Quiero dejar en claro que soy un asiduo lector de JPF y que disfruto mucho sus libros, su análisis de la realidad y de la historia, pero también, y como no podría ser de otro modo, tengo mis discrepancias con el, y de estas es que quiero hablar aquí. Creo que JPF ha hecho los análisis más interesantes sobre el peronismo, pero también creo, más bien estoy convencido, que estos análisis buscan algo que todavía JPF no logró, comprender el peronismo.
El análisis que realiza del peronismo es una constante búsqueda de de comprensión mediante el razonamiento de hechos, ideologías y circunstancias históricas, pero ha dejado de lado una de las frases más célebres de Perón: “el peronismo no se aprende, se comprende”, buscar mediante el raciocinio la comprensión del peronismo, es como la búsqueda del Santo Grial, y aunque su búsqueda este llena de genialidades, difícilmente llegue a destino, quizás por eso de Machado: ”caminante no hay camino, se hace camino al andar…. Caminante no hay camino, solo estelas en el mar”.
A partir de esta impresión que me deja cada vez que lo leo, me surgen diferencias de opinión. En su historia del peronismo habla del peronismo como “el hecho maldito de la burguesía argentina”, lo que esencialmente convierte a un peronista, no trabajador (o proletario), en alguien que niega la clase burguesa de origen y hace su elección por la clase trabajadora. Y esto ligado, mas que nada, a la concepción que gran parte de la sociedad tiene sobre los roles que cada persona asume en defensa de los intereses de su clase. Así queda claro, que un peronista de origen burgués es un “traidor” a su clase. Pero no cualquiera puede lograr eso, no alcanza con proclamarse peronista (aunque a algunos burócratas políticos y sindicales, pareciera que sí, pero creo que son peronistas de la boca para afuera), se requiere convertirse en un traidor de clase, cambiar el rol que el imaginario social le asigna a los miembros de cada clase social, y en especial a un burgués.
Para un médico o un abogado, la elección no es muy significativa, ya que su profesión los lleva a curar o defender, tanto a ricos como pobres, su elección se mimetiza en su faceta laboral, confundiendo una opción personal con una “traición” a su clase. Pero un cura que se transforme en obrero, trabaje todo el día en una fábrica y viva entre ellos, está renunciando a su rol de “pastor” para convertirse en “oveja”, y allí esta patente la traición de clase. Un delegado sindical o una comisión interna que defienda los interesas de sus representados por sobre los intereses de la burocracia sindical también recibirá el mote de “traidores”, por parte de una dirigencia sindical burocratizada (aquí coincido con JPF en usar el término burócrata, como lo usaba J. W. Cooke). La matanza de curas tercermundistas, delegados de base y miembros de comisiones internas que se realizó en la última dictadura, con la complicidad de burócratas eclesiásticos y sindicales, es sobrada prueba de ello.
Pensemos en el odio que generó entre la burguesía argentina Eva Perón, que si se hubiera limitado a ser la esposa del presidente, hasta hubiera tomado el té con Victoria Ocampo, pero su elección alteró el rol que tendría que haber tenido, su opción por sus “descamisados” le ganó le odio del medio pelo burgués argentino.
En síntesis, no creo que se pueda comprender el peronismo, sin ser peronista, ya para ello, un burgués debe convertirse en un traidor a su clase de origen, debe renunciar al rol que la sociedad espera que cumpla en defensa de sus intereses.
JPF quiere comprender el peronismo, como cualquier profesor quiere comprender aquello que enseña. Aunque ha entendido cosas que muchos peronistas ni se imaginan, ha analizado hechos con una profundidad que pocas veces se había hecho y hasta incluso ha novelado parte de la historia no narrada por sus protagonistas de una manera increíblemente creíble, no ha llegado a comprender a muchos hechos y protagonistas, porque no ha renunciado al rol que la sociedad asigna a un profesor universitario, escritor e intelectual.
martes, 16 de diciembre de 2008
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