Días pasados sentí vergüenza ajena, porque a pesar de 24 años de democracia, todavía hay imbéciles que creen que la violencia es la solución a los problemas del país, y lo que mas me avergüenza es que quien pronunció esas palabras llenas de odio fuera alguien que se dice ser representante del movimiento nacional y popular.
Desde los últimos 10 años he militado activamente en este campo, como peronista de izquierda, pero no he escuchado en estos años la barbaridad que oí en boca de un supuesto dirigente piquetero, días pasados, puedo justificar el odio de quien ha sufrido, desprecio, hambre, miseria a causa de una situación socioeconómica terrible, como la que se pasó, y todavía se pasa en este país, pero el odio es algo que no debe enceguecer a quienes dicen representar a la gente, porque la representación exige obligaciones y una de ellas es la cordura, la templanza y la bondad, estos valores cristianos son los que dieron luz al movimiento nacional, popular y progresista.
No fueron los dirigentes piqueteros, sino jóvenes provenientes de una clase media obrera, hija de la distribución real de la riqueza que realizó Perón (y que le dolió a la oligarquía mas que piquetes y retenciones). Todo esos jóvenes querían una transformación, algunos eligieron mal y le dieron pié al mayor genocidio que recuerda nuestra historia reciente, por eso quienes hoy militamos concientemente sabemos que no queremos nunca más soluciones de fuerza: ni foco, ni “manu militari”.
Por eso las palabras de las que me avergüenzo, son una muestra de lo que no debe ser una dirigencia popular, nadie puede arrogarse el derecho de matar, porque automáticamente justifica la violencia del otro y de allí a la violencia irracional no hay mas que un paso. No podemos tolera mas dirigentes que no están a la estatura de sus responsabilidades, lo que me lleva a la pregunta del millón ¿Cómo surgen los dirigentes?
Creo que no podemos responder esta pregunta sin aceptar que quien representa a otros obtiene una delegación de poder, y para obtener esa delegación debe dar algo a cambio, una solución a los problemas que se plantea la gente o una promesa de solución. De allí que tengamos al menos dos tipos de dirigentes, quienes tienen en sus manos la posibilidad de solucionar los problemas de sus representados y quienes proponen un modo de conseguir esa solución.
Cuando el hambre asoló a nuestra gente, el piquete fue una posibilidad de solución, por ese medio se presionó a una dirigencia que no podía o no sabía ofrecer soluciones, las soluciones alcanzaban para la urgencia del hambre, del techo o la salud, surgió allí una dirigencia combativa que daba una posibilidad de solución, esa dirigencia era y es legítima en ese reclamo y en representación de quienes estaban y están excluidos.
Pero esa representación no es la del resto de la sociedad, no es tampoco la de quienes logran incluirse, porque la mayoría de esos dirigentes, no representan a los incluidos y nuestra sociedad abarca a los incluidos y los excluidos, por ello el camino es el de la formación de una dirigencia política que abarque y contenga ambas representaciones, allí es lícito que quienes representaron a los excluidos pretendan representar a toda la sociedad, pero deben incluir en su propuesta a toda la sociedad, no pueden dividirla entre quienes representan y quienes odian, por que se descalifican automáticamente.
El verdadero enemigo de la formación de esa nueva dirigencia y digo nueva en su concepto de abarcativa, representativa y con nuevas y mejores propuestas, es la mediocridad, la de quienes solo pueden representar un sector y pretenden representar a la sociedad y la de quienes no representan a nadie pero pretenden (y lo que es peor, lo logran) ser representantes por unción de otros dirigentes. Nuestra dirigencia está llena de ellos, que crujen por prepotencia o por ser amigos de otro dirigente. Basta ver como se comportan para saber a que grupo pertenecen.
Esta mediocridad imperante en las esferas públicas y de decisión, hace que no tengamos soluciones a problemas de salud, seguridad, medio ambiente, desarrollo económico, etc., no hay esfera pública o privada donde no veamos pavonearse a mediocres que no representan a nadie o carecen de las mínimas condiciones para ejercer sus funciones. Esa mediocridad imperante es nuestro peor enemigo, por que nos priva de soluciones a nuestros problemas, puede nuestra presidenta generar las mejores políticas, que si no hay funcionarios capaces de hacerlas realidad, jamás solucionaran los problemas de nuestro pueblo, mientras gente como esa se diga dirigente y proponga odio y muerte, la representación popular no logrará ninguna transformación revolucionaria, que solo se logra por el convencimiento de la ciudadanía, no a los palos.
Por eso la culpa de nuestros problemas no proviene de la oligarquía, ni del capital trasnacional y sus lacayos, proviene de la p…. mediocridad.
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