A principios de 2003, se produjo en algunos sectores del peronismo una profunda alegría al contar con una precandidatura presidencial que rescataba las ideas del sector progresista del movimiento, yo fui uno de los que adhirieron inmediatamente a esta propuesta y con otros compañeros militamos para hacerla realidad. Nuestra militancia era por llegar a darle poder a un pingüino, como se definía el propio Néstor Kirtchner.
En mayo de 2003, el pingüino accedió al poder, festejamos lo que creímos que sería el comienzo de un cambio, festejamos con los cambios de la Corte Suprema de Justicia, festejamos el pago al FMI para que esto dejara de tener injerencia en nuestros asuntos económicos, festejamos el fin de la ley de punto final, para que las heridas del pasado se curaran con verdad y justicia y no con olvido, festejamos la concertación plural como punto de partida hacia una agrupación transversal del campo progresista, festejamos la incorporación de movimientos sociales en algunas esferas del gobierno, en suma festejamos y apoyamos lo que pensamos que era el comienzo de profundos cambios en el país.
Lo primero que notamos era que siempre éramos los mismos que festejábamos desde el llano, no fuimos convocados a participar, a debatir o a aportar ideas, pero igual seguimos militando, apoyando, debatiendo y aportando ideas, pero cada vez mas solos, mas alejados del gobierno, mas relegados al fondo de los actos públicos o partidarios.
Entonces algo empezó a cambiar, la justicia seguía siendo lenta, los jueces cuestionados seguían en sus cargos, funcionarios criticados de los anteriores gobiernos ocupaban cargos destacados, siempre había una razón importante para postergar a un compañero que por méritos, preparación y capacidad merecía ocupar un puesto en esferas del gobierno.
Los movimientos sociales fueron cooptados y sus dirigentes se convirtieron en funcionarios y defensores a ultranza de cualquier acto de gobierno, equivocado o no, la clientelización política de sus bases a través del otorgamiento de planes, subsidios y manejo de programas de asistencia social completó la subordinación de muchas organizaciones sociales al gobierno K.
La economía crecía, aumentaba la recaudación, se restablecían las reservas de país a niveles que no se había tenido anteriormente, aumentaba el nivel de empleo y la inversión. Pero para quién tiene algún conocimiento de economía, la descomposición de los parámetros económicos permitía otra lectura, El crecimiento económico no era obra de políticas de gobierno, sino del aumento del valor de los commodities, de una moderada inflación no oficializada por el INDEC y de la subvaloración de la moneda, ese aumento de actividad generaba un aumento de la recaudación vía retenciones e impuestos directos al consumo (desde el pan hasta la electricidad), que se recaudaban mediante los mismos mecanismos puestos en práctica por Domingo Cavallo. También aumentaba la concentración de la economía y la extranjerización de los recursos naturales, productivos y de servicios (aún los servicios públicos). La tasa de aumento del empleo era menor que la tasa de crecimiento de la economía, por lo cual la verdadera distribución de la riqueza quedaba en manos del capital, que es en su mayoría extranjero.
Vimos postergar la oficialización de la CTA y compartir poder con la misma dirigencia sindical que se había criticado, vimos pactar con la dirigencia política que se pretendía dejar en el pasado, vimos que para concentrar poder, se dejaban de lado la ideología que se decía representar. Vimos soltarle la mano y dejarlos a merced de sus rivales políticos a compañeros que tuvieron problemas y a quienes se los aduló para que se sumaran al proyecto de cambio. Vimos negociar apoyo a cambio de obra pública, subsidios o mejoras presupuestarias.
No vimos políticas sociales universales, ni cambios en la política educativa que representaran una mejora en la calidad de la educación pública, en cambio nos cansamos de ver escuelas rancho y sin la infraestructura mínima para que se pueda educar a un niño y seguimos viendo a docentes de todos los niveles con sueldos por debajo de la línea de pobreza.
Tampoco vimos espacios políticos de debate en donde el disenso interno fuera el motor de la realización de correcciones en el rumbo de ciertas medidas de gobierno (el conflicto con el campo fue el mejor ejemplo de ello), se reemplazó el debate por la visión única y se construyó una dirigencia basada en la obsecuencia y el nepotismo.
Vimos como a poco de analizar las medidas que se propuso desde el consenso de Washington y que pusiera en práctica la dupla Menem-Cavallo, estas siguen aún vigentes y con más fuerza que antes, el modelo del que se habla no se conoce ni se puede entrever en el conjunto de medidas de gobierno.
Nosotros no cambiamos nuestra forma de pensar y los pingüinos mantienen el mismo discurso al que no podemos dejar de adherir por coincidencia ideológica, pero la praxis de gobierno no coincide con su discurso y la única manera de explicarlo es mediante el viejo dicho campero: los pingüinos se convirtieron en teros que gritan su discurso por izquierda pero ponen los huevos de sus actos de gobierno por otro lado.
jueves, 18 de diciembre de 2008
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