Parece que hubiera sido hace mucho tiempo y apenas pasó un mes, las
elecciones parecieron cambiar algo que no cambió nada. El gobierno aprovechó el
resultado para reajustar su gestión política que mantiene el mismo rumbo y la
oposición agitó un resultado favorable, que más que favorable para ella era
desfavorable para el gobierno. Así el escenario político se convirtió en algo
parecido a una pelea de box, donde el campeón mantiene el centro del ring y el
retador gira en torno a él haciendo fintas, pero sin acertar ningún golpe
contundente.
¿Cuál fue la conclusión más importante de estas elecciones? ¿Qué ganó
la oposición? ¿Que perdió el gobierno? ¿Qué resurgió la Izquierda, Carrió, Solanas
o alguna fuerza provincial? En realidad los resultados numéricos pueden
sintetizarse como una expresión del desgaste de algunas gestiones de gobierno,
la reafirmación de otras gestiones o la irrupción de nuevas opciones que
despertaron la adhesión de los votantes. Pero la conclusión más importante fue la
consolidación de los poderes políticos territoriales (municipales o
provinciales) frente a las estructuras y superestructuras políticas.
Veamos el detalle de esta conclusión, en la capital federal el PRO y
UNEM representaron una clase media burguesa de centro derecha o liberal que
soporta al PRO y una burguesía liberal progresista que apoyó a UNEM, los votos
obtenidos por la izquierda y otras expresiones políticas minoritarias representan
sectores con posiciones un poco más radicalizadas de las dos anteriores. La proporción
de votantes del FPV estuvo soportada en un proletariado urbano minoritario.
En la provincia de Buenos Aires el proyecto del Frente Renovador se
soportó en una alianza de intendentes que aportaron el caudal principal de
votos, los votos del FPV también respondieron a los liderazgos territoriales de
los intendentes que adhirieron. De las restantes fuerzas, el radicalismo exhibió
la adhesión de una clase media urbana minoritaria, los partidos de izquierda captaron
a sectores progresistas desilusionados de los partidos tradicionales, los
partidos locales lograron una importante participación y otras expresiones no
lograron más que sumar mínimas expresiones de descontento. Los resultados de
otras provincias se encuadran en el mismo análisis que ratifica el carácter territorial
del resultado electoral vinculado a fuerzas políticas locales.
La necesidad del FPV de encontrar a un referente para las próximas elecciones
enfrenta a distintos representantes territoriales provinciales algunos con
poder propio (los gobernadores del interior) y otros surgidos de la
superestructura política (funcionarios o gobernadores sin poder territorial
propio como Scioli). La lucha de poder se centra entonces entre la articulación
de la representación territorial con representación propia y la superestructura
política que subordine a los representantes territoriales. Hasta ahora se
subordinó y/o condicionó a la representación territorial mediante la obra
pública, los ATN, y medidas de apoyo social, pero el nuevo escenario colocó la
balanza del poder en los territorios. El FPV había preferido no desarrollar con
fuerza propia el poder territorial y hacerlo mediante cooptación de referentes
territoriales, los cuales adherían al proyecto del gobierno. Así la
transversalidad, entendida como la construcción de una alternativa de fuerzas
políticas progresistas con independencia de su origen político, se convirtió en
una cooptación de fuerzas políticas territoriales subordinadas a una
superestructura política liderada por el gobierno.
Estas elecciones demostraron que la superestructura política no puede
enfrentar a una estructura territorial coordinada, al cual necesita generar
liderazgos que le permitan plantear una alternativa viable para 2015. Este
último párrafo me genera un “deja vouz” de viejas discusiones de la década del
setenta, donde curiosamente quienes dicen representar los cuestionamientos de aquella
juventud peronista de izquierda han puesto en práctica lo que se criticaba como
estructura “pejotista” y los barones del conurbano bonaerense se han agrupado
presentando una alternativa territorial unificada que se aproxima más a las
propuestas de la juventud setentista del peronismo.
Este enfrentamiento no solo plantea la disputa del poder entre los dos
grupos sino también amenazas adicionales a cada grupo; la superestructura
enfrenta el reclamo por la participación
en el poder por parte de los representantes territoriales y de la designación autónoma
de representantes en las legislaturas provinciales y nacionales: las alianzas
territoriales responden y son estimuladas por viejos representantes de la
superestructura que no tienen representación territorial propia, pero que no
pueden liderar un proceso eleccionario, requiriéndose el surgimiento de nuevos
referentes para las próximas elecciones, construcción que dada la dimensión
nacional de las elecciones plantea la duda sobre la posibilidad de
compatibilizar grandes grupos de personas en una estructura más horizontal.
Quienes
puedan resolver simultáneamente la confrontación externa y las internas, podrá
presentar una alternativa viable en 2015.