El poder real mantiene formas de dominación a través de formas, que son importantes en tanto obliguen a la gente a cumplirlas como señal de obediencia, es lo que llamo poder formal. La iglesia se constituyó en poder real en la caída del imperio romano, reemplazando al antiguo orden y se constituyó en poder real, pero como todo poder instauró un poder formal, que trató de borrar todo vestigio del antiguo orden romano, la conducta sexual fue uno de los aspectos del poder formal.
El antiguo orden romano no tenía ningún condicionante de la conducta sexual de las personas, quizás como reflejo de la conducta de los antiguos griegos tanto la heterosexualidad como la homosexualidad, constituían conductas sexuales no censuradas y practicadas habitualmente en el antiguo imperio romano, las orgías eran fiestas comunes (tan común como cualquier reunión social actual), los ritos que incluían actos sexuales eran habituales, había sacerdotisas dedicadas a ello y existían fiestas en las cuales el sexo era parte del festejo como las Saturnales, que era la que mayor repercusión tenía entre el pueblo romano (que curiosamente se celebraba a fines de diciembre, fecha de la actual fiesta cristiana de navidad). No son pocos los textos romanos en donde se pone de manifiesto la libertad de conducta en materia sexual, en particular El Satiricón de Petronio, o las descripciones de Ovidio en el Fastos, por citar a algunos.
Al establecerse la iglesia como poder real, el principal objetivo de su poder formal fue suprimir toda referencia al antiguo orden, en particular en materia sexual, así se suprimieron las fiestas romanas reemplazándolas por otras de profunda relevancia, la navidad reemplazó a las saturnales, la pascua a La Celealia, resulta curioso, que la primer fiesta fuese una celebración y la segunda una fiesta de recogimiento y lamentación. En síntesis, le iglesia abolió y condenó las practicas sexuales del antiguo orden romano y las reemplazó por estrictas normas que condenaban la libre expresión de la sexualidad. Esta condena de la libre expresión de la sexualidad fue eje de la normativa de la iglesia que perdura aún en nuestros días. Las antiguas religiones griegas y romanas no diferenciaban dioses de diosas e incluso les atribuían deseos sexuales que satisfacían a su antojo, en estas religiones tanto varones como mujeres podían oficiar de sacerdotes o sacerdotisas, la iglesia impuso una visión subordinada de la mujer y restringió la sexualidad a la mera función reproductiva. En oposición al antiguo orden impuso a sus miembros el celibato e impuso la abstensión del sexo como virtud. No es de extrañarse, que la conducta de este poder formal haya sido tomada por quienes quisieron imponer un nuevo poder, la persecución de homosexuales por parte del nazismo es un ejemplo.
Como ya he señalado, el primer acto revolucionario contra un poder establecido es negarlo y negar toda sumisión al poder formal, de allí que gran parte de los actos revolucionarios que negaron este poder, tuvieran fuertes expresiones de libertad sexual, en los 60 el movimiento hippie enarboló sexo, drogas y rock and roll, muchos movimientos políticos de naturaleza verdaderamente revolucionaria proponían sexo libre muchos movimientos religiosos incluían la libertad sexual como parte de su doctrina.
Mas allá, de las particularidades de movimientos, sectas o grupos políticos e incluso de cualquier sentimiento religioso o convicción moral, la libertad es un concepto absoluto en tanto no restrinja esa misma libertad a otros, este concepto es aplicable a la conducta sexual. Por ello toda restricción a la libertad requiere de la coerción que solo emana de un poder formal que exprese a un poder real. La negación de poder formal cualquiera sea su causa es objeto de represión, tanto desde las esferas del poder formal, como desde el poder real, ya que si se mina el poder formal, el poder real debe asumir el rol represor y se expone en forma directa, lo que lo debilita.
Cuando hechos que no tienen como finalidad producir actos revolucionarios, al menos en términos de atacar a los poderes formales y reales, la represión se ejerce por personeros, el ejemplo mas claro de estos días es el matrimonio entre personas del mismo sexo, quienes buscan tener iguales derechos que los matrimonios entre personas de distinto sexo. Su intensión dista mucho de ser una acción revolucionaria, al menos no buscan desconocer el poder formal o real, pero atacan una figura emblemática del orden impuesto: la heterosexualidad como conducta sexual. La marginalidad con que se condena a quienes asumen conductas distintas, la negación de derechos elementales, la persecución policial, la exclusión en puestos de trabajo, son formas en que el poder formal trata de suprimir a quienes no obedecen sus normas de conducta. La lucha de quienes buscan integrarse a la sociedad con los mismos derechos, manteniendo una conducta sexual distinta a la establecida por los poderes formales, se torna incluso a pesar de ellos, en una lucha revolucionaria.
Los matrimonios recientemente celebrados con iguales derechos a cualquier matrimonio de personas de distinto sexo, han sido objeto de recusaciones legales por parte de personeros de quienes manifiestas su rechazo desde la estreches de una religión parte de los poderes formales. Jesús de Nazaret, hubiera acompañado a estos matrimonios, hubiera celebrado con ellos, al fin y al cabo defendió adúlteras, acompañó prostitutas, pobres, enfermos y leprosos y sobre todo negó en forma absoluta a los poderes formales y reales de su tiempo, y aunque pagó con su martirio, triunfó al llevar su palabra por 2000 años de historia, quizás a pesar de sus actuales seguidores se hubiera emborrachado bailado y abrazado junto a estos matrimonios, que tratan de luchas por expresar como cualquier otro su amor, un amor que como cualquier amor verdadero es intrínsecamente revolucionario.
