viernes, 27 de noviembre de 2009

¿Maldita policía?


Sor Juana Inés, decía que quienes acusaban eran la razón de aquello que culpaban, y con la policía ocurre lo mismo. La policía está tan lejos de ser maldita como bendita, es lo que han hecho con ella, y terminamos culpando al monstruo que creamos.
La policía, en nuestro país, se formo como un cuerpo militar, y no como un cuerpo que tenía por objetivo garantizar la seguridad de los ciudadanos, sino garantizar un orden político o determinados intereses. El Martín Fierro, nos presenta policías al servicio de un juez de paz corrupto, que se quedaba con las propiedades de quieres eran enviados a la frontera, o a la guerra. Si leemos la historia de Rosas, vemos que al ser nombrado a cargo de la gobernación se dedicó a visitar pueblos del interior de la provincia y removió funcionarios policíacos y jueces de paz (Saldías, Historia de la Confederación Argentina), de donde puede verse que José María Hernández, no estaba muy herrado al describir la conducta de jueces y policías.
Cuando las ciudades crecieron, la policía fue un cuerpo auxiliar del poder político en la represión social, como ocurrió a principios de siglo con la represión de las protestas de los habitantes de los conventillos de Buenos Aires y las protestas obreras anarquistas y socialistas, donde se llegó a disparar contra la población civil desarmada. Ese uso de la policía como fuerza represora continuó bajo todos los signos políticos que ejercieron el poder y se intensificó durante los gobiernos surgidos de golpes militares, donde incluso se puso a la policía bajo el mando militar. La estructura organizativa actual de la policía responde a esta historia, sus cuerpos tienen una estructura militar, y gran parte de sus cuadros son entrenados y asignados a tareas de represión de las protestas sociales.
El otro fenómeno asociado a la estructura policial, son las relaciones entre sus mandos y el poder político, que ha obligado a los mandos a ignorar delitos de referentes políticos, a ser instrumento de presión a políticos opositores, a realizar tareas de inteligencia a favor de gobernantes y tantas otras cosas. Ese uso de la policía, se pagaba con ascensos que nada tenían que ver con la capacidad policíaca, con impunidad para que funcionarios policíacos incursionasen en áreas marginales (juego clandestino, prostitución, contravenciones, manejo discrecional en la instrucción de sumarios, etc.) obteniendo rédito por ello. Esta “marginalidad” consentida generó una connivencia de policías con delincuentes, que permitió que sugieran “delitos amparados” como el juego clandestino, trata de personas, venta de artículos robados, lo que en la jerga se llama “delito de guante blanco” o “delito fino”. El avance de la ilegalidad y el progreso en leyes que evitaban el castigo de ciertas conductas y la participación de dirigentes políticos en el amparo de formas de delincuencia fueron desplazando la participación de policías hacia los “delitos duros”, encontrándonos con vinculaciones entre funcionarios policiales y el tráfico de drogas, secuestros, robos, asaltos, atentados terroristas y homicidios.
En el otro extremo de la fuerza policial, los cuadros subalternos, se encuentran mal pagos, mal equipados, mal entrenados y mal considerados por la mayoría de la población, que los asocia con las prácticas antes descriptas y de las que la mayoría no participa. Estos policías son victimas fáciles de una delincuencia que los enfrenta bajo los efectos de la droga y con armas de gran porte, sabiendo que si son heridos y deben ser retirados de la policía, sus pensiones no podrán garantizar la supervivencia digna de sus familias, lo mismo que si son muertos. Si hieren o matan al delincuente enfrentarán sumarios y juicios, que afectarán sus ingresos (ya que mientras dura este proceso, no podrán realizar horas extras o tareas auxiliares que le permiten completar un ingreso digno) y pueden llevarlos a la expulsión de la fuerza o a la cárcel.
Este nuevo Leviatán, aparece entonces como: un cuerpo estructurado militarmente, que destina gran parte de su capacidad a la represión social, a la custodia de intereses privados o particulares; vinculado a sectores del poder oficial que los utilizan para sus propios fines políticos o económicos; con un régimen de promoción que no depende de sus meritos como custodio de la seguridad pública; con cuadros mal pagos, mal equipados, mal preparados y peor dispuestos; con vinculaciones entre algunos funcionarios y criminales; y en un escenario de aumento de la delincuencia por causas socio-económicas.
Si queremos que esta policía cambie, debemos pensar en una nueva policía, en una nueva estructura de la policía, en un nuevo régimen para el personal policial, en una nueva definición del rol de la policía en la sociedad y en un presupuesto acorde a esa nueva fuerza. Una fuerza que no debe dejar de lado a la mayoría de los actuales policías, debe dejar de lado la concepción de la institución como una organización vinculada al poder político, organizada militarmente, cumpliendo roles que no le son propios (custodios de particulares, carceleros, represores de protestas sociales, etc.) y con una acumulación discrecional de poder en distintas áreas de su estructura.
Este problema, en síntesis, requiere de definiciones y acuerdos políticos para refundar la institución policial, pero no a partir de impulsos individuales o espasmódicos, sino en consensos que permitan definir a la seguridad pública como una política de estado, y dentro de ella a la institución policial. Una institución policial que se ha desvirtuado por acción u omisión de una clase política que ha usufructuado de ella hasta convertirla en la “maldita policía”, denominación que gran cantidad de sus cuadros no merecen o al menos no son ni culpables ni partícipes.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Mi muerte de todos los dias...
El día que logremos entender que , los muertos , nuestros muertos, jamás van a volver..
Mas allá de los dioses , las profecías , los salmos , incisos y santos milagrosos y mas allá de la madre que me parió ..
Mas allá de todos eso , jamás volverán , tal vez ese día entonces se nos ocurra hacer algo.
Mientras tanto , seguiremos escuchando lánguidos discursos , rezando siempre lo mismo , que mañana todo cambiara .
El gran problema se avecina , cuando te enteres que mañana , nada cambiara , porque los muertos , “No tienen mañana” y tu de que lado estas?
Por jaker2 ( el despotismo ilustrado) .