miércoles, 17 de marzo de 2010

Éramos pocos…


Dicen que para no tener problemas con nadie no hay que hablar ni de política ni de religión, como evidentemente de política hablo bastante es hora de hablar un poco de religión; y lo que me ha motivado a hacerlo son las noticias recientes sobre dos sacerdotes que abandonaron los hábitos. Uno de ellos por motivos personales, ya que de decidió formar una familia y la institución política iglesia lo impide: y el otro fue impedido de enseñar convicciones teológicas personales, por lo que decidió dejar de ser parte de la institución política iglesia.

Ambos hechos afectan a sacerdotes ya mayores, uno de 52 y otro de 60 años, los cuales no manifestaron que abandonaban la fe, abandonaban la institución política, renunciando a su investidura institucional, no a su compromiso de vida, uno de ellos fue ordenado por la iglesia luterana y el otro continuará su enseñanza religiosa como teólogo laico. Estos casos deberían llevar a la reflexión de los responsables institucionales de la institución política iglesia.

Me refiero a la institución política iglesia, ya considero una la institucionalización de la Iglesia, a la que concibo como expresión de la fe de la gente y sobre la cual nada tengo que opinar ya que esto pertenece a la esfera de las creencias particularísimas de las personas. En cambio, la institucionalización política de la Iglesia, pertenece a la esfera de las instituciones sociales, aunque tenga base religiosa. De hecho esta institución política iglesia tiene estatus de estado, autoridades políticas con funciones políticas y hasta reconocimiento territorial. Aunque nos asombre, el estado Vaticano es un estado religioso igual a muchos estados musulmanes, salvo que nadie piensa invadir o bombardear la basílica de San Pedro, en defensa de la democracia.

Volviendo a las razones que motivaron y motivan el abandono de sus investidura institucional por parte de muchos sacerdotes, las razones que impulsaron a los dos sacerdotes antes mencionados son prototípicas de los problemas que la institución política iglesia tiene desde hace ya mucho tiempo y que creo que deben ser revistos para que se pueda acercar la institución política a la Iglesia.

La primera razón que quiero examinar es el celibato. Más que la prohibición al casamiento y los motivos de orden económico que esto traería aparejado a la institución política, el celibato sacerdotal se inscribe en algo más amplio y profundo, como la negación de la sexualidad humana. Las instituciones políticas religiosas suprimen la sexualidad como parte de la naturaleza humana, incluso a costa de profundas contradicciones. Esta negación de la inherente naturaleza sexual humana, condiciona toda libre expresión sexual del ser humano a meras funciones reproductivas, reduciendo la condición humana trascendente a un acto biológico animal. Si las religiones reconocieran la sexualidad como algo inherente al ser humano que debe expresarse y manifestarse libremente, mejoraríamos las responsabilidades emergentes de las expresiones sexuales y la concepción de la vida dejaría de ser el resultado de un acto animal para convertirse en un acto conciente y voluntario que exprese la intensión de una pareja de prolongarse en sus hijos. Según veo, siguiendo este concepto, puede hacerse por fecundación natural, artificial, clonación o adopción, no restringiéndose el acto a una pareja de un hombre y una mujer, sino a cualquier pareja que decida establecer un proyecto de vida común y lo prolongue en sus hijos.

Puede establecerse razones históricas surgidas del reemplazo de antiguas tradiciones romanas o de los pueblos bárbaros, por nuevas conductas impuestas luego del establecimiento de la incipiente religión cristiana en el poder dentro del Imperio Romano, anteriormente, la mayoría de la población romana e incluso la griega expresaron libremente su naturaleza sexual, lo que puede verse en algunos versos de Sócrates o en el Satiricón. Como todo nuevo orden debe borrar el antiguo y dentro de este, la libertad de expresión de la sexualidad, que estaba muy arraigada, incluso con representación entre dioses como Venus, Vesta, los faunos, Baco o Diana. Así la negación de la sexualidad humana contribuyó a borrar el antiguo orden religioso y permitió la generación de una casta de religiosos que mediante la negación de su naturaleza generaron el núcleo fundamentalista necesario para consolidar el poder religioso.

De este orden fundamentalista surge, la intransigencia a no contradecir cualquier principio sobre el que se basa la doctrina religiosa, más que por motivos racionales, por motivos funcionales al establecimiento de un poder rígido, esa intransigencia de vuelve las fuerte cuando mas se cuestiona el poder de la institución política iglesia, como si la afirmación de ciertos dogmas consolidara el poder que se pierde. Esa intransigencia no admite nuevas interpretaciones, desde Lutero hasta el caso que vimos, la iglesia no admite discrepancias sobre lo que considera el dogma de fe, así a medida que la ciencia y el conocimiento avanzan, la doctrina se vuelve anacrónica y afecta incluso a los verdaderos valores trascendentes que contiene. La retractación institucional, más que reconciliar la doctrina con el avance del conocimiento, resulta ridículamente extemporánea, como la retractación respecto de Galileo 400 años después, aunque nada escuché respecto a la ejecución de Bruno y de tantas otras victimas de la Inquisición.

Esto no está dicho desde un espíritu de la crítica acérrima, sino lamentando la pérdida que representa para la sociedad, la transmisión de valores contenidos en una religión en la cual me crié y cuyos valores todavía conservo a pesar de haber evolucionado en la mayoría de mis ideas morales y religiosas. Recuerdo calles intransitables cuando jóvenes, seguidores de una iglesia comprometida con la opción por los pobres, salíamos de celebrar la misa de los domingos, cuando nos reuníamos para ayudar en alguna parroquia que tenía carencias o cuando acompañábamos a algún cura tercermundista a hacer algún trabajo en una villa. Para muchos de nosotros, esas ideas fueron las que nos marcaron para toda la vida, hoy una juventud mayoritariamente escéptica, materialista y con un gran sentido para detectar las contradicciones en las que hemos incurridos sus mayores, mira a una iglesia que no se articula con el avance de la sociedad, conservado dogmas que contradicen cualquier evidencia científica, o reprimiendo la necesidad de la libre expresión de la naturaleza sexual humana. Por eso las iglesias están mas vacías que antes, faltan sacerdotes y surgen expresiones religiosas más racionales que la gente termina abrazando. La institución política iglesia ha perdido el rumbo de la Iglesia.

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