Vimos anteriormente que las medidas para enfrentar una crisis inevitable, deben pasar por la generación de nuevos puestos de trabajo que reemplacen los que van a perderse y que estos deben ser creados mediante la generación de obras de infraestructura y proyectos de producción futura. Pero las medidas que se apliquen tienen consecuencias y la forma de aplicarlas también.
El crédito como instrumento de generación de nuevos empleos solo será efectivo en la medida que haya una expectativa de generar negocios rentables, algo que en medio de una crisis es impensable para una estructura productiva, ya que la expectativa de rentabilidad esta ligada a la demanda, y esta es una crisis de demanda. Los planes de crédito tienen el problema de la calificación para el mismo, que restringe en mucho su utilización, ya que las crisis provocan la disminución de la población de sujetos de crédito y los sectores que se mueven en economías informales no pueden acceder a ellos. Las empresas no se endeudarán, a menos que utilicen el crédito para generar reservas para futuras contingencias o reducción de sus actuales costos financieros, y el efecto termina no siendo el deseado ya que no se genera mayor actividad económica.
La burocracia estatal, mediante presión impositiva, retenciones, controles ambientales, controles laborales y otras varias exigencias, genera en los sectores productivos desaliento de la inversión, y cuando a pesar de estas trabas se decide llevar adelante un proyecto productivo, la presencia de una crisis obliga a postergarlo. Las demoras burocráticas, afectan a las estructuras productivas, pues los tiempos burocráticos y los tiempos empresariales son muy distintos, perspectivas económicas alentadoras ayudan a extender el horizonte de tiempo de los empresarios, pero las crisis obligan a una visión de corto plazo, la mayoría de los últimos gobiernos ha ignorado esta realidad.
La idiosincrasia empresarial mundial se ha desarrollado en torno a la maximización de las utilidades, la adaptación constante a cambios y la flexibilización de sus estructuras para adaptarse a nuevas condiciones de mercado, esos empresarios operan a nivel mundial y las estructuras de producción existentes en Argentina pueden ser sacrificadas para poner a salvo la empresa de la crisis, por lo tanto no se debería confiar en obtener respuesta favorable de dichas empresas a propuestas locales.
Las bajas que se producirán en la estructura productiva argentina deberán ser reemplazadas por nuevas, y es allí donde el crédito y la agilización de los trámites son imprescindibles.
La oportunidad y los tiempos, son factores muy importantes ya que anunciar medidas que no se lleven a la práctica en forma inmediata o anunciar una medida mucho antes o mucho después de cuando se necesitan, no solo no contribuye sino que perjudica.
La generación de empleo, no debe superar las pérdidas de puestos de trabajo directo e indirecto y debe tener características regionales, ya que una excesiva demanda de mano de obra puede ocasionar migraciones internas y externas que alteren el equilibrio buscado y generen presiones sociales indeseadas. Debe tenerse en cuenta que la mayoría de las personas desocupadas preferirán no desplazarse se sus lugares de de residencia en busca de un trabajo perdido y que en situación de crisis hay mayor propensión a las migraciones que provocan problemas sociales, de insuficiencia de infraestructura de salud, vivienda, educación y arrastran consigo problemas de marginalidad y delito.
Estas consideraciones no se agotan en este breve análisis de la crisis, pero puede ser un punto de partida para una discusión que debemos darnos los argentinos para contar con herramientas que nos permitan enfrentar las cíclicas crisis del capitalismo.
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