Dijimos anteriormente, que la crisis internacional producía una reducción de la demanda internacional de bienes, del monto y la duración de esta, solo pueden estimarse valores mínimos y máximos. La demanda local, aunque se potencie, es insuficiente para reemplazar la caída de la demanda internacional, lo que hace a la crisis inevitable.
La imposibilidad de reemplazar a la demanda, nos lleva a buscar medidas que compensen la pérdida de puestos de trabajo, no para sostener la demanda interna, sino como forma de evitar el ciclo desempleo-caída de la demanda interna, que potenciará los efectos externos de la crisis. Las estructuras de producción concentradas no requieren ser sostenidas, ya que pueden adaptarse a reducciones de demanda, pues cuentan con estructuras flexibles, produciendo solo el desempleo necesario para lograr su nuevo nivel de rentabilidad. Las empresas multinacionales que cierren al cerrar sus casa centrales, no va a ser posible salvarlas, solamente podría proponerse planes de transferencia de los medios de producción a cooperativas de obreros, en forma similar a como funcionan algunas empresas recuperadas.
Por lo tanto se debería aceptar las reducciones de personal de las grandes empresas concentradas, tanto la mano de obra directa como indirecta y generar empleo mediante obra pública que aumente la infraestructura actual del país (construcción de caminos, mejora y puesta en marcha de ferrocarriles, construcción de barcos mercantes, construcción de aviones de uso civil, etc.), en lo posible recuperar las empresas que cierren o quiebren para conservar la capacidad de producción futura, que permita un buen nivel de crecimiento finalizada la crisis.
En el sector agropecuario, debería aprovecharse la reducción de demanda para adecuar las capacidades de producción introduciendo créditos de fomento que permitan a los productores agropecuarios retener hacienda para aumentar en número de vientres, rotar cultivos, realizar proyectos de riego, recuperar terrenos desertificados, aumentando la capacidad futura de producción.
La viabilidad temporal de estas acciones podría extenderse a dos o tres años, dependiendo de la evolución de la crisis externa, que por tratarse de una crisis financiera, y no de estructuras de producción, no puede ser muy extensa.
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