza para restablecer la circulación y
salvaguardar el orden público.
Esto, lejos
de ser una propuesta, es un ejemplo de como se podría hacer algo
distinto, e inclusive no me cabe dudas que abriendo un espacio de
diálogo se obtendría una mejor medida. Pero también el protocolo
tiene muchas fallas, por ejemplo no prevé cortes relámpagos de 10 a
15 minutos, cambiando de lugar (cuando lleguen las fuerzas
policiales, la protesta cesó y se esta desconcentrando); también se
puede solicitar permiso para una protesta por cualquier vía a la
menor velocidad que permita las disposiciones de tránsito, como los
vehículos concurren a una manifestación pueden exponer carteles o
pancartas, y la vía de acceso a la manifestación puede extenderse
por un gran tramo. También se podría manifestar en forma de
petitorio público, transitando las aceras y manteniendo una
distancia de un metro entre manifestante y manifestante, mientras se
reparten volantes y folletos que expliquen el motivo de la protesta,
de esta manera se puede lograr cubrir un gran área y generar un
mayor impacto de difusión. Se puede usar la pausa de los semáforos
en cascada para exhibir carteles y pancartas, caminado entre los
autos detenidos, la extensión de la protesta, que no infringe
ninguna ley podría extenderse a lo largo de la Avenida Libertador o
9 de julio. De este modo creo que queda claro que el protocolo, solo
actúa frente a una forma de protesta estructurada y sin
imaginación, siendo inútil frente a formas creativas de protesta.
Para
terminar, quiero dejar constancia que esta crítica no esta dirigida
hacia el gobierno, sino hacia medidas que lejos de ser efectivas
traen un gran costo político al propio gobierno. Estas medidas y
otras, no solo son ineficaces sino que conllevan un costo político
innecesario en las actuales circunstancias donde se debería buscar
“aire político” hasta que las medidas de fondo que proponen
(aumento de la actividad económica, inversiones, etc.) muestren los
resultados que dicen van a tener, y sobre esto habría mucho que
decir, pero esa es otra historia.