El antiguo orden romano no tenía ningún condicionante de la conducta sexual de las personas, quizás como reflejo de la conducta de los antiguos griegos tanto la heterosexualidad como la homosexualidad, constituían conductas sexuales no censuradas y practicadas habitualmente en el antiguo imperio romano, las orgías eran fiestas comunes (tan común como cualquier reunión social actual), los ritos que incluían actos sexuales eran habituales, había sacerdotisas dedicadas a ello y existían fiestas en las cuales el sexo era parte del festejo como las Saturnales, que era la que mayor repercusión tenía entre el pueblo romano (que curiosamente se celebraba a fines de diciembre, fecha de la actual fiesta cristiana de navidad). No son pocos los textos romanos en donde se pone de manifiesto la libertad de conducta en materia sexual, en particular El Satiricón de Petronio, o las descripciones de Ovidio en el Fastos, por citar a algunos.
Al establecerse la iglesia como poder real, el principal objetivo de su poder formal fue suprimir toda referencia al antiguo orden, en particular en materia sexual, así se suprimieron las fiestas romanas reemplazándolas por otras de profunda relevancia, la navidad reemplazó a las saturnales, la pascua a La Celealia, resulta curioso, que la primer fiesta fuese una celebración y la segunda una fiesta de recogimiento y lamentación. En síntesis, le iglesia abolió y condenó las practicas sexuales del antiguo orden romano y las reemplazó por estrictas normas que condenaban la libre expresión de la sexualidad. Esta condena de la libre expresión de la sexualidad fue eje de la normativa de la iglesia que perdura aún en nuestros días. Las antiguas religiones griegas y romanas no diferenciaban dioses de diosas e incluso les atribuían deseos sexuales que satisfacían a su antojo, en estas religiones tanto varones como mujeres podían oficiar de sacerdotes o sacerdotisas, la iglesia impuso una visión subordinada de la mujer y restringió la sexualidad a la mera función reproductiva. En oposición al antiguo orden impuso a sus miembros el celibato e impuso la abstensión del sexo como virtud. No es de extrañarse, que la conducta de este poder formal haya sido tomada por quienes quisieron imponer un nuevo poder, la persecución de homosexuales por parte del nazismo es un ejemplo.
Como ya he señalado, el primer acto revolucionario contra un poder establecido es negarlo y negar toda sumisión al poder formal, de allí que gran parte de los actos revolucionarios que negaron este poder, tuvieran fuertes expresiones de libertad sexual, en los 60 el movimiento hippie enarboló sexo, drogas y rock and roll, muchos movimientos políticos de naturaleza verdaderamente revolucionaria proponían sexo libre muchos movimientos religiosos incluían la libertad sexual como parte de su doctrina.
Mas allá, de las particularidades de movimientos, sectas o grupos políticos e incluso de cualquier sentimiento religioso o convicción moral, la libertad es un concepto absoluto en tanto no restrinja esa misma libertad a otros, este concepto es aplicable a la conducta sexual. Por ello toda restricción a la libertad requiere de la coerción que solo emana de un poder formal que exprese a un poder real. La negación de poder formal cualquiera sea su causa es objeto de represión, tanto desde las esferas del poder formal, como desde el poder real, ya que si se mina el poder formal, el poder real debe asumir el rol represor y se expone en forma directa, lo que lo debilita.
Cuando hechos que no tienen como finalidad producir actos revolucionarios, al menos en términos de atacar a los poderes formales y reales, la represión se ejerce por personeros, el ejemplo mas claro de estos días es el matrimonio entre personas del mismo sexo, quienes buscan tener iguales derechos que los matrimonios entre personas de distinto sexo. Su intensión dista mucho de ser una acción revolucionaria, al menos no buscan desconocer el poder formal o real, pero atacan una figura emblemática del orden impuesto: la heterosexualidad como conducta sexual. La marginalidad con que se condena a quienes asumen conductas distintas, la negación de derechos elementales, la persecución policial, la exclusión en puestos de trabajo, son formas en que el poder formal trata de suprimir a quienes no obedecen sus normas de conducta. La lucha de quienes buscan integrarse a la sociedad con los mismos derechos, manteniendo una conducta sexual distinta a la establecida por los poderes formales, se torna incluso a pesar de ellos, en una lucha revolucionaria.
Los matrimonios recientemente celebrados con iguales derechos a cualquier matrimonio de personas de distinto sexo, han sido objeto de recusaciones legales por parte de personeros de quienes manifiestas su rechazo desde la estreches de una religión parte de los poderes formales. Jesús de Nazaret, hubiera acompañado a estos matrimonios, hubiera celebrado con ellos, al fin y al cabo defendió adúlteras, acompañó prostitutas, pobres, enfermos y leprosos y sobre todo negó en forma absoluta a los poderes formales y reales de su tiempo, y aunque pagó con su martirio, triunfó al llevar su palabra por 2000 años de historia, quizás a pesar de sus actuales seguidores se hubiera emborrachado bailado y abrazado junto a estos matrimonios, que tratan de luchas por expresar como cualquier otro su amor, un amor que como cualquier amor verdadero es intrínsecamente revolucionario.
1 comentario:
LA verdad es que me escriben mas al mail que por el blog. Pero creo que no hay mucha cultura de discusión política, y cuando se de nos juntamos a charlar de política Un abrazo
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