Juan Carlos Alecsovich es un joven de 70 y pico de años, poeta, peronista, militante, un estimadísimo compañero que me permite asomarme a un mundo donde su permanente asombro, ese que lo convierte en joven, se expresa en estudio, meditación, observación de calle y militancia, que la eleva a la categoría de arte al convertirla en poesía.
Juan Carlos es ese tipo de persona generosa que comparte su poesía para que la disfrutemos, asomándonos a profundas reflexiones, fruto de su estudio, a su aguda observación de la vida y la calle, fruto de su militancia en la causa nacional y popular y sobre todo al dificilísimo arte de expresar con poesía, las profundas causas de una dolorosa realidad.
Juan Carlos es ese tipo de persona generosa que comparte su poesía para que la disfrutemos, asomándonos a profundas reflexiones, fruto de su estudio, a su aguda observación de la vida y la calle, fruto de su militancia en la causa nacional y popular y sobre todo al dificilísimo arte de expresar con poesía, las profundas causas de una dolorosa realidad.
Quiero, con este modesto homenaje, expresarle mi gran estima y profunda admiración, al compañero, al militante y al poeta, pero sobre todo al joven que hay en él, porque joven es quien no pierde su capacidad de asombro, y eso lo moviliza al estudio, a la propuesta, al compromiso y a la militancia. Muchas personas con pocos años, no tiene su juventud y nada los sorprende, nada los moviliza, creen que nada puede cambiarse, que nada puede hacerse y entonces, no hacen nada.
Por eso, Juan Carlos es un ejemplo para los que todavía no queremos volvernos viejos y para que, los que tienen pocos años, no envejezcan. No son las canas lo que nos vuelven viejos, es nuestro espíritu, y Juan Carlos de eso sabe mucho.
Pero no estaría completo un homenaje a él sin hacer mención a su alter ego, Martín Airón, de quien mas que decir algo, mejor es disfrutarlo.
Un enorme abrazo, mi joven compañero Juan Carlos Alecsovich
LA SOCIEDAD
por Martín Áiron
Estamos todos enfermos, enfermos, "fermos", cerrados
prisioneros del pecado, bajo el peso del desliz
de "no saber ser feliz" como Borges ha expresado.
Parecemos atacados por un sombrío pesimismo,
por el peso de "sí mismo", por la inmensa soledad
de buscar la "libertad" a través del egoísmo.
Salvaje individualismo, competencia encarnizada,
la "yoidad" que es expresada por la evasión del consumo
mientras se convierte en humo la Felicidad buscada.
"Poder" que no puede nada. poder del Yo sobre el Nos.
Poder que "imagina" un dios, aunque Dios sea algo tan cierto
que en vez de juzgarnos muertos nos ama probándonos.
Si el "Yo" y el "Tú", en vez de dos, asumieran la "Unidad"
y vieran la "Humanidad" como algo que nos contiene,
cada cual sabría que tiene, en ella, su Eternidad.
Ser "con Otros": LIBERTAD. Ser "en el Otro": Conciencia.
Hallarse en "Otros" : Presencia. Amarse en "Otro" : Piedad.
Sentirse el "Otro" : Humildad. Darse con Fé : Independencia.
No alardear de nuestra Ciencia que es tan sólo un artificio,
emergente y subrepticio del "poder" que nos corrompe
y una Armonía que se rompe con paganos sacrificios.
El "juicio" adorando al "Juicio". La corrupta muchedumbre
reprimiendo, por costumbre, lo que siente el corazón...
Y endiosando a la Razón que maneja podredumbre.
Infierno como obra cumbre. Campanas como señuelos
de un mísero y pobre Cielo que es como un salvoconducto
para implacables corruptos que lo administran con celo.
Lo Sagrado a contrapelo de la única Verdad,
convertida en "propiedad" por la absurda irreverencia
de explotar nuestra inocencia prometiendo Eternidad.
Y en la cruel impunidad del sacrílego entimema
creer que Dios es un teorema que se puede demostrar
mientras nuestro astro solar humildemente se quema.
Jueces, juicios, anatemas, torturas, inquisiciones...
Envilecidas legiones de arcángeles vengadores
o demonios represores clausurando corazones.
Santidad para adulones y fanáticos conversos
que por caminos diversos adhieren a un fanatismo
donde el pensar por sí mismo es un pecado perverso.
Mientras tanto el UNIVERSO, visto en toda su grandeza,
con su imponente belleza, silente, mirándonos,
nos dice mudo: SOY DIOS... ¡Pero no entro en tu cabeza!
por Martín Áiron
Estamos todos enfermos, enfermos, "fermos", cerrados
prisioneros del pecado, bajo el peso del desliz
de "no saber ser feliz" como Borges ha expresado.
Parecemos atacados por un sombrío pesimismo,
por el peso de "sí mismo", por la inmensa soledad
de buscar la "libertad" a través del egoísmo.
Salvaje individualismo, competencia encarnizada,
la "yoidad" que es expresada por la evasión del consumo
mientras se convierte en humo la Felicidad buscada.
"Poder" que no puede nada. poder del Yo sobre el Nos.
Poder que "imagina" un dios, aunque Dios sea algo tan cierto
que en vez de juzgarnos muertos nos ama probándonos.
Si el "Yo" y el "Tú", en vez de dos, asumieran la "Unidad"
y vieran la "Humanidad" como algo que nos contiene,
cada cual sabría que tiene, en ella, su Eternidad.
Ser "con Otros": LIBERTAD. Ser "en el Otro": Conciencia.
Hallarse en "Otros" : Presencia. Amarse en "Otro" : Piedad.
Sentirse el "Otro" : Humildad. Darse con Fé : Independencia.
No alardear de nuestra Ciencia que es tan sólo un artificio,
emergente y subrepticio del "poder" que nos corrompe
y una Armonía que se rompe con paganos sacrificios.
El "juicio" adorando al "Juicio". La corrupta muchedumbre
reprimiendo, por costumbre, lo que siente el corazón...
Y endiosando a la Razón que maneja podredumbre.
Infierno como obra cumbre. Campanas como señuelos
de un mísero y pobre Cielo que es como un salvoconducto
para implacables corruptos que lo administran con celo.
Lo Sagrado a contrapelo de la única Verdad,
convertida en "propiedad" por la absurda irreverencia
de explotar nuestra inocencia prometiendo Eternidad.
Y en la cruel impunidad del sacrílego entimema
creer que Dios es un teorema que se puede demostrar
mientras nuestro astro solar humildemente se quema.
Jueces, juicios, anatemas, torturas, inquisiciones...
Envilecidas legiones de arcángeles vengadores
o demonios represores clausurando corazones.
Santidad para adulones y fanáticos conversos
que por caminos diversos adhieren a un fanatismo
donde el pensar por sí mismo es un pecado perverso.
Mientras tanto el UNIVERSO, visto en toda su grandeza,
con su imponente belleza, silente, mirándonos,
nos dice mudo: SOY DIOS... ¡Pero no entro en tu cabeza!
